Richard Cohen – Washington. Con una presidencia John Boehner aproximándose con rapidez a la Cámara, me puse a leer obedientemente acerca del caballero. Me enteré de que es tocayo de la región de los lagos, nacido (como todos nosotros) en el seno de la virtuosa clase media humilde con 12 hermanos, y caballero cuya temprana carrera, en homenaje sin ironía a «El graduado», fue en el sector del plástico industrial. Lo que no sabía – totalmente ausente de mi lectura – es que podría ser francés.
O japonés. O finlandés o británico, o incluso alemán. En cualquier caso, hay algo claro: Ningún estadounidense, desde luego no alguien a punto de ocupar un cargo directivo dentro de nuestra administración, puede llamar plausiblemente al sistema sanitario estadounidense «el mejor sistema sanitario del mundo». Boehner hizo justamente eso la semana pasada. Estaba sufriendo una experiencia extra-nacional.
Como refutación estadística, basta con remitirse al World Factbook de la CIA (que no es ningún laboratorio izquierdista de ideas, desde luego) y comprobar las estadísticas sanitarias. Estados Unidos ocupa el puesto 49 en esperanza de vida. Nuestra orgullosa nación supera a los libios en esta categoría, pero no a Japón, Francia, España, Reino Unido y, por supuesto, a Italia. No sólo se viven alrededor de dos años más en Italia, también se come mejor.
La misma triste situación ocurre con la mortalidad infantil. Es la más triste de las categorías puesto que alude a bebés que no han cumplido el primer año de vida. La CIA nos informa de que los países peor parados en esta categoría están, como era de esperar, sobre todo en África. Después viene gran parte de Asia y regiones de Sudamérica, pero cuando se empieza a subir un poco, Cuba ocupa mejor posición que Estados Unidos y también Italia, Hungría, Grecia, Canadá, Portugal, Gran Bretaña, Australia e Israel, entre otros. Esto debería de ser una vergüenza para todos nosotros — pero claramente no lo es. Para Boehner, estas cifras — bebés que mueren antes de poder tener un pastelito con una única vela — ni siquiera existen. En lugar de mejorar la situación, puede que quiera recortar la partida presupuestaria de la CIA.
Buscando en otros sitios — laboratorios de ideas, etc. — Boehner puede toparse con una categoría que el experto en salud T. R. Reid llama «mortalidad evitable». Entre los países ricos, Estados Unidos ocupa el puesto 19 de 19. Estados Unidos es atroz en el tratamiento del asma, la diabetes y las enfermedades renales. Si usted sufre alguna de éstas, es simple mala suerte que no sea japonés o francés — o, en realidad, cualquier cosa menos estadounidense. Estados Unidos ocupa un buen puesto en el cáncer de próstata y el cáncer de mama, pero éstos son representados por grupos de presión políticamente potentes. Ya ve, ocupamos posiciones mejores cuando queremos.
El sentir ingenuamente optimista de Boehner es compartido por el Senador Mitch McConnell, el líder Republicano que ha prometido derogar el programa sanitario de Obama. Si McConnell cree que América tiene el mejor de todos los sistemas sanitarios, ¿quién puede culparle? Cuando en el año 2003 se sometió a un bypass, estuvo en el Hospital Naval de Bethesda. Son unas instalaciones del gobierno atendidas por empleados públicos — lo que a veces se llama medicina socializada. Su corazón superó la intervención, pero abandonó el hospital sin tratarse la Hipocresía Endémica Rampante, un desorden de la comunicación que ha asolado al Partido Republicano y lo ha dejado expuesto a la irracionalidad. Michele Bachmann, que predicaba el absurdo de que la visita del Presidente Obama al extranjero estaba costando 200 millones de dólares al día, corre peligro mortal de sucumbir a ella.
Casi 51 millones de americanos carecen de seguro médico. Posponen el tratamiento, acudiendo en el último momento a los servicios de urgencias — lo que nunca es una experiencia agradable, nunca es una experiencia barata, y a menudo es demasiado tarde de todas formas. La reforma sanitaria de Obama pretendía abordar este problema, entre otros. No era un proyecto de ley perfecto y podría ser el equivocado a seguir. Pero una diferencia de enfoque, hasta una diferencia de ideología, no puede alterar la necesidad de reforma. Estados Unidos gasta más del 17% de su PIB en la sanidad. Las naciones europeas gastan alrededor del 8% — y sus ciudadanos tienen mejor salud realmente. Los Republicanos son contrarios al Obamacare. De acuerdo. ¿Pero dónde está su plan? El elogiado estatus quo no vale. Como podemos ver, eso es una enfermedad terminal.
Para los Demócratas, hay esperanza en el alegre pronunciamiento de Boehner. Evidencia un Partido Republicano divorciado de la realidad, un partido de María Antonietas que balbucean sandeces integrales sobre salud. Los mismos votantes indecisos que se valieron de las elecciones para pasar factura a los Demócratas pueden descubrir que el sistema sanitario de América sólo es el número uno en quiebras relacionadas con la salud. Es el mejor del mundo sólo para los ricos y los muy cubiertos. Todos los demás pueden irse arrastrándose, desapercibidos para el próximo presidente de la Cámara de Representantes — un colega jovial e indiferente, que cree vivir en un país totalmente distinto.
Richard Cohen
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