En la cárcel de Valdenoceda murieron 156 presos políticos republicanos. No los fusilaron. Los dejaron morir de hambre y frío. La desesperación era tanta que uno de los supervivientes contó que sus mejores sueños eran aquellos en los que fantaseaba con un trozo de pan. Pero incluso en situaciones tan dramáticas, hay gente que encuentra un modo ingenioso de espantar fantasmas. Los presos de Valdenoceda lo intentaron con una baraja de cartas hecha a mano con cartón y papel de fumar. Una baraja llena de memoria.
Los naipes se encontraron más de 50 años después del cierre del penal. Los habían escondido en una grieta de uno de los muros externos. Estaban muy manidas pero había 36 cartas recortadas y dibujadas a mano. Radiocable.com ha podido fotografiar el caballo y el rey de espadas, por delante y por detrás. Pero hay más. En el blog Todos los rostros han publicado la imagen del «As de oros» [Foto].
Es posible que los naipes fueran dibujados por Ernesto Sempere, uno de los presos que sobrevivió a Valdenoceda y que escribió sus memorias poco antes de fallecer en 2005. Fue además conocido como «el violinista» de la prisión. Aunque las cartas también pudieron haberlas hecho algun otro de los cientos de presos -no hay cifras oficiales- que fueron recluidos en este penal entre 1938 y 1943.
Lo que es seguro es que Valdenoceda fue un lugar donde reinó la desesperanza. El historiador Javier Rodrigo lo incluye entre los campos de concetración o reeducación del franquismo. Sempere lo llamaba «de exterminio» y escribió sobre el frío, la oscuridad, la única ración de comida al día que consistía en «una alubia podrida flotando en un caldo sucio», los chinches, las ratas y los malos tratos disciplinarios como encerrar a los presos en «celdas de castigo en el sótano, que con la crecida del Ebro se inundaban hasta la altura del cuello».
En estas condiciones 156 internos perdieron la vida. Los presos supervivientes fueron obligados a enterrar a sus compañeros en un solar fuera del cementerio. El cura los condenó a fosas comunes para que no estuvieran junto a sus fieles. «Lo hicieron en cajas de madera y con sus escasas pertenencias: un lápiz, una goma de borrar, un anillo… a un metro de profundidad» cuenta un antropólogo.
En 1997, José María González, nieto de una de las víctimas, comenzó a investigar el paradero de su abuelo para cumplir el deseo de su padre y dio con el lugar. Diez años después empezaron las exhumaciones e identificaciones. El pasado 5 de marzo, los restos de 15 fallecidos en el penal fueron entregados a sus familiares.
Existe una Agrupación de familiares y amigos de los republicanos muertos y represaliados en la prisión de Valdenoceda. Tienen testimonios escritos por presos veteranos de la prisión como Ernesto Sempere e Isaac Arenal, listas de fallecidos, unas 400 fotografías y dibujos de José Robledano, Porlier y Sempere hechos en Valdenoceda. Jaume D´Urgell tiene además en Flickr una galería de fotos del penal y el proyecto Antigona recopila más imágenes.
(Foto: Flickr/JaumeD´Urgell)