Richard Cohen- Washington. Una cuestión relativa al presunto programa armamentístico nuclear de Irán: ¿Está el Presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad loco como Adolf Hitler, o está loco como, más que ningún otro, Richard Nixon?
Nixon tenía un término para referirse a su propia variante de demencia: «Yo lo llamo la Teoría del Loco, Bob», dijo a su asistente H.R. «Bob» Haldeman durante la campaña presidencial de 1968. Nixon hablaba de cómo iba a hacer frente a la Guerra de Vietnam. «Quiero que los norvietnamitas crean que he llegado al punto de hacer cualquier cosa por poner fin a la guerra. Vamos a dejarles caer que, ‘Por el amor de Dios, Nixon está obsesionado con el comunismo. No podemos contenerlo cuando está enfadado – y tiene su mano en el botón nuclear'». La estrategia, aunque astuta, no funcionó con los norvietnamitas. Tal vez estaban más locos que Nixon.
Ahmadinejad es también una versión de loco. Su negación del Holocausto es prueba o de una especie de demencia agresiva, o del tipo de locura nixoniana diseñada para hacer que enemigos y adversarios se lo piensen dos veces: ¿qué va a hacer ahora este tío?
A la par que su negación del Holocausto, Ahmadinejad ha instado reiteradamente a la destrucción de Israel. Mientras que algunos expertos difieren en la traducción exacta de sus palabras, su objetivo general es claro. Lo que no está claro sin embargo, es que esté expresando un deseo o haciendo una promesa: «El régimen sionista será borrado del mapa». «El régimen sionista está en vías de desaparición». «Los días de este régimen están contados». «Gracias a Dios, nuestro deseo será pronto cumplido, y este germen de corrupción será borrado de la faz del mundo». Podría seguir y seguir, como de hecho sigue Ahmadinejad.
A primera vista, estas declaraciones no pueden ser más que los delirios de un demagogo decidido a apaciguar a la multitud como sea. Después de todo, Ahmadinejad tiene que saber que cualquier intento de traducir su retórica en acciones se encontrará con la fuerza. Israel es potencia nuclear y no va a caer sin luchar. Los iraníes no pueden estar tan locos. A un estilo Nixon, simplemente están tratando de impresionar. Tal vez.
Pero la creencia en que el mundo opera racionalmente es en sí misma irracional. El ejemplo de Hitler nos enseña y advierte en la misma medida. El líder Nazi no sólo fue un antisemita que se creía realmente sus demenciales teorías, sino que tomó decisiones que fueron auténticas locuras. Por ejemplo, ¿por qué declarar la guerra a Estados Unidos después del ataque japonés a Pearl Harbor? ¿Por qué invadir la Unión Soviética antes de haber derrotado a Gran Bretaña? En ambos casos, tuvo sus motivos. Y en ambos casos, sus motivos fueron demenciales.
Israel es el país menos dado de todos a tener fe en el raciocinio de la humanidad. Simplemente sabe de lo que habla. Así que preguntarse si Ahmadinejad está interpretando el papel de loco o si está loco no es un ejercicio académico. Tiene un impacto real y aterrador que con demasiada frecuencia, en demasiados sectores, es tachado de una forma de paranoia. Por ejemplo, cuando los dirigentes israelíes advierten de que podrían tomar medidas preventivas contra Irán – por ejemplo, un intento de destruir sus instalaciones nucleares como lo hicieron en Irak en 1981 – ello es descartado como un estertor irresponsable de indignación. El ex asesor de Seguridad Nacional Zbigniew Brzezinski llegó a sugerir que si Israel intentaba algo así, Estados Unidos podría tener que quitarles la idea por la fuerza. La Doctrina Brzezinski resulta refrescante en su audacia perversa: abatiremos a nuestros amigos para proteger a nuestros enemigos.
La bomba iraní no es una cuestión que sólo afecte a Israel. Pondrá patas arriba el equilibrio de poderes por todo Oriente Medio y alentará a las organizaciones radicales/ terroristas como Hezbolá y Hamás a incrementar, su guerra contra Israel. Las demás naciones de Oriente Medio, inseguras de depender del paraguas nuclear estadounidense, desarrollarán sus propias bombas. Una región inestable se volverá nuclear. (Que Egipto conviva tranquilamente con una bomba israelí pero en las esferas diplomáticas sea presa del pánico ante la perspectiva de la bomba iraní lo dice todo de la realidad de Oriente Medio y su hipocresía). Felices sueños.
No tengo idea de si Ahmadinejad meramente actúa como un loco o si está loco. Sé, sin embargo, que Irán parece empeñado en desarrollar cabezas nucleares y los proyectiles balísticos para lanzarlas. También sé que nada de lo que han hecho Estados Unidos y sus aliados ha disuadido a Ahmadinejad (o a los mulás, o al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria) de su objetivo. Quizá sea el momento de que Barack Obama, permanente encarnación de la moderación, se valga de una táctica sacada de Richard Nixon y combata a un loco con otro. Tal como van las cosas, la locura sería no hacerlo.
Richard Cohen
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