Vienen a mi casa, como fueron antes a otras.
Irrumpen ahora, en medio de la noche, golpeando sonoramente la puerta, rompiendo la armonía de la leña.
He mirado desde el ventanuco y no me gusta lo que he visto. Hay hombres de mi pueblo, que departen sin saberlo con otros de otros pueblos que no me gustan. Llevan antorchas.
¡Berlín! -escucho
¡Vamos!,
A lo lejos se oyen perros. A lo lejos.
Es por los viejos -gritan unos, jóvenes, de camisa oscura.
Lo van a pagar los funcionarios -dicen otros , de camisa rosa cuello blanco y corbata celeste.
¿Y los discapacitados? ¿Quién va a subvencionar ahora a las familias? -pregunta una condesa de zapatitos atildados.
No distingo bien entre la bruma, pero creo que en esta turba no están ellos. Ni los funcionarios, ni los mayores, ni los discapacitados. Si veo a un político, veo a un periodista, a un carnicero. Pero en esta turba tampoco mandan ya ellos.
Me abrocho la camisa, bien blanca, y despacio frente al espejo.
El resto ya me lo sé. La culpa es de Zapatero. O vienes o te vienes. No le estarás defendiendo, -preguntarán después.
Está bien planchada. La camisa debe estar bien planchada cuando de apaleamientos se trata. Sobre todo si es uno el que va a recibirlo.
Me pongo delante de la puerta. Miro los zapatos. No están lo limpios que deberían. Los zapatos siempre deben estar limpios, -dice mi madre.
Un último tirón a la camisa. Al otro lado se oyen ruidos.
La mano en un cerrojo. Y en la otra la garrota de Crisanto.
Debí echar aceite en la cerradura, pienso fugazmente. Quizá mañana alguien pueda hacerlo. Tiro del pestillo. La puerta se abre y la sombra se recorta bajo el marco. No veo bien todas las caras. Pronto se distinguirá mejor.
Miro a los ojos de las turbas de la noche.
¡No!. No soy de los que bajan al Ayuntamiento con antorchas en la mano, afirmo. Yo no quiero los cuadros de las paredes, ni los papiros de las estanterías.
Y de pronto algo pasa. Otras luces se encienden. Otras puertas se iluminan. Lo he visto en facebook. No estamos solos.
Anoche llamaron a mi casa.
Pero conmigo que no cuenten.
PD-.
Dedicado a todos aquellos que miran, como yo, con resignación los recortes de dinero. Porque yo, amigos, los únicos recortes que tolero son estos, los que vienen desde la izquierda.
Si no hemos podido legislar con dinero, gritaremos para que se haga con las leyes. Pero serán los nuestros, no los otros.