Cuando me enteré de que Scott Brown, el recién elegido Senador de Massachusetts, se presenta como «el Republicano Scott Brown», se me torció el gesto. Se diría que viene a Washington a ser parte del problema, no de la solución.
No necesitamos otro caballero de brillante armadura, no queremos otro Mesías político venido para salvar del mal a la nación. Ya tenemos uno en la Casa Blanca y otra en Alaska dispuesta a montar en su moto de nieve hasta la ciudad y salvar al país. Tanto el Senado como la Cámara están salpicados de lobos solitarios que creen que el proceso legislativo gira en torno a ellos únicamente. En lugar de «E Pluribus Unum» – «De muchos, uno» – nuestro nuevo lema podría ser «Hice lo que me dio la gana».
Espero que el ex desplegable de Cosmopolitan sea lo bastante inteligente para darse cuenta de que hay algo más corrosivo para nuestro sistema político que el partidismo amargo – y es, ejem, el interés desnudo. Es evidente, sin embargo, que su estatus de Sensación parece habérsele subido a la cabeza: Cuando fue preguntado por Bárbara Walters en la ABC si tenía ambiciones presidenciales, se negó a descartar una campaña a la Casa Blanca en 2012. Puede que desee darse un largo paseo en esa arcaica camioneta hasta que la cosa no dé más de sí.
En realidad, mucho de lo que Brown dijo a Walters durante la larga entrevista sonó bastante razonable. Sobre el aborto, apoya el Roe vs. Wade y el derecho de la mujer a interrumpir su embarazo. Del matrimonio homosexual, cree que la cuestión debería dejarse a los estados – y en Massachusetts, donde el matrimonio entre homosexuales es legal, dice que la cuestión está «resuelta».
En la sanidad, su trayectoria tiene más sentido que su retórica. Siendo legislador estatal, votó a favor del proyecto de reforma que establece un seguro universal en Massachusetts. Pero ahora se opone a la ley de reforma del Senado, que se basa en el programa de Massachusetts. Al menos no es el primer senador de su estado en estar a favor de algo antes de estar en contra.
Pero en las dos grandes cuestiones económicas – el aumento del paro y la necesidad de confrontar el déficit federal – Brown no parece razonable en absoluto. Le dijo a Walters que su problema con la congelación anunciada del gasto administrativo federal por parte del Presidente Obama es que «tenemos que hacerlo de inmediato», no en el ejercicio fiscal 2011. Dejando de lado la cuestión de cómo Obama puede llevar a cabo la congelación inmediata, si no es embargando los fondos, sería increíblemente contraproducente reducir el gasto federal en un momento en que la economía está luchando por recuperarse y empezar a crear puestos de trabajo.
Pero el pasaje más inquietante de la entrevista fue la parte de ser «el Republicano Scott Brown» y la intención de «ir allí y ser responsable, accesible, abierto y honesto… devolver la buena praxis legislativa y la justicia a la ecuación».
Es imposible discutir la lista de virtudes, salvo para destacar que se dejó la maternidad y hacer deliciosas tartas de manzana. Lo último que necesita Washington es otro político que habla de sí mismo como su propia marca y se compromete a trazar su propio camino solitario.
Vea cómo la iniciativa de reforma sanitaria llegó a su calamitoso estado actual. En la Cámara, la legislación hubo de adaptarse de modo que el Representante Bart Stupak pudiera ahorrarnos la ilusión de pensar que contenía un lenguaje inaceptable sobre el aborto. Por lo menos estaba hablando de una serie de ideas afines, algo es algo. Al otro extremo del Capitolio, el Senador Joe Lieberman se apropiaba del proyecto de ley y nos salvaba de un buen número de monstruos, incluyendo una idea – permitir la afiliación a Medicare a los 55 – que en realidad había defendido en campaña electoral.
Nuestro sistema político adolece de muchos problemas y puede estar rozando la disfuncionalidad. Pero una cosa que no sufrimos es escasez de funcionarios electos que se ven como los salvadores de todo lo bueno. El Presidente Obama fue elegido para cambiar Washington. Si todo el mundo en la ciudad trata de cantar «My Way», tenemos una serenata – pero no las soluciones que el país necesita con tanta urgencia.
Los Republicanos estaban encantados de ver a los Demócratas hundirse con la sanidad atados por el ethos del «yo mando». Pero lo que va vuelve, y ahora el crucial voto 41 del Partido Republicano en el Senado – el voto que puede frustrar casi cualquier cosa que hagan los Demócratas – pertenece a un hombre que sólo promete que va a marchar a su propio ritmo. Que Dios reparta suerte.
Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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