El corresponsal en España de la radio Deutschlandfunk considera que en el debate sobre la reforma laboral ambas organizaciones están muy ancladas en frentes inmóviles, pero cree que España necesita «una nueva cultura empresarial para tratar a gente con mucha experiencia». Hans Kellner además piensa que el Gobierno no debería dejar solo en manos de sindicatos y patronal la reforma: «siempre necesitar el consenso es exagerado, el gobierno debe gobernar».

Hans Kellner

Hans Kellner critica algunas posiciones de los sindicatos como que consideren la reforma laboral como una «vaca sagrada» que signifique «introducir una especie de despido libre a la americana». Pero también se muestra crítico con los empresarios que «camuflan» con la supuesta rigidez del mercado laboral algunos «deficits en sus propias empresas y su cultura empresarial».

En concreto el corresponsal explica que en España es muy caro -más que en Alemania- despedir a alguien con 50 años, pero matiza «tal y como está configurado el mercado laboral actualmente en España y con la cultura empresarial que existe, una persona con 50 años no va a encontrar trabajo en otra empresa. Los empresarios tienen una cultura exagerada de la juventud en España donde la experiencia no vale nada».

Para Hans Kellner además el hecho de que el Gobierno deje la reforma laboral en manos del consenso de sindicatos y empresarios «refleja más bien un miedo a tomar decisiones». Considera que cuando se trata de hacer leyes «es asunto de los parlamentos y los gobiernos, no los sindicatos».

En el diario belga De Morgen publican un artículo en el que aseguran que «Los precios de las viviendas en las costas españolas se encuentran en caída libre». Explican que hasta hace poco, los descuentos eran una excepción, pero afirman que ahora «han surgido en abundancia rebajas de hasta un 50%», aunque sin mencionar la procedencia de estos datos.

 

Rascacielos de Benidorm
(Foto: Flickr/Yokusho-Chirstian)

El artículo continúa diciendo: «muchas familias españolas tienen dificultades para pagar sus hipotecas como consecuencia de la crisis económica. Muchos británicos también tienen problemas debido a la depreciación de la libra y se ven obligados a deshacerse de sus propiedades». Esta situación provoca, según su análisis, un un exceso de viviendas a la venta en las costas con el consiguiente descenso de los precios.

El diario belga termina avisando: «esto constituye una buena noticia para quienes piensen adquirir una segunda residencia en el litoral español. Las viviendas de veraneo salen masivamente a la venta. Los bancos españoles intentan deshacerse de las viviendas desahuciadas, aumentando así la oferta y generando una bajada aún superior de los precios?.

 

Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Siendo un chaval, un temor permanente, reforzado por el cine y los tebeos, era morir en algún campo de batalla extranjero. Yo iba a convertirme en una baja de la guerra que toda generación de varones estadounidenses parecía destinada a librar: la Primera Guerra Mundial en el caso de nuestros abuelos y la Segunda Guerra Mundial en el caso de nuestros padres y la de Corea en el de nuestros hermanos mayores. Después vino Vietnam, que es donde muchos de mi generación pusieron el límite: «Desde luego que no, no vamos a ir», en palabras del eslogan del momento. Y no fui. Resultó que no tenía que ir. Pura suerte. Me enrolé en la 42 División de Infantería acuartelada (Rainbow) de la Guardia Nacional de Nueva York, y lo había hecho para evitar ser llamado a filas. La Guerra de Vietnam estaba entonces en sus albores y no fue hasta hacer la instrucción que me di cuenta de que estaba pasando algo raro: ¿por qué había tantos tíos hablando de Vietnam? ¿A qué venía todo este discurso acerca del combate? Volví a la vida civil lleno de preocupación.

Durante los cinco años y medio siguientes, temí que nuestra unidad fuera movilizada y destinada a Vietnam. ¿Qué iba a hacer yo si llegaba la orden? Con anterioridad había apoyado la guerra — esta noble batalla contra el comunismo perverso y monolítico. Pero los hechos preocupantes seguían aflorando. Los Rojos rusos y los Rojos chinos estaban enfrentados. Los norvietnamitas odiaban a los chinos. Vaya con el monolito comunista. El gobierno survietnamita era corrupto. ¿Por qué iba yo a luchar por él? ¿Por qué exactamente se suponía que yo iba a entregar mi vida de todas formas? Creía tener el derecho a saberlo.

Aquellos de nosotros que nos ahorramos Vietnam somos caracterizados a veces como desertores mimados de nuestro presunto deber. La palabra «privilegiado» se utiliza con frecuencia con segundas, como si asistir a las clases nocturnas de un centro de educación pública y trabajar para una aseguradora durante el día fuera un indicador de privilegio — mi vida en aquella época. No importa. La forma de pensar ha cambiado. Este es el motivo de que Richard Blumenthal, el veterano fiscal general de Connecticut y candidato hoy al Senado, dijera haber estado en Vietnam cuando al igual que yo él hizo el servicio en territorio estadounidense continental, los Marines en la reserva. Por esto, ha sido blanco de críticas y ha respondido con una singular falta de fortuna.

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Pero su mentira más decepcionante consistió en convertir una verdad compleja de aquella era en una simple cuestión de vergüenza. Era obsceno enviar a los jóvenes a una guerra que había perdido su legitimidad y a la que se oponían importantes figuras políticas e intelectuales de Estados Unidos. La oposición a la guerra no era una cuestión de evitar el deber simplemente sino de una agónica pelea por entender un espantoso dilema moral. No me avergonzaba no luchar. No me avergüenza, tampoco, que no quisiera luchar. Tampoco voy a denigrar a aquellos que lucharon. Admiro su valentía. Me siento muy honrado por su valor. Honro sus muertes — y nunca voy a dejar de preguntar, ¿por qué?

La Guerra de Vietnam hizo pedazos las verdades vigentes: ¿Qué debíamos a nuestro gobierno? ¿Qué nos debía el gobierno? El ciclo de varones reclutados para la guerra que atravesaba cada generación terminó en Vietnam. Esa guerra puso fin al servicio militar obligatorio — quebró la confianza en la que se sustentaba — y lo tumbó hasta la fecha. Ahora luchamos con soldados profesionales — voluntarios. Si los jóvenes estuvieran siendo reclutados para ir a Irak, esa guerra ya habría terminado. Al igual que el caso de Vietnam, la defensa de los motivos, antes lógica, acabó siendo fraudulenta. Se evaporó en una ensalada de errores sin importancia, errores importantes, exageraciones y mentiras descaradas. No existía ningún vínculo entre Saddam Hussein y al-Qaeda. No había armas de destrucción masiva. La guerra no iba a ser un paseo militar. Los nuevos mandos se parecían mucho a los antiguos. Participaban en los actos oficiales. Rellenaban formularios. Se llevaban una bonita pensión.

Es la ausencia misma de un servicio militar lo que ahora permite al gobierno arriesgar las vidas de los jóvenes sobre los supuestos endebles de tácticas legislativas. Una opinión pública apática mira para otro lado. No nos inquieta. Si «ellos» eligen alistarse en el ejército, entonces «ellos» también eligen morir. Si no fuera por el dinero probablemente podríamos combatir en Afganistán para siempre.
Richard Blumenthal tiene mi misma edad más o menos. Hasta trabajamos en el Washington Post juntos. Tenía títulos para aburrir – Harvard, Cambridge, Yale, etc. No teníamos casi nada en común excepto la tesitura en la que se encontraba nuestra generación – luchar o no en Vietnam. Sigo leyendo cómo traiciona Blumenthal a una generación de jóvenes que lucharon realmente. Puede que sí. Pero ciertamente él traicionó a los que no.

Richard Cohen
© 2009, Washington Post Writers Group
Derechos de Internet para España reservados por radiocable.com

Sección en convenio con el Washington Post

El respaldo casi inquebrantable que siempre se ha dado a  Israel desde EEUU se debe en buena parte al compromiso de la élite judío americana y el consiguiente lobby. Pero este apoyo podría estar en riesgo, según el periodista judío Peter Beinart, debido al cambio generacional que se avecina.

En una tesis, de la que se ha hecho eco el blog Obama World, sostiene que los jóvenes judíos norteamericanos no se muestran tan identificados con la causa de Israel como sus mayores, debido a la forma de actuar del gobierno de Tel Aviv en los últimos 30 años.

Manifestacion de judios contra la politica de Israel
(Foto: Flickr/Franco Folini)

Otro artículo del diario israelí Haaretz reflexiona sobre este mismo tema y habla de desengaño en la «historia de amor» entre los jóvenes judíos americanos y el sueño sionista por un exceso de utopía. Y medios de EEUU como The Atlantic han abierto el debate sobre el posible «abandono» de Israel.

En el ensayo publicado en el New York Review of Books, Beinart explica que la mayor parte de la actual élite judía de EEUU creció con la situación de Israel de los años 50, 60 y 70, cuando todo era cuestión de suprevivencia. De entonces datan los ataques que motivaron la Guerra de los Seis Días o la de Yom Kippur.

Pero a partir de 1982, la situación empieza a cambiar. Desde las matanzas de Sabra y Chatila en el Libano, los judíos americanos perciben de diferente forma las acciones del gobierno de Israel. Ya no son vistos como la única democracia en la región rodeada de enemigos que niegan su derecho a existir y que debe defenderse sino que son un actor con un gran poder en Oriente Medio, que lleva a cabo políticas agresivas: la construcción de asentamientos, la posibilidad de arrebatar la ciudadanía a los árabes israelíes, el denigrante trato a los palestinos, las operaciones de castigo….

Beinart cita un estudio llevado a cabo entre universitarios judíos de EEUU en 2003. Pretendían averiguar por qué los jóvenes no eran tan activos como sus mayores a la hora de defender a Israel de las críticas que le formulaban en los campus. Frank Luntz un consultor político republicano reunió a grupos de estudiantes judíos para hablar de su compromiso religioso y su conexión con Israel. Y se dio cuenta de que estos ya mostraban su distanciamiento al referirse a la situación como de «ellos» en vez del habitual hasta entonces «nosotros».

Luntz también averiguó que la nueva generación de judíos norteamericanos considera legítimo criticar la posición de Israel y defienden la necesidad de establecer un debate abierto y franco. Además los jóvenes mostraban «desesperadamente» deseos de paz y una mayor comprensión hacia el sufrimiento de la población palestina, distanciándose de los estereotipos que los señalan como violentos y llenos de odio.

Otros estudios indican una tendencia similar en EEUU, los judíos no ortodoxos se sienten mucho menos comprometidos con Israel que sus padres, y mucho no profesan ningun tipo de pensamientos positivos hacia el Estado hebreo. Por tanto el apoyo incondicional a Israel viene sobre todo de las familias de judíos ortodoxos y se corre el riesgo de que este colectivo sea el único sustento incondicional desde EEUU de la causa israelí.

Por ello ya hay quien se pregunta si todo esto, unido a algunas consideraciones demográficas,  puede terminar provocando que la actual generación de judíos americanos abandone a Israel, sobre todo si no se abre un debate profundo sobre los errores del Estado hebreo.

Pnacarta de judíos contra Israel
(Foto: Flickr/O-Spice)

E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. En junio de 1969, el caudal del Río Cuyahoga que discurre a través de Cleveland bajaba tan contaminado que prendió. La revista Time describía de esta manera el Cuyahoga: «Marrón chocolate, viscoso, libera burbujas de gases subterráneos, más que discurrir rezuma».

El espectáculo de un río en llamas ayudó a movilizar al movimiento ecologista, y al año siguiente, con Richard Nixon como presidente, se creaba la Agencia de Protección Medioambiental. En 1972, el Congreso aprobaba la histórica legislación de la Ley de Agua Limpia. Hoy el Cuyahoga está lo bastante limpio para albergar más de 40 especies de peces.

Todavía no conocemos el alcance total del desastre medioambiental que se desarrolla en el Golfo de México — el impacto sobre la fauna acuática y las aves, las piscifactorías, el turismo, la delicada ecología de las marismas y los islotes. Sí sabemos, sin embargo, que es el peor vertido de crudo de la historia de nuestra nación, superando con creces el incidente del Exxon Valdés. Y tal vez las impactantes imágenes que llegan del Golfo de peces muertos, pelícanos embadurnados de petróleo y costas salpicadas de «espuma marrón» vuelvan a centrar la atención en la necesidad de preservar el medio ambiente, no sólo de explotarlo.

«Drill, baby, drill» no es sólo el inapropiado canto que recordamos de la Convención Nacional Republicana hace dos años. Es una buena indicación de lo que se ha desplazado el espíritu nacional. El reglamento medioambiental es considerado imposición burocrática – no un seguro contra potenciales catástrofes, y desde luego no un imperativo moral.

Sí, muchos estadounidenses se sienten bien asumiendo las propuestas del ecologismo. Hemos hecho una religión del reciclado, lo que es un cambio importante. Apagamos las luces si no vamos a estar en una habitación — y hasta empezamos a usar bombillas ecológicas. Algunos de nosotros, aunque no los suficientes, entendemos la amenaza a largo plazo que plantea el cambio climático; una minoría entre aquellos que viendo el peligro hasta están dispuestos a hacer cambios en su estilo de vida para tratar de evitar la peor de las situaciones.

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Pero en donde se lleva a la práctica la teoría – en el terreno de la legislación pública – hemos vuelto a nuestras costumbres pre-ilustración. Siempre que hay un conflicto entre gestión medioambiental y crecimiento económico, gana el beneficio a corto plazo.

Barack Obama es, es muchos sentidos admirables, nuestro presidente más progresista en cuestión de décadas. Pero como ecologista, hay que asumirlo, no es ningún Richard Nixon. Antes de saltar la plataforma Deepwater Horizon — liberando, según algunas estimaciones, hasta un millón de galones de crudo al Golfo de México cada día durante más de un mes — Obama había anunciado planes de permitir la prospección petrolera en mar abierto. «No estoy de acuerdo con la noción de que no deberíamos hacer algo», decía Obama en aquel momento. «Resulta, por cierto, que las plataformas petroleras de hoy por lo general no provocan vertidos. Son muy avanzadas tecnológicamente».

Obama se ha distanciado sabiamente de esa decisión. La tecnología utilizada en la prospección en profundidad resultó estar muy por delante de la tecnología necesaria para cortar un vertido si algo va mal – esencialmente, igual que retocar un vehículo para duplicar su velocidad máxima sin pensar en actualizar el frenado. Nadie con las competencias para corregirlo reparó, aparentemente, en este descuido.

Las invitaciones a que Obama «se haga cargo» de alguna forma de la respuesta suenan huecas. ¿Hacerse cargo de qué? La intervención directa no ha sido nunca el papel del gobierno en este tipo de situaciones. BP y las demás petroleras tenían los autómatas submarinos y la experiencia bajo el agua. Otras empresas privadas son propietarias y manejan los limpiadores de superficie que separan el crudo del agua. No existe ninguna reserva pública de las redes de superficie necesarias para proteger las playas y las marismas de Louisiana; son fabricadas por empresas privadas y están siendo utilizadas por pescadores en paro.

Obama ha replanteado su entusiasmo por la prospección en mar abierto. Ahora él, y el resto de nosotros, debe replantear la cuestión más genérica – el equilibrio entre desarrollo económico y protección medioambiental. A largo plazo, nuestros recursos naturales son todo lo que tenemos. Protegerlos ha de ser una prioridad más urgente que la que le han dado nuestros presidentes recientes, entre ellos Obama.

La política energética es una de las prioridades de Obama. Habla de «carbón de gasificación», que creo es un oxímoron, y prefiere las tecnologías – como la recogida de emisiones y el secuestro de gases liberados – que son novedosas y de eficacia desconocida. Los riesgos para el medio ambiente han de ser un motivo de preocupación central y fundamental, no la ocurrencia de última hora. Impidamos ya el próximo Deepwater Horizon.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
© 2009, Washington Post Writers Group
Derechos de Internet para España reservados por radiocable.com

Sección en convenio con el Washington Post

El control de los mensajes

Tras abordar un barco de bandera turca en aguas internacionales Israel ha difundido y enviado a los medios de comunicación un vídeo que ha dado la vuelta al mundo y que muestra las siluetas de varias personas golpeando con palos algo o a alguien. Israel asegura que esas son las siluetas de activistas de la flotilla y que lo que golpeaban eran soldados israelíes.

No podemos saber si ese vídeo se corresponde con la realidad, ya que Israel no ha permitido a los integrantes de la flotilla cargada con ayuda humanitaria comunicarse con el exterior ni durante el asalto ni posteriormente. De este modo solo se difunde, al menos por el momento, el mensaje y las imágenes escogidas por las autoridades israelíes.

Es una táctica habitual: En diciembre de 2008 y enero de 2009, durante los ataques israelíes contra Gaza que provocaron una masacre con más de 1.400 palestinos muertos, Israel no permitió la entrada a la Franja de ningún periodista. Pretendía así que solo se difundiera un mensaje, el enviado desde el lado israelí, y que solo se emitieran unas imágenes, las filmadas en el lado israelí.

La legitimidad de la flotilla

Pero lo cierto es que en el caso de lo ocurrido ayer, aunque aún no tengamos acceso a todas las versiones, sí disponemos de herramientas suficientes para concluir que la acción llevada a cabo por el Ejército israelí fue ilegal. Abordó un barco de bandera turca en aguas internacionales, una acción definida como acto de piratería por Naciones Unidas, mató a al menos diez personas e hirió a 30 más. Que los activistas de la flotilla hubieran mostrado resistencia no justificaría la acción israelí, ya que, tal y como establece la ley, es legítimo defenderse de los ocupantes armados que toman un barco.

Es legítimo también el objetivo de la flotilla de llevar ayuda humanitaria a Gaza y romper el bloqueo israelí en la Franja. Gaza sufre una crisis humanitaria: sus habitantes no disponen de productos básicos, faltan alimentos, medicinas, equipamiento para fábricas. Solo funcionan cien de las casi cuatro mil empresas que operaban antes del bloqueo, los cortes de luz son muy frecuentes y escasea combustible incluso para mantener en funcionamiento las máquinas de ventilación asistida de los hospitales. Recuerdo que la última ve que estuve en Gaza, hace un par de años, muchos palestinos llenaban el depósito de sus coches con el aceite que sobraba de cocinar y freír falafel. El olor impregnaba calles enteras.

La impunidad de Israel

Turquía -turco era el barco atacado- es miembro de la OTAN. El artículo quinto de este organismo internacional contempla la posibilidad de que sus países miembros respondan militarmente a la agresión contra uno o más integrantes de la Alianza Atlántica. Este artículo tan solo se ha aplicado en una ocasión: tras los atentados del 11-S.

Es altamente improbable (imposible) que la OTAN invoque ahora dicho artículo como reacción al abordaje israelí del barco turco y desde luego es deseable que no lo haga. Pero la naturaleza provocadora de esta acción de Israel sí nos lleva a preguntarnos si el gobierno de Tel Aviv busca afianzar la impunidad de sus acciones o si quizá se guía por la premisa de ??cuanto peor, mejor?, ya que precisamente los periodos de mayor conflicto han servido a Israel para anexionarse más territorio y hacerse fuerte gracias a su supremacía militar, que al fin y al cabo, en la realidad actual, es la que manda frente a la supremacía moral o a la legitimidad.

Cuando nunca pasa nada

Israel lleva décadas actuando de manera ilegal. Piensa que la comunidad internacional nunca va a tomar represalias suficientemente efectivas que le obliguen a frenar su política basada en el terror y la mano dura. Lo piensa porque ni Europa ni Estados Unidos han adoptado medidas ante el incumplimiento continuado por parte de Israel de las resoluciones de Naciones Unidas.

Lo cree porque no hubo consecuencias cuando mató a mil cuatrocientas personas en Gaza en las navidades 2008-2009. Ni hubo represalias cuando en 2006 acabó con la vida de más de 400 personas en Gaza durante la Operación Lluvia de Verano; ni cuando en 2002 asedió varias ciudades cisjordanas, aisló a Arafat en la Mukata y mató a más de 500 palestinos; ni cuando participó en el asesinato de 1.700 civiles palestinos en los campos de refugiados de Sabra y Chatila en 1982.

Tampoco ocurrió nada cuando Israel ocupó de manera ilegal los territorios palestinos, el Sinaí egipcio, los Altos del Golán sirios y Jerusalén Este en 1967. Ni cuando ocupa Jerusalén Este en la actualidad; ni cuando el Estado israelí subvenciona y beca, a modo de incentivo, a quienes ocupan tierras palestinas, para fomentar el crecimiento de territorio anexionado.

No ocurre nada cuando Israel destroza con bombardeos infraestructuras palestinas construidas con dinero europeo. No pasa nada, para eso estamos, para mirar a otro lado, y seguir poniendo dinero. Ah! El dinero. Llegará un momento en el que nos preocupe más el bienestar de nuestras riquezas que el de nuestros hijos. Vamos encaminados a ello.

Hace tan solo unos días Israel fue aceptado como miembro de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, que agrupa a los países más avanzados y desarrollados del planeta. Es el llamado club de los países ricos. Dicho organismo exige a sus miembros respetar los derechos humanos y la legislación internacional. Por eso mismo varias organizaciones defensoras de los derechos humanos solicitaron a la OCDE que, siguiendo su propia normativa, no aceptara a Israel como socio. Las protestas fueron en vano.

Las relaciones de la UE y España con Israel

Israel es un socio de primera para la Unión Europea y Estados Unidos. Y para España. En los últimos catorce años nuestro país ha exportado armas y material de doble uso a Israel por un valor que ronda los 35 millones de euros, según un riguroso informe aparecido recientemente sobre las relaciones militares entre España e Israel. Tales exportaciones de material militar a Israel violan los criterios del Código de conducta de Exportación de Armas de la UE, criterios que indican que no se exportará armas a aquellos países que pudieran usarlas con fines de represión interna, para agredir a otro país o para imponer por la fuerza una reivindicación territorial.

Israel es socio preferente en materia comercial de la Unión Europea, a través de un Tratado Preferencial que entró en vigor en el año 2000 y cuyo artículo dos establece la suspensión de dicho tratado en caso de que una de las partes vulnere los derechos humanos y el derecho internacional. En vista de que dicho tratado no se ha suspendido nunca, parece que la UE no ve vulneración de los derechos humanos en ninguna de las matanzas perpetradas por Israel; habrá que deducir que la UE considera que el robo de tierras palestinas, las políticas discriminatorias y las leyes israelíes que permiten que se encarcele a palestinos sin cargos ni juicio están dentro del marco de los derechos humanos.

Si nuestros gobierno no se mueven, movámonos nosotros. Pidamos públicamente la adopción de medidas para frenar la carrera hacia el abismo de Israel. Solicitemos la suspensión de las relaciones comerciales con el Estado israelí. O planteemos su expulsión de la ONU, una propuesta que no debería herir la susceptibilidad de nadie, teniendo en cuenta el desprecio que Israel muestra hacia dicho organismo internacional, cuyas resoluciones incumple de manera sistemática y cuyas sedes en Gaza bombardeó al menos cuatro veces en la última operación militar contra la Franja.

Tarde o temprano llegará la cordura. Y cuando eso ocurra nos gustará pensar que llevábamos tiempo participando de ella?

El certamen lo ha lanzado el Gobierno de La Rioja para promover el turismo en esta comunidad, pero varios sitios de emprendedores lo han acogido como una oportunidad para poder desarrollar un proyecto con un respaldo que no suele ser frecuente. El premio es un año sabático en La Rioja -con alojamiento en casas rurales, comida, coche, ordenador, movil y sueldo de 2.000 euros al mes- que el ganador puede utilizar como quiera. Varios videos de Youtube publicitan la iniciativa.

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El eslógan del concurso es algo asi como «¿Necesitas un año sabático para desarrollar tu proyecto? En La Rioja buscamos gente como tú». Y puede participar cualquier persona que lo desee. Basta rellenar un formulario y explicar el proyecto que se quiere poner en marcha. Mediante votaciones a través de Internet y la selección de un jurado se elegirá el proyecto ganador.

Eso sí, el premio conlleva también algunas obligaciones: el ganador tendrá que contar su experiencia en un blog y en las redes sociales y asistir a actos, visitas guiadas, viajes, y otras actividades que los organizadores determinen. Este aspecto es señalado por algunos emprendedores como una de las «pegas» de esta oportunidad, pero muchos ven más pros que contras.

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Colombia está a las puertas de elegir un nuevo presidente que sustituya a Alvaro Uribe. Los resultados de las elecciones del domingo han deparado una segunda vuelta entre Juan Manuel Santos, el delfín de Uribe, y Antanas Mockus, el candidato del Partido Verde. Los sondeos parecen decantarse claramente por Santos, pero éste haría bien en no confiarse. Mockus ya ha demostrado que es un hombre de recursos. En un debate en 2007 dejó en evidencia a un rival en televisión con una simple pregunta moral envenenada.

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El candidato era Samuel Moreno y se presentaba a la Alcaldía de Bogota por el partido Polo Democrático. Antanas Mockus, ex alcalde de la ciudad era un opositor a Moreno, aunque no concurría a las elecciones. Con su pregunta-trampa sobre la compra de votos para evitar un mal mayor y la torpe respuesta de Moreno convulsionó la campaña y estuvo a punto de costarle el triunfo al candidato del Polo.

El candidato del Partido Verde, que es matemático de profesión, es un político muy poco convencional. Cuando fue alcalde, llenó las calles de Bogotá de mimos que invitaban a los transeúntes a cruzar las calles por los pasos de cebra. Y repartió tarjetas amarillas y rojas para que los ciudadanos censuraran o aprobaran el comportamiento cívico de sus vecinos.

Curiosamente las opciones de Antanas Mockus para la segunda vuelta contra Juan Manuel Santos pasan por lograr el apoyo de otros grupos políticos derrotados en estas últimas elecciones. Y el partido clave para tener alguna opción es ironicamente el del Polo Democrático, el mismo al que pertenece Samuel Moreno.

Antanas Mockus
(Foto: Flickr/Daniel Hernandez)

La declaración de la ONU sobre la intervención militar de Israel, -brutal pero sobre todo ilegal-, en aguas internacionales que ha provocado una decena de muertos, es paradigmática del mundo que vivimos:

…el Consejo de Seguridad pide la apertura de una «una investigación rápida, imparcial, creíble y transparente» para aclarar al ataque a la flotilla humanitaria.

En esa misma línea se pronunció ayer la UE en cuyo texto de sutil protesta reclama a las autoridades hebreas «una investigación inmediata, completa e imparcial»

Dejando a un lado que tales declaraciones -llenas de matices y ausentes de contundencia-,  costaron horas de discusión, lo que queda claro es la indefensión de la ciudadanía ante el mundo que vivimos.

El mundo se globaliza pero las instituciones democráticas no lo hacen paralelamente. ¿De verdad se pretende dejar en manos de las autoridades israelíes que provocaron la matanza, la investigación? ¿Es este el concepto de justicia que tienen la UE y las Naciones Unidas?

Israel se permite asaltar a sangre y fuego en aguas internacionales una flotilla humanitaria causando una decena de muertos y no hay un organismo internacional capaz de juzgar fuera de Israel, de forma realmente independiente, lo ocurrido. Es la contradicción del tiempo que vivimos: todo el mundo desarrollado quiere globalizar la economía, el comercio, el ejército y el imperialismo, pero se niega a globalizar también las instituciones, los tribunales, los controles democráticos.

Quiero que se me entienda bien: no tengo nada en contra de Israel ni de los EEUU, ni de la UE, ni de las Naciones Unidas. Pero me niego a caer en la falacia de la autoridad moral de los fuertes. No desde Europa, no desde nuestra tradición democrática.  La justicia es otra cosa, nacida para proteger a los que sufren.

Un vídeo distribuido en youtube por el Ministerio de Asuntos exteriores israelí muestra los «ejemplos de las armas encontradas en el barco» abordado por el ejército de ese pais. Pero en él pueden verse unicamente tirachinas, canicas y barras de metal.

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El gobierno de Israel, ha distribuido además otros dos vídeos, para justificar la respuesta del  ejército. En ellos se aprecia a los tripulantes golpeando con palos a los militares.