E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. El Valle del Korengal, al este de Afganistán, fue una ruta de tránsito y refugio ocasional de insurgentes, por lo que el mando estadounidense resolvió expulsar al enemigo y convertir a la población local en aliados. Corría el año 2005. Hacia esta semana, tras cinco años de intensos combates que se cobraron 42 vidas estadounidenses, las tropas norteamericanas se habían abierto camino luchando hasta la mitad del empinado y densamente arbolado valle – que sólo tiene seis millas.

Eso suman cinco años y 42 vidas por tres millas de terreno. El Pentágono anunciaba que las fuerzas estadounidenses se retiran del Korengal, dejando sólo un pequeño destacamento en la boca del valle. Los talibanes probablemente declararán una victoria sobre los «infieles» invasores, pero la realidad es que nadie «perdió» en el Korengal. El abandono de los lugares remotos no encaja en la nueva estrategia de la administración Obama de proteger a la población civil. Se tomó la decisión de que el Korengal simplemente no vale la pena ganarse.

Esto es casi seguro la decisión correcta. Pero no deja de preocuparme que el Korengal no sea sólo una metáfora, sino una plantilla de toda la guerra. Cuando inevitablemente llegue el día de abandonar, ¿qué habremos logrado?

«El Valle del Korengal es una especie de Afganistán dentro de Afganistán: demasiado distante para conquistarse, demasiado pobre para intimidar, demasiado autónomo para sobornar», escribe el columnista Sebastian Junger. «Los soviéticos nunca llegaron más allá de la boca del valle… Cuando la infantería ligera del 10th Mountain entraba en el valle en 2006, pudo haber sido la primera fuerza militar de la historia en alcanzar su extremo sur. Sólo estuvieron un día».

Junger, autor de «La tormenta perfecta», hizo cinco viajes de un mes al Valle del Korengal en 2007 y 2008 como periodista empotrado con las tropas norteamericanas. El fotógrafo Tim Hetherington y él han producido una película, «Restrepo», que ganó el premio al mejor documental del Festival de Cine de Sundance, y un nuevo libro de Jünger que saldrá el mes próximo titulado «Guerra», que recoge las experiencias de un pelotón de soldados que luchó, y vio morir a sus camaradas, en el Korengal.

La obra de Junger no ofrece ninguna sesuda teoría de cómo combatir el terrorismo. Se trata de un apasionante relato de cómo es experimentada la guerra moderna por parte de aquellos que luchan, y su precisión es la de un láser, no un proyector. Llega a una sola gran conclusión de la naturaleza de la guerra: que a final de cuentas, no se mata al enemigo por nacionalidad o ideología, sino porque si no se hace, el enemigo puede matarte.

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«Creo que desde el comienzo de la historia de la humanidad, pelotón a pelotón, escaramuza a escaramuza, eso es todo lo que ha sucedido», decía Junger el jueves durante una entrevista telefónica. «Es cuestión de supervivencia. No creo que haya política en el campo de batalla».

Se refería a que la geopolítica se ausenta de una batalla como la emprendida en el Valle del Korengal. Pero «Guerra» está llena de historias que demuestran el adagio de que toda política es local. En un incidente acaecido, los soldados estadounidense mataron nada accidentalmente, y posteriormente se comieron, a una vaca que pertenecía a un aldeano. Esto exigió una negociación con los ancianos tribales en torno a la indemnización – y estaba en juego que la población local ayudara a los norteamericanos a emboscar a los talibanes, o que fuera a la inversa.

Le pregunté a Junger por la reacción de los soldados que había conocido en el Korengal ante la decisión de retirarse. «Para los chicos con los que estuve empotrado, es algo muy doloroso», dijo. Sin embargo, agregó que no había otra manera de verlo – que la guerra es inherentemente un proceso de ensayo y error, que los mandos siempre cometen errores, y que es bueno que el alto mando militar estadounidense sepa reconocer que han tomado la vía equivocada y que hagan los ajustes necesarios.

Pero no deja de preocuparme que se esté cometiendo un error más amplio. El Presidente Obama pronto habrá triplicado el número de efectivos destacados en Afganistán. La nueva estrategia de centrarse en el corazón poblado significa retirarse de posiciones avanzadas remotas como el Korengal, pero nuestros aliados en Pakistán temen que esto haga la frontera más porosa a los talibanes y a los guerrilleros de al-Qaeda. El Presidente Hamid Karzai, nuestro aliado en el proyecto de construcción de la identidad nacional de Afganistán, es un líder que denuncia amargamente la presencia de tropas estadounidenses y demás efectivos extranjeros y cuyo gobierno es universalmente reconocido corrupto.

¿Cuántos más morirán antes de abandonar el país? ¿Y qué habremos logrado?

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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Decenas de miles de personas se manifiestan en una veintena de ciudades españolas bajo el lema ‘Contra la impunidad del franquismo’, en defensa del juez, imputado por investigar los crímenes del franquismo [sigue en EL PAIS]

Hace 10 años, Emilio Silva inició la búsqueda de su abuelo en una fosa común. Hoy miles de personas han salido a la calle para homenajear a las víctimas del franquismo. Más de cien mil personas siguen todavía hoy en las cunetas.

Las manifestaciones están convocadas para hoy sabado 24 de abril a las 18:30h en gran parte de las ciudades españolas y frente a embajadas de nuestro país en buena parte del mundo.
La iniciativa de estas movilizaciones partió de ciudadanos anónimos que, gracias a su grupo de Facebook «Por la verdadera Justicia, movamos el país en apoyo a Garzón» consiguieron gran notoriedad en la red. Ahora, sindicatos, asociaciones y personalidades de todo el país se han sumado a esta movilización.

Busca en este mapa tu ciudad para ver dónde se celebra la movilización más cercana a tu casa.


Ver Manifestaciones contra la impunidad del franquismo en un mapa más grande

 

 

E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Ya fue malo que el Gobernador de Virginia Bob McDonnell proclamara un «Mes de la Historia de la Confederación» sin mencionar la esclavitud, pero al menos entró en razón y se disculpó. El argumento del Gobernador de Mississippi Haley Barbour de que toda la polémica «no viene a cuento» es mucho peor.

«No sé lo que dirá usted de la esclavitud», decía Barbour en CNN, «pero alguien cree que hay que explicar a la gente que la esclavitud es algo malo, yo creo que es evidente por sí solo».

Y ese es el problema – Barbour cree que «es evidente por sí solo». El Gobernador del estado cuya población abarca el mayor porcentaje de afroamericanos del país está seguro de que es apropiado «honrar» a los que lucharon por la Confederación. Claramente no tiene ningún problema en volver a visitar el pasado distante. Sin embargo, él no ve ninguna razón para hablar de las prácticas viles e impensables – secuestros, violaciones y torturas con las bendiciones del estado – que los soldados confederados luchaban por proteger.

Viene mucho más que «a cuento» que tantos estadounidenses traten de reconciliarse con la realidad de la esclavitud. No era sólo «algo malo». El vertido de basuras sin control sanitario es algo malo. La esclavitud fue el Pecado Original de esta nación, y sin embargo mucha gente no lo mira sino a través de la venda del Sur.

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El comercio de esclavos fue uno de los mayores horrores del último milenio. Se estima que 17 millones de africanos, adolescentes en su mayoría, fueron arrancados de sus familias, metidos en bodegas de barcos y traídos al Nuevo Mundo. Hasta 7 millones de ellos murieron por el camino, ya sea en alta mar o en los campamentos «de aclimatación» en el Caribe en donde eran «sometidos» a la voluntad de sus dueños.

Si nunca lo ha hecho, Barbour debería coger con sus manos algunos de los grilletes, esposas y demás dispositivos que se utilizaban para someter a los africanos. Debe visitar algunas de las plantaciones en las que todavía hay cabañas de esclavos – hay un montón en su estado – para hacerse una idea de cómo vivían los africanos. Debe pasar un largo y caluroso día recogiendo algodón. Debería leer los relatos de la vida en una plantación escritos por antiguos esclavos, y entonces debería explicar porqué hay razón para «honrar» a los soldados que lucharon para perpetuar un sistema que nunca podría haber funcionado sin constante, deliberada y resuelta crueldad.

La idea, por supuesto, no es que Haley Barbour, Bob McDonnell o cualquier otro sureño blanco vivo hoy sea responsable de unos crímenes cometidos mucho antes de que ellos nacieran. No deberían tener que sentirse culpables de cosas que no hicieron. Pero – y el resto de nosotros, también – deben saber hasta qué punto la historia de este país fue modelada por lo que se llamó de forma eufemística «la institución peculiar». Los estadounidenses deberían saber, por ejemplo, que el ascenso de Wall Street como centro financiero fue alimentado sobre todo gracias al comercio del algodón, que no podría haber funcionado sin la esclavitud – y que cuando comenzó la Guerra Civil, el alcalde de Nueva York, Fernando Wood, intentó buscar la forma de que la ciudad fuera neutral para poder prolongar sus lucrativos acuerdos comerciales con el Sur.

Lo que «no viene a cuento» es la noción revisionista – que el Mes de la Historia de la Confederación quiere perpetuar – de que la Guerra Civil fue algo que no guarda relación con la esclavitud. La fanáticos de la «causa perdida» insisten en que la mezquina rebelión fue una lucha por la libertad o la Constitución o los derechos de los estados. Pero el «derecho» por el que se luchaba era la posibilidad de ser dueños de seres humanos, explotarlos, comprarlos y venderlos como ganado, explotarlos sexualmente o torturarlos o matarlos si trataban de escapar.

La disculpa de McDonnell, al menos, reconoce que la esclavitud no fue nada de lo que enorgullecerse. Cabe señalar, sin embargo, que los dos predecesores en la gobernación de Virginia – ambos Demócratas – no sintieron el impulso de declarar un Mes de Historia Confederada. La declaración original de McDonnell, antes de modificarla, parecía diseñada para atraer a un grupo marginal para el que la Guerra Civil es todavía una cuestión abierta.

?ste es un país libre – para el pueblo negro también, gracias a la derrota de la Confederación – y por tanto, si algunos sureños blancos quieren celebrar la «herencia» de la esclavitud, son bienvenidos a hacerlo. Pero mientras que tienen derecho a su propio conjunto de opiniones, no tienen derecho a su propio conjunto de hechos. Yo diría que la ignorancia estudiada de Haley Barbour fue «algo malo», pero eso sería una gran subestimación.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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La periodista catalana Olga Moya recibió ayer el Premio de periodismo ciudadano que otorga Bottup, la red social sin ánimo de lucro donde los propios ciudadanos publican sus noticias. Moya había publicado el artículo «La prisión de los buenos«, sobre su experiencia como voluntaria en un campo de refugiados de minoría étnica en Myanmar, texto que fue muy valorado por el jurado.

Para participar en la II edición de este premio de Bottup, Moya eligió ese artículo y una propuesta: elaborar un reportaje en Lunsar (Sierra Leona) para contar desde allí los beneficios y limitaciones de la telemedicina aplicada a la asistencia de los más vulnerables. El premio tendrá ese destino. Olga Moya Martorell, fue seleccionada entre otros nueve finalistas.

«El Jurado ha valorado tanto la calidad del artículo como el interés de su propuesta de viaje si resultaba ganadora» -explica Bottup

La periodista premiada se desplazó ayer desde Barcelona para recibirlo. El acto tuvo lugar en la sede de red.es (dependiente del Ministerio de Industria, Turismo y comercio) donde su director general Sebastián Muriel, junto al equipo de Bottup -Pau Llop y Jose A. Gelado-  se encargó de avalarlo.

Cartel del documental

Pueden considerarse como los pioneros del periodismo gráfico español, el documental «Heroes sin armas» repasa la vida de cuatro amigos -Alfonso, Luis Marín, Pepe Campúa y José María Díaz Casariego-, que captaron algunas de las mejores fotografías de la Guerra Civil. El film, de Ana Pérez de la Fuente y Marta Arribas, se estrena este 23 de abril y divulga por primera vez algunas de las imágenes de estos fotoreporteros, testigos privilegiados de la contienda.

Las imágenes más conocidas de la Guerra Civil son las que realizaron los fotógrafos extranjeros. Pero también hubo españoles ¿Qué pasó con ellos? ¿Dónde quedaron sus fotografías? ¿Por qué su memoria todavía no se ha recuperado? A todas estas preguntas pretende responder «Heroes sin Armas. Fotógrafo en la Guerra Civil» que investiga y analiza el devenir profesional de cuatro amigos, cuatro fotoreporteros cuya historia se inicia en la revista Mundo Gráfico en los años 20 cuando donde son conocidos como los «héroes del reportaje gráfico».

Ana Pérez de la Fuente y Marta Arribas trazan la pequeña historia de estos pioneros desde que se conocen hasta que la Guerra Civil les cambia la vida. También rastrean el destino de sus fotografías de guerra muchas de las cuales han permanecido escondidas durantes décadas «en maletas, paredes, dobles tabiques…». Parte de estos archivos fue adquirido por la Agencia EFE. En este video se muestran algunas de las imágenes más curiosas como las de las pruebas del submarino en la Casa de Campo o un mitin de Azaña en la Plaza de Toros.

 

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El documental ha sido producido por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales en colaboración con La Fábrica. Y gracias a este trabajo se han recuperado fotos de la República, la construcción de Madrid, pero también de la destrucción tras el estallido de 1936, los bombardeos, los muertos, las estrecheces…

Para los cuatro reporteros todas estas imágenes fueron luego un pretexto para que les persiguieran, destruyerasn sus materiales y les impidieran seguir trabajando de fotógrafos. Uno de ellos, Casariego fue condenado a muerte y otro Alfonso Martín, aseguró durante años por miedo que todo su archivo se había quemado en un incendio. Incluso Pepe Campúa que se incorporó al bando franquista al final de la guerra ocultó sus fotos en un sótano.

Ahora con «Heroes sin armas. Fotógrafos en la Guerra Civil» pretenden homenajearles y reivindicar las figuras de los Capa, Tardoo Seymour españoles.

Es la variante hiperealista del body painting. Alexa Meade es una artista que en vez de tratar de hacer retratos de personas u objetos en lienzos para que parezcan reales, ella pinta a las personas para que parezcan cuadros de pintura andantes.

 

Uno de los trabajos de Meade
(Foto: Flickr/Alexa Meade)

Asi sus modelos se muestran llenos de «brochazos» que les asemejan a retratos pictóricos. Solo que sus creaciones se pasean por las calles de Washington, el metro, los mueso… Tiene también una galería de imágenes en Flickr que permite comprobar su insólito pero fascinante trabajo.

Curiosamente Meade solo se dedica al arte desde 2009. Antes formó parte del gabinete de prensa de la campaña presidencial de Barack Obama. Ahora sin emabrgo a sus 23 años se la disputan para exposiciones en la Postmasters Gallery de Nueva York o la Saatchi de Londres.

La artista con una de sus modelos
(Foto: Flickr/Jules07d)

Se llama Julian Assange y es la única cara -aunque misteriosa- que se conoce de Wikileaks, el portal especializado en filtraciones que recientemente ha sido noticia en todo el mundo por divulgar el video del asesinato de un reportero en Irak desde un helicoptero de EEUU. Hasta ahora siempre se había mantenido en las sombras, pero tras el boom de «Collateral murder» ha concedido varias entrevistas y anunciado su participación en la conferencia de The next hope. Empezó saliendo en Al Jazeera.

 

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Desde que el 5 de abril, Wikileaks hiciera público el video en el que se ve como soldados norteamericanos disparan y matan a once personas en Irak, uno de las cuales era un fotógrafo de Reuters, la organización que busca «salvar el periodismo de investigación ha recibido más publicidad que nunca en su historia. Quizá por eso el único fundador del que se conoce su identidad, Julian Assange ha aparecido en los medios con una frecuencia inusual para alguien que había hecho del misterio en torno a su figura, su «leit motive».

Ni siquiera confirma su edad, aunque se le atribuyen 37 años. Se cree que es australiano aunque con vínculos en Suecia, el Este de Africa e Islandia. Y se dice que vaga por el mundo tan solo con un saco de dormir y un portatil. Hasta ahora apenas había hablado con periodistas. Pero en dos semanas ha dado entrevistas a diarios como el News York Times, o the Alyona Show de la cadena Russia Today, incluso ha aparecido en el popular programa satírico de EEUU The Colbert Report. En RT explica porqué ha decidido dar la cara.

 

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En general sus apariciones han sido para hablar exclusivamente del video difundido y defender lo que hacen desde Wikileaks. Y en una de las entrevistas a la pregunta de si cree que un medio convencional al que le llegara la grabación la hubiera publicado íntegra como han hecho ellos, Assange responde que lo duda. Incluso revela que creen que un reportero del Washington Post tuvo acceso a ese material en un momento dado pero no lo sacó a la luz.

 

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Más de 100 profesores, investigadores y docentes de diversas universidades de Estados Unidos han salido en apoyo del Juez Baltasar Garzón y denuncian en una carta la perpetuación de la impunidad en España. Scott Boehm, investigador del Archivo audiovisual de la guerra civil y la represión franquista de la Universidad de California, San Diego, ha sido uno de los impulsores de la misiva. En esta entrevista de radiocable.com explica el punto de vista de los firmantes sobre el proceso contra el Juez de la Audiencia Nacional que marca «claramente la diferencia entre ley y justicia».

Baltasar Garzón
(Foto: Flickr/Ukberri.net)

Scott Boehm explica que muchos docentes universitarios e hispanistas de EEUU están en contra de la impunidad porque consideran que «más que una guerra civil hubo un genocidio y eso se tiene que investigar». Recuerda que existe legislación internacional que permite hacerlo a pesar de la Ley de Amnistía y cree que una condena de Garzón sería «además de una vergüenza para la Justicia española, otro ataque a las víctimas del franquismo»

Explica que no están luchando por Garzón o por su imagen, sino porque «el representa a ua población que ha pedido ayuda y apoyo al Estado español a través de él y su cargo. Y es mujy peligroso si la Falange hoy en día pueden tapar y parar un proceso de investigación que es fundamental para la España democrática.»

Cree que una condena a Garzon dejaría una imagen «fatal» del país y su justicia en el extranjero: «No se entiende muy bien esto fuera de España y no es porque la gente simplemente no entienda la historia o la justicia especial de España como muchos han dicho aqui, sino que se ve claramente la diferencia entre ley y justicia fuera del marco español»

Entre los firmantes de la carta hay catedráticos, profesores titulares, investigadores, y doctorandos. Este es el contenido de la carta de apoyo:

«Como profesores e investigadores de la Guerra Civil y la dictadura franquista de distintas universidades norteamericanas queremos expresar nuestro más profundo desacuerdo con la reciente decisión del Tribunal Supremo de procesar al juez Baltasar Garzón. Independientemente de la opinión que nos merezcan las actuaciones del Juez Garzón en otros ámbitos, estamos convencidos de que la decisión y los argumentos del Juez Luciano Varela contribuyen decisivamente a consolidar la impunidad y ampliar la situación de desamparo que sufren las víctimas de la represión franquista.

Los sobrevivientes de la violencia exterminadora del franquismo y sus familiares llevan décadas esperando que la justicia española esclarezca y castigue a quienes sean responsables de delitos tan graves como la desaparición forzada, la tortura o el secuestro de niños.

La causa abierta contra el franquismo por el Juez Garzón era un primer paso para revertir una situación de impunidad y desamparo establecida durante la dictadura y consolidada durante la transición a la democracia. Por ello, invocar la ley de amnistía de 1977 como fundamento para procesar al Juez Garzón por carecer de competencias no es más que una fórmula legal para seguir perpetuando la impunidad dictada por el aparato legal del franquismo.

El propio Juez Garzón en su auto de procesamiento contra Pinochet y otros jueces de la Audiencia nacional  en casos similares, han revocado leyes de amnistía por entender que el delito de desaparición forzada no prescribe y por considerar que el exterminio planificado y sistemático de un grupo (i.e. ??los rojos?) constituye un delito de crímenes contra la humanidad y/o genocidio que, como tal, puede ser perseguido en cualquier juzgado del mundo. En este sentido, cabe señalar que estos argumentos legales aplicados a otros países (Chile, Argentina) se llevaron a cabo sin que ningún juez fuera procesado por ello y con el apoyo mayoritario de la sociedad civil española.

Por tanto, exigimos al Tribunal Supremo y a la judicatura española que sea coherente con sus propias decisiones legales y que aplique en España las leyes del derecho internacional que con tanta vehemencia ha aplicado en otros países que han sufrido episodios similares de violencia política y exterminio

Asimismo, observamos con suma preocupación que se admita a trámite una denuncia presentada por un grupo, Manos Limpias, que es heredero directo de Falange Española y del más rancio fascismo español. En la mayoría de otros países Europeos (Alemania, Italia) estos grupos son simplemente ilegales, como lo son también las expresiones de exaltación y glorificación del pasado fascista.  Admitir como legítimos participantes del Estado de Derecho a quiénes participaron en la destrucción violenta del primer período enteramente democrático que hubo en España ??la II República??es una cruel ironía del destino y un sinsentido político.

Por todo ello,  pedimos al Juez Varela que desista en su intento de juzgar al Juez Garzón o que, al menos, considere los testimonios y pruebas aducidos por especialistas en derecho internacional y por  historiadores de la represión franquista como parte del proceso. Sin embargo, aún más importante que el proceso abierto contra Garzón es entender que en España las víctimas de la represión franquista siguen viviendo en una situación de desamparo legal sin parangón en el mundo. A pesar de la Ley de Memoria Histórica y de otras medidas reparatorias en España la mayoría de las fosas comunes se exhuman sin la presencia de un juez y sin que se establezca ninguna responsabilidad penal por los presuntos delitos evidenciados en la exhumación.

Ninguna democracia digna de ese nombre puede dejar en las cunetas a miles de ciudadanos e ignorar las posibles responsabilidades legales que se deriven de tan ignominiosos hallazgos. Si finalmente se condena al Juez Garzón y se le aparta de la judicatura, España no sólo no habrá habido reparación y justicia para las víctimas de la dictadura, sino que éstas además seguirán siendo silenciadas y juzgadas por sus verdugos.
Queremos, finalmente, expresar nuestra más absoluta solidaridad a todas las asociaciones cívicas que trabajan por la recuperación de la memoria histórica y exigir con ellas el fin de la impunidad y la reapertura de los procesos legales que sean necesarios para dar un decisivo paso adelante hacia el establecimiento de la justicia.»