Eugene Robinson – Washington. Más vale tarde que nunca. Ahora que el Presidente Obama ha puesto por fin sobre la mesa una propuesta de atención sanitaria, la dirección Demócrata del Congreso solo tiene una forma racional de actuar: aprobarla, y con rapidez, o arriesgarse a convertirse en una oposición leal.
¿Debería haber hecho esto el presidente hace un año? Sí, habría estado bien saber dónde ponía el límite — en realidad, que había puesto alguno — teniendo en cuenta que la reforma sanitaria era su principal prioridad legislativa. Al menos se podría haber evitado parte del drama innecesario.
Los Demócratas de la Cámara no se habrían mantenido en sus trece con la necesidad de una opción pública de saber que Obama no iba a pedir una. Habría habido menos indignación con la gravación de las prestaciones de los planes de salud de lujo si todo el mundo hubiera sabido que Obama, a pesar de su promesa de campaña, en última instancia apoyaría la idea.
Y habría habido menos nerviosismo entre los Demócratas de Cámara y Senado si hubieran sabido que los planes de Obama iban a incluir un componente novel que suena a triunfo político: dar competencias a los funcionarios federales para penalizar las subidas de las primas abusivas e injustificadas de las aseguradoras. Esto da a los titulares una base mucho mejor cuando den la cara ante los electores este otoño.
La propuesta del presidente, en esencia una reelaboración del proyecto aprobado por el Senado el día de Nochebuena, fija un marco para el «encuentro» de la reforma sanitaria previsto para el jueves. Si los Republicanos son serios en su deseo de participar en el debate, Obama ha proporcionado un buen punto de partida. Por supuesto, no creo ni por un momento que la dirección Republicana desee verdaderamente unirse a ningún proceso que conduzca a una legislación sanitaria significativa, porque la estrategia política del partido en este momento — decir que no a todo — ha funcionado muy bien.
El secretario de la oposición en la Cámara John Boehner se quejaba puntualmente de que Obama «ha paralizado» la credibilidad del encuentro al proponer un plan basado en el anteproyecto del Senado. La posición Republicana es que la cosa debe arrancar de un folio en blanco, prescindiendo de un año de trabajo. Eso es retórica, no liderazgo. Si el encuentro consiste en una parte que hace propuestas concretas y otra que canta «borrón y cuenta nueva», los observadores sacarán conclusiones de cuál es la constructiva y cuál no.
Pero ya sabemos cuál no está interesada en la reforma sanitaria. Si los Republicanos están realmente comprometidos con el bipartidismo, pueden subir al carro. Si no, los Demócratas deben aprobar el proyecto de reforma de Obama – si es necesario, valiéndose de la herramienta legislativa del debate y enmienda sin veto conocida como «reconciliación presupuestaria» que sólo exige una mayoría simple de 51 votos en el Senado.
A los Republicanos se les llevarán los demonios. ¿Pero cuál es la alternativa?
Los Demócratas ya han pagado el precio político de abordar la reforma en un momento en que los electores sufren las consecuencias de la recesión, preocupados por la economía y recelosos de las iniciativas del nuevo gobierno. No hay forma de evitar esta línea de enfrentamiento en otoño. La cuestión, en este punto, es si los Republicanos serán capaces o no de sostener las acusaciones de falta de escrúpulos e incompetencia: los Demócratas controlaban la Casa Blanca y todo el Congreso, y no lo lograron.
¿Y cómo responden los Demócratas? «Bueno, hemos trabajado muy duro en la reforma sanitaria y seguimos convencidos de que es vitalmente necesaria, pero nos asustan las encuestas así que nos echamos atrás. ¡Vótanos!»
Si el partido va a sufrir las consecuencias de todas formas, también puede sacar algún beneficio – que son considerables. Cuando los Republicanos griten «gran gobierno» y «socialismo» y todo eso, los Demócratas deben de poder decir a los votantes que todo este ejercicio trajo un cambio real: no se podrá negar atención médica a las enfermedades anteriores a la firma de la póliza de seguros. N aumentos arbitrarios de las primas de seguro. La cobertura de 31 millones de estadounidenses que hoy están sin seguro. Un paso importante hacia la limitación del insostenible crecimiento del gasto médico a largo plazo.
Los Demócratas de la Cámara, que aprobaron un proyecto de reforma más progresista, pueden tener que tragarse el orgullo y aceptar la propuesta de Obama. Los Demócratas del Senado pueden necesitar tranquilizantes para sacar adelante la maniobra de reconciliación legislativa; puede que les dé valor imaginar qué imagen tendrán si rechazan un proyecto que es casi idéntico al que aprobaron hace un par de meses.
Mañana será tarde. Ahora es el momento. Tienen que hacer lo que se espera de ellos.
Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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