Hoy se celebra el día de Internet.

La red ha cambiado el mundo y está transformando de forma incalculable a la sociedad. Hoy, debe ser, por tanto, un día de celebración para quienes, conscientes de ello, viven nuestra época, nuestra generación.

Pero la biblioteca de Alejandría más importante de la historia, la red, tal y como la conocemos, también tiene enemigos, incluso algunos que no saben que lo son.

Sus mayores enemigos, en todo el planeta, son los totalitarismos y la brecha digital. Ellos impiden que todos -incluso los que menos tienen- puedan acceder a la misma información, a la misma cultura.

La red debe defenderse además del conservadurismo de quienes creen que hay que utilizar soluciones antiguas, para problemas nuevos. Hoy el mayor enemigo de la red en España se llama Ángeles González Sinde. Es Ministra de cultura, y si la sociedad no lo impide, terminará con la Internet que conocemos. Para siempre.

Un nube vista desde el espacio
(Foto: Flickr/Nasa1fan/MSFC)

Desde siempre el hombre ha mirado con fascinación las diversas formaciones nubosas que pueblan nuestros cielos. Bajo nombres como cumulonimbos, cirros o estratocúmulos se pueden admirar desde la tierra fascinantes espectáculos visuales creados por el enfriamiento del aire y la condensación del vapor de agua. Y ahora gracias a los satélites, también se pueden ver las nubes desde el espacio.

En la red varias web recogen este fenómeno, pero la revista Wired ha seleccionado una nueva galería de imágenes captadas desde satélites de la Nasa con algunas de las formaciones más impactantes: vortex, ondas, espirales, huellas… cuyo esplendor se admira aun mejor desde la órbita. En Flickr además se pueden ver otros ejemplos.


(Foto: Flickr/Nasa1fan/MSFC)

 

Nube desde el espacio
(Foto: Flickr/Nasa1fan/MSFC)

 
(Foto: Flickr/Nasa Goddart)


(Foto: Flickr/Nasa1fan/MSFC)

Durante más de 40 años un retrato del dictador Francisco Franco en la ciudad de Sahagún llevó ocultó por detrás  un documento que reconocía al municipio por haber sido el segundo del país en proclamar la II República. La historia la revela el Diario de León, que inlcuye una foto del manifiesto y cuenta como lo encontraron, tras la llegada de la democracia, funcionarios públicos al retirar el retrato del «Generalísimo» que había presidido durante cuatro décadas el salón de plenos del ayuntamiento.

Retrato Franco
(Foto: Flickr/Iesluisvelez)

Se trataba de una declaración del Gobierno de la República otorgando a Sahagún, en el año 1931, el título de «muy ejemplar ciudad» al haber sido su alcalde, Benito Pamparacuatro, el segundo del país, después del de Eibar, en declarar la abolición de la monarquía de Alfonso XIII y la implantación de la II República Española.

La imagen de Franco y este manifiesto republicano «convivieron» pegados durante 40 años. El documento decía «concurriendo en la ciudad de Sahagún circunstancias análogas a las que determinaron el Decreto de 29 de abril del corriente año, por el que se rendía homenaje de justicia a las ciudades de Jaca y ?ibar, y mereciendo también un reconocimiento público y perdurable la despierta civilidad de Sahagún, que proclamó la República en la madrugada del 13 al 14 de abril, con espontáneo y vibrante gesto de civismo y democracia…».

El alcalde de Sahagún tras las elecciones del 12 de abril de 1931 fue Benito Pamparacuatro cuyo segundo apellido, ironicamente era… Franco. A las 7h30 de la mañana del 14 de abril, aunque aun no había sido nombrado alcalde oficialmente,  proclamó la República en el municipio colocando en el balcón del Ayuntamiento la bandera tricolor. Tras el golpe de estado del 18 de julio de 1936 Pamparacuatro fue recluido en San Marcos y asesinado por militantes de la Falange. Tenía 39 años. [visto aqui]

Un cartel de Shagun
(Foto: Flickr/Psoesahagun)

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El cuadernillo lo distribuyó la revista El Jueves  cuando Aznar aspiraba a la Presidencia del gobierno. Como se puede presuponer, el librillo tenía las páginas en blanco. La revista acompañaba este manantial de ideas liberales con un «carnet del PP», «a favor del patriota» y una pequeña fotografía en la que podías pegar tu cara para demostrar lo apegado que estabas al creativo líder.

Me he acordado de todo esto hoy, porque ayer desglosó sus recetas para la economía española.

Venía a ser parecido. Eso sí, añadió una nueva: En sus 7 puntos liberales abogó por quitar las subvenciones a las renovables… como política energética.

Recuerda a su amigo Bush, que propuso talar los bosques para evitar los incendios. Con un par.

 

Si yo es que quiero olvidarme de él, pero cada vez que habla me lo impide.

 

 

E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. «¡Que sale Lena Horne!»

Cuando era joven, esas palabras eran la señal de dejar todo y correr al salón, donde Ed Sullivan o Perry Como o Dean Martin acababa de presentar a la próxima artista. En aquel momento no entendía por qué era impensable perderse alguna de las apariciones de Horne. No me daba cuenta de que era una de las artistas estadounidenses más significativas del siglo XX — y desde luego no me daba cuenta de lo marcada que estaba por su pionero éxito.

Horne, que falleció el domingo a los 92 años, era una infiltrada. Atravesaba con confianza puertas que habían estado cerradas a los artistas afroamericanos, y fue capaz de hacerlo porque la audiencia blanca no sólo la consideraba hermosa y con talento, sino también nada amenazante. Más adelante, dio alguna idea de lo difícil que había sido interpretar ese papel.

«Mi identidad está muy clara para mí ahora mismo», declaró cuando tenía 80 años. «Soy una mujer negra. Soy libre. Ya no tengo que ser un ‘referente’. No tengo que ser un símbolo para nadie; no tengo que ser la favorita de nadie. No tengo que ser la imitación de la mujer blanca que Hollywood esperaba más o menos que me convirtiera. Soy yo, y soy única».

En la práctica era distinta. Tenía piel oscura, con el suficiente bronceado en su complexión como para hacer evidente que no era blanca. Su nariz era aguileña, casi respingona; su pelo, en la moda de la época, siempre estaba planchado. Era, se mire por donde se mire, un bellezón. Pero sabía que la ambigüedad racial de su apariencia le permitía alcanzar un nivel de estrellato inalcanzable para los cantantes y los actores que se aproximaban más a la imagen de «negro» que tenían los blancos de América.

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No había ambigüedad, sin embargo, en su imagen de sí misma como mujer negra — ni en sus claras opiniones sociales y políticas. Fue la primera artista negra en firmar un contrato a largo plazo con uno de los principales estudios de Hollywood, ganando 1.000 dólares a la semana de MGM en los años 40; ganó miles más haciendo bolos en la radio y los clubs, y en 1945 era descrita en un artículo de revista como «la principal artista negra de la nación».

MGM la encajó en una serie de musicales, grabando no sólo su voz sino su belleza y su sofisticación. Pero el estudio se aseguró de que sus escenas pudieran ser editadas con facilidad de las películas destinadas a exhibirse en los locales del Sur, donde la audiencia no habría aceptado un actor negro que no interpretara el papel de un salvaje o un criado. Al mismo tiempo, Horne era envidiada y hasta criticada por otros actores negros en Hollywood obligados a interpretar papeles de salvajes o criados para tener algún papel.

«No me daban papeles de sirvienta, pero tampoco me daban grandes papeles», escribía Horne en su autobiografía. «Me convertí en la mariposa de exposición, cantando en la meca del cine».

Horne fue siempre clara en cuestiones de derechos civiles. Durante la Segunda Guerra Mundial, denunció la forma en que eran tratados los soldados negros en el Ejército segregado — los que la habían convertido en la chica de portada popular, esencialmente la Betty Grable negra. Su negativa a actuar para audiencias segregadas le valió la expulsión de las giras para animar a las tropas.

Horne achacaba a su activismo y sus amistades la decadencia de su carrera cinematográfica después de que el contrato con MGM expirara en 1950; el actor Paul Robeson y el académico W.E.B. Du Bois, conocidos ambos por sus opiniones de extrema izquierda, se contaban entre sus amigos íntimos. No hay pruebas sin embargo de que fuera vetada realmente. Los gustos cambian, y los musicales pasaron de moda. Para cuando los actores negros empezaron a interpretar papeles de cierta carga dramática en las películas, a Horne ya se le había pasado el momento.

Ella no era una gran cantante como Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan. Hattie McDaniel y Dorothy Dandridge eran mejores actrices. Pero Lena Horne fue una figura mucho más importante de la historia social estadounidense, porque fue capaz de superar el vacío entre blancos y negros como nadie. Podía ser franca, hasta estridente en su defensa de los derechos civiles; podía ser una mujer negra orgullosa defensora de las causas afroamericanas y que se negaba a pasar al anonimato. Pero sabía hacer todo esto sin parecer nunca ajena.

Podía aparecer en el programa de Ed Sullivan y cantar «Stormy Weather», y llenar el escenario — una revolucionaria glamorosa y elegante que ayudó a cambiar la forma en que los estadounidenses distinguen entre blancos y negros.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington.– El sistema funcionó. Las autoridades respondieron al atentado frustrado de Times Square como cualquiera – demostrando, una vez más, que ver el terrorismo exclusivamente en un contexto militar es erróneo. También es una cuestión policial.

Que Faisal Shahzad fuera detenido apenas 53 horas después de que presuntamente abandonara un todoterreno de lujo en un cruce de calles de Manhattan es verdaderamente motivo de thriller cinematográfico. Como sugería el comisario de la policía de Nueva York Ray Kelly, sólo el cazador de terroristas ficticio Jack Bauer del programa de televisión «24» de la Fox lo habría hecho mejor. Y al contrario que Bauer, los agentes reales de policía y agentes del FBI que resolvieron el caso ni siquiera tuvieron que torturar a alguien.

El incidente entero demuestra el valor del trabajo policial de siempre – y novedoso – a la hora de combatir la amenaza terrorista. Los policías de Nueva York hacían la ronda en las inmediaciones cuando unos trileros repararon en un vehículo sospechoso, que emitía ruidos de combustión y humo. La ciudad cuenta con una sofisticada unidad de artificieros que pudo desactivar con rapidez el coche-bomba casero. A partir del número de identificación del bastidor del vehículo, la policía encontró al último propietario del Nissan Pathfinder, que había vendido hacía poco el vehículo a un joven a cambio de metálico.

La policía y el FBI identificaron a Shahzad analizando las llamadas telefónicas realizadas con un teléfono móvil desechable. Entonces se produjo la única mancha en el estelar funcionamiento de las autoridades: los detalles de la investigación empezaron a filtrarse a las organizaciones de prensa, y los reporteros prácticamente acompañaron a la policía y el FBI hasta el escondite de Shahzad en Connecticut, según la crónica de la radio pública.

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El FBI le puso bajo vigilancia, pero al parecer Shahzad ya sabía que las autoridades estaban buscando a un varón de ascendencia paquistaní residente en su vecindario. Eso estrechó el cerco incómodamente, y al parecer Shahzad decidió salir corriendo. Los agentes del FBI que al parecer le perdieron la pista en una tienda de ultramarinos trabajaban en desventaja. Sabedor de que le seguían, optó por darles esquinazo.

El nombre de Shahzad fue añadido a la lista de exclusión aérea, exactamente donde debía haber estado. Si Emirates Airlines hubiera comprobado la lista actualizada, nunca habría podido embarcar en el vuelo con destino a Dubai. Pero, de nuevo, el sistema finalmente funcionó: La lista de pasajeros fue enviada de manera rutinaria a un centro de contraterrorismo para su examen final, y premio, el FBI había encontrado a su hombre. Llegaron justo cuando la puerta del aparato había sido cerrada pero antes de que el piloto hubiera llevado el aparato a pista.

Fue una especie de persecución. Pero es así como va a ser la lucha contra el terrorismo. La gente intenta hacer cosas malas, intenta esconderse, intenta escapar. El motivo de tener sistemas redundantes – una lista de pasajeros comprobada varias veces – es que los terroristas pueden aprovechar lagunas en una pero ser sorprendidos por la siguiente.

Shahzad fue detenido y acusado bajo el código civil. Fue interrogado antes de leerle sus derechos, dentro de la excepción adecuada por motivos de seguridad pública. Una vez leídos sus derechos, al parecer sigue hablando. No todos los terroristas imputados van a ser igual de charlatanes, pero el historial de los interrogadores civiles obteniendo información de esos sospechosos es bastante limpio. El terrorista detenido el día de Navidad, Umar Farouk Abdulmutalab, al parecer habló un poco, después guardó silencio, y después volvió a hablar. En ambos casos las autoridades dicen haber obtenido información valiosa y útil.

De manera que esto puede que acalle a aquellos que gritan «tribunales militares» después de cada atentado frustrado. No hay motivo para creer que los interrogadores militares habrían obtenido más información — o a esos efectos, que los tribunales militares serán más duros con los sospechosos de terrorismo. En las salas de lo civil, demuestran los antecedentes, los fiscales encuentran en general lo que buscan: condenas y penas duras.

¿Ratifica algo de esto el deseo del fiscal general Eric Holder de pretender juzgar a Jalid Sheik Mohammed, presunto cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001, en una sala federal civil? La idea es cuestionable puesto que el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg puso reparos a la idea de Holder de celebrar el juicio en el bajo Manhattan. El hecho de que el atentado frustrado de Shahzad tuviera lugar en Nueva York sin duda eleva la probabilidad de que el caballero conocido como KSM sea llevado ante la justicia en un proceso militar.

¿Deberían hacernos sentir más seguros los sucesos de la última semana? Es alarmante que un ciudadano estadounidense sea acusado de un acto ruin. No hay garantías de que el próximo ataque sea tan chapucero como los que presuntamente intentaron perpetrar Shahzad y Abdulmutalab.

Pero la ciudadanía alerta y la labor policial impecable hacen las veces de nuestra primera línea de defensa — y se mantiene bien.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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As lágrimas do Juiz Garzón hoje são as minhas lágrimas. Há anos, a um meio-dia, tomei conhecimento de uma notícia que foi uma das maiores alegrias da minha vida: a acusação a Pinochet. Este meio-dia recebi outra notícia, esta das mais tristes e desesperançadas: que quem se atreveu com os ditadores foi afastado da magistratura pelos seus pares. Ou melhor dito, por juízes que nunca processaram Pinochet nem ouviram as vítimas do franquismo.

Garzón é o exemplo de que o camponês de Florença não tinha razão quando, em plena Idade Média, fez dobrar os sinos a finados porque, dizia, a justiça havia morrido. Com Garzón sabíamos que as leis e o seu espírito estavam vivos porque as víamos actuar. Com o afastamento de Garzón os sinos, depois do repique a glória que farão os falangistas, os implicados no caso Gürtell, os narcotraficantes, os terroristas e os nostálgicos das ditaduras, voltarão a dobrar a finados, porque a justiça e o estado de direito não avançaram, nem terão ganho em transparência e quem não avança, retrocede. Dobrarão a finados, sim, mas milhões de pessoas sabem reconhecer o cadáver, que não é o de Garzón, esclarecido, respeitado e querido em todo o mundo, mas o daqueles que, com todo o tipo de argúcias, não querem uma sociedade com memória, sã, livre e valente.

José Saramago

«Las lágrimas del Juez Garzón hoy son mis lágrimas».

«Hace años, un mediodía, recibí una de las mayores alegrías de mi vida: la acusación a Pinochet. Este mediodía, recibí otra noticia, esta de las más tristes y desesperanzadoras: que quien se atrevió con los dictadores es apartado de la magistratura por sus iguales. O mejor dicho, por jueces que nunca procesaron a Pinochet ni oyeron a las víctimas del franquismo

Garzón es el ejemplo de que el campesino de Florencia no tenía razón cuando, en plena Edad Media, hizo sonar las campanas a difunto porque, decía, la justicia había muerto. Con Garzón sabíamos que las leyes y su espíritu estaban vivos porque las veíamos actuar.

Con la suspensión de Garzón, las campanas, después del repique a gloria que harán los falangistas, los implicados en el caso Gürtel, los narcotraficantes, los terroristas y los nostálgicos de las dictaduras, volverán a sonar a muerto, porque la justicia y el estado de derecho no han avanzado, no han ganado en claridad, y quien no avanza, retrocede.»

Tocarán a muerto, sí, pero millones de personas saben señalar el cadáver, que no es el de Garzón, esclarecido, respetado y querido en todo el mundo, sino de quienes, con todo tipo de argucias, no quieren una sociedad con memoria, sana, libre y valiente.»

 

E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Al menos ya no hay que disimular. La aprobación por parte de Arizona de la mezquina nueva ley de inmigración no tenía que ver con principios elevados ni con la necesidad de mantener el orden público. Al parecer, se trataba de poner a los latinos en su sitio.

Es difícil llegar a otra conclusión tras el último bofetón a los latinos propinado por el estado. El martes, la Gobernadora Jan Brewer aprobaba una legislación que ilegaliza que cualquier curso en la escuela pública «defienda la solidaridad étnica». El principal funcionario de educación de Arizona, Tom Horne, luchó por la nueva ley como herramienta contra un programa en Tucson que enseña a los estudiantes mexicano-americanos su historia y su cultura.

Horne afirma que las clases de Tucson imparten «chauvinismo étnico». Ha denunciado que los jóvenes mexicano-americanos son inducidos falsamente a creer que pertenecen a una minoría oprimida. La forma de desmentir esa noción, al parecer, es aprobar nuevas legislaciones opresoras destinadas estrictamente a los mexicano-americanos. Eso enseñará a los chavales una lección, está claro: Nosotros tenemos el poder. Vosotros no.

Arizona está ya haciendo frente a críticas y boicots a cuenta de su ley «de acoso a los latinos», que en esencia exige a la policía pedir identificación y encarcelar a los inmigrantes indocumentados. Ahora el estado añade insulto a la herida.

La ley de educación arranca con una barroca muestra de estupidez, ilegalizando que las escuelas públicas o concertadas ofrezcan cursos que «promuevan el derrocamiento del gobierno de los Estados Unidos». A continuación pasa de extraña a ofensiva, prohibiendo las clases que «promuevan el resentimiento hacia una raza o clase de personas», que «estén pensadas para alumnos de un colectivo étnico en particular» o que «defiendan la solidaridad étnica en lugar del trato a los alumnos como individuos». Cuando se intenta analizar esas palabras, el efecto es escalofriante.

¿Está permitido, dentro del nuevo código, enseñar historia elemental? Más de la mitad de los estudiantes del distrito escolar unificado de Tucson son latinos, mexicano-americanos la gran mayoría de ellos. El territorio que hoy es Arizona pertenecía en tiempos a México. ¿Puede «promover la desconfianza» entre los estudiantes de ascendencia mexicana enseñar ese dato? ¿Qué pasa con una clase que enseñara a los estudiantes cómo luchaban los activistas por poner fin a la discriminación de los latinos en Arizona entre otros estados de la costa oeste? ¿Alentaría ilegalmente eso a los estudiantes a lamentar la forma en que fueron tratados sus padres y abuelos?

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La legislación tiene una respuesta: A los estudiantes mexicano-americanos, al parecer, no se les debe enseñar a estar orgullosos de su herencia.

Esta violenta arcada anti-latinos en Arizona sólo está motivada por la inmigración ilegal en parte, que ha descendido de forma dramática en los últimos años. En realidad tiene que ver con el miedo y la negación.

Alrededor del 30% de la población del estado es latina, y esa cifra sigue subiendo. Este cambio demográfico ha inducido una sacudida cultural entre algunos habitantes de Arizona que consideran que la vieja estructura del poder sajón está perdiendo peso. Resulta evidentemente amenazador, para cierta gente, que los mexicano-americanos se consideren un colectivo con intereses y agravios comunes — y resulta aún más amenazador que puedan considerarse herederos distantes de los hombres y mujeres que vivían en Arizona mucho antes de que llegaran los primeros colonos británicos.

Para contrarrestar la amenaza, la solidaridad entre los mexicano-americanos ha de deslegitimarse. El propio grupo tiene que ser atomizado — se les debe enseñar a verse como población de individuos sin afiliación. Los vínculos sociales, culturales e históricos que han unido a la gente a través de la frontera mucho antes de que  hubiera frontera deben ser negados.

La lucha por la aceptación de cada minoría es característica, pero no puedo evitar ver parecidos con la era de Jim Crow en el Sur. Los blancos se esforzaban por impedir que «los agitadores» descubrieran la noción de orgullo e injusticia de los afroamericanos. Fracasaron, igual que fracasará la nueva ley de Arizona.

Es importante distinguir entre las inquietudes legítimas de los funcionarios de Arizona y sus motivaciones ilegítimas. El estado tiene desde luego un problema real de inmigración ilegal, y el gobierno federal ha eludido sus responsabilidades en la implantación de una reforma integral que garantizara la integridad de la frontera. Pero Arizona está tomando represalias con medidas que no sólo castigan a los sin papeles, sino que tienen un impacto negativo sobre la ciudadanía mexicano-americana cuyos orígenes se remontan generaciones.

La nueva ley de inmigración es gratuita y absurda. Arizona no puede ser arrancada del suelo y desplazada al medio oeste; está pegada a México. Siempre ha habido familias y tradiciones a caballo entre las dos sociedades, y siempre las habrá. Los mexicano-americanos van a sentirse orgullosos inevitablemente de quiénes son y de dónde vinieron — incluso si reconocer y alentar tal orgullo en el aula va contra la ley.

Ya sabe cómo son los chavales. Lo aprenderán en la calle.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Alrededor del año 1924, el profesor sedujo a su estudiante. ?l tenía 35 años y estaba casado, ella tenía 18 y estaba soltera. ?l era un importante filósofo y ella era una alumna precoz, destinada a hacer grandes cosas sola. ?l iba a ser Nazi y ella era judía — Martin Heidegger y Hannah Arendt. Si se puede entender a los dos, como pareja y por separado, se entenderá al mundo y todos sus misterios. También puede que nunca vuelva a dormir.

La aventura Heidegger-Arendt es un relato muy contado que nunca pierde su atractivo para los escritores. Pero se ha publicado otro libro, ??Stranger from Abroad? de Daniel Maier-Katkin, que era criticado junto a una obra separada sobre Heidegger en la portada del New York Times Book Review del domingo — un lugar de distinción a la altura de estos dos gigantes intelectuales, por no hablar de su prolongada aventura rarísima en términos de afecto. Tras la Segunda Guerra Mundial, Arendt defendió a Heidegger y reanudaron la relación.

La aventura es bastante fácil de entender. Ella era una joven atractiva y él era un caballero robusto de gran vida intelectual, una celebridad destacada cuando para esas cosas no hacía falta bailar o degradarse en televisión. Es más difícil, mucho más difícil, entender o excusar la determinación de Arendt — ¿o era necesidad? — de continuar la relación tras la guerra. Después de todo, Heidegger no era un Nazi de la variante pasiva. Cosechó elogios de Hitler, y siendo rector de la Universidad de Freiburg ayudó a purgar de judíos el claustro — sus mismos colegas.

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En cuanto a Arendt, en los años de posguerra se hizo bastante famosa. Sus crónicas del juicio de Adolf Eichmann para The New Yorker — y más tarde en la obra «Eichmann en Jerusalén» — se convirtieron al mismo tiempo en sensación y obra de consagración de la autora. Ella formuló la frase «la banalidad del mal», tan adecuada que ha sufrido el destino de todos los corolarios, convertirse en clichés. También fue distinguida y odiada por acusar a algunos de sus colegas judíos de complicidad en el Holocausto – un juicio duro a la par que malicioso.

Hannah Arendt no era ninguna «niña» incapaz de superar su primer amor — a menos por supuesto que quisiera serlo. Cualquiera que sea el caso, su maquillaje emotivo no me interesa tanto como el de Heidegger. La suya fue una brillantez única, un filósofo cuyo trabajo se sigue debatiendo. Y aún así su Nazismo no fue producto del simple oportunismo — como fue el caso, digamos, del de Wernher von Braun, que necesitaba del empujón de Hitler para desarrollar sus proyectiles, o del de Herbert von Karajan, que no iba a permitir que una simple cuestión de moralidad se interpusiera entre una carrera ilustre y él. La carrera de Heidegger ya estaba asentada. ?l no tenía que ser Nazi; él quiso  ser Nazi.

Juntos, constituyen una pareja verdaderamente siniestra — dos de los grandes filósofos del siglo XX, con sus genios enfrentados por sus vidas inexplicablemente espantosas: uno apoyaba el Nazismo, la otra le justificaba por hacerlo. En un área crítica no eran más distintos que un gorila y su novia. A modo de precaución, debería de haber estatuas de ellos en cada plaza, y carteleras de ellos sobre los ingenuos que piensan, como pensó románticamente Alan Greenspan una vez de los mercados financieros, que el hombre es racional.

Hubo un tiempo en que yo combatía el concepto de mal. Cuando Ronald Reagan llamó a la Unión Soviética «el imperio del mal», yo lo lamenté. «El mal» sugerido sin motivo, una fuerza que no se puede entender. Esto, a su vez, descarta la opción de dar cabida, y eso es simplemente siniestro. Aun así Reagan estaba en lo cierto al hablar del sistema soviético, al tiempo que George W. Bush se equivocó y fue oportunista en la misma medida algunos años más tarde cuando explotó a Reagan para etiquetar a tres regímenes dispares y sin relación como «el eje del mal» — un absurdo mecánico, una abominación intelectual. Cuidado con los que te dicen no pienses.

Hannah Arendt y Martin Heidegger representan la velocidad de la luz intelectual, el límite absoluto de lo que puede hacer la razón, y la naturaleza insidiosa y laboriosa del mal. La profunda banalidad de la lealtad, de los antiguos afectos o tal vez de la incapacidad de admitir un error cegaba a Arendt ante el mal de Heidegger, y el mal de él le impedía ver sus consecuencias. ?l logró desvincular intelecto de moralidad, y ella no podía separar lo que había sido de aquello en lo que se había convertido. Justo después de la guerra, ella escribió que «el problema del mal será la cuestión fundamental de la vida intelectual de posguerra en Europa» — y después, algunos años más tarde, se marchó a Alemania a recuperar la relación con su antiguo amante. Resulta que no es el mal lo banal. Es el amor.

FE DE ERRATAS: En la columna de la semana pasada, escribí que Newt Gingrich no ha trabajado nunca para una entidad con fines de lucro. Me equivocaba. Es titular de varias empresas que producen beneficios. Lamento el error y le felicito.

Richard Cohen
© 2009, Washington Post Writers Group
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La corresponsal de la revista gala L´Express explica en radiocable.com tras la suspensión de Garzón que para los periodistas extranjeros es dificil explicar por qué un con tantos reconocimiento «puede ser echado solamente porque no les cae bien a sus compañeros». Cécile Thibaud también considera una «vergüenza» que una querella de un grupo como Manos Limpias se haya usado para perseguir a Garzón y eso demuestra que en España el pasado no está resuelto.

Cecile Thibaud

Para Cecile Thibaud se ha demostrado que el objetivo era acabar con Garzón y hacer coincidir tres querellas para «hacer más creible su suspensión, desde fuera es muy absurdo». Cree que tras su investigación del franquismo, desde hace un año «todo estaba organizado para deslegitimar al Juez y esto demuestra que el pasado no está resuelto y no hay un terreno comun para hablar del pasado y el franquismo».

Explica que fuera de España, Garzón es una figura muy, muy conocida: «En Francia si preguntas qué jueces internacionales conocen y te dicen dos. Uno de ellos es Garzón y a veces dudo que haya dos… y esto creo que duele mucho a algunos de sus compañeros de toga».

La corresponsal también asegura que le ha sorprendido la suspensión final del Juez porque «tenían muchas opciones de no ir hasta tan lejos, se habían abierto muchas puertas para sin descalificar directamente al Juez Varela, al Poder Judicial o al Tribunal Supremo, dejar las cosas como estaban. La idea de que Garzón saliese a fuera era una manera de salvar el honor de todos».

Thibaud considera que es posible que algunas de las actuaciones del Juez merecieran algun tipo de sanción o que no debiera haber abierto la investigación sobre el franquismo, pero «eso pasa muchísimas veces». Y cree una vergüenza que haya sido una querella de Manos Limpias «que se querella contra todo el mundo y nunca prosperan» quien siente a Garzón en el banquillo.