Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Cuando el comité del Pulitzer llamó para decir que había ganado el premio por ser el único columnista sindicado, o el único chupatintas mecanógrafo a esos efectos, que no había realizado una entrevista en exclusiva con Barack Obama, me quedé de una pieza. Tuve que asegurarme para ver si realmente no había entrevistado en exclusiva al presidente y, si lo había hecho, qué es lo que había dicho y, si no lo había hecho – que resultó ser el caso – cómo había ocurrido.

Revisé mis notas y diarios y descubrí que se me habían ofrecido muchas oportunidades de entrevistar en exclusiva al presidente, pero sólo después de haber sido entrevistado en exclusiva por todos los demás columnistas, blogueros y, por supuesto, los presentadores de todos los canales incluyendo los del cable, el paquete básico y el paquete preferente. Un examen de lo publicado demostró que el presidente normalmente no dijo nada relevante o casi, y de hecho las cosas han llegado a tal punto que cuando veo a Obama en televisión, me apresuro a cambiar a otro canal, hasta el de las reposiciones de Maury Povich. Recientemente me encontré al cambiar con Anderson Cooper, que fue a entrevistar a Obama en África o en un sitio parecido, y tras detenerme en lo maqueados que estaban los dos, navegué rápidamente con el mando a Animal Planet. Sabía que no me iba a perder nada.

Para una persona de mi edad esto es un cambio tempestuoso, o quizá hasta torrencial o un tsunami – algo considerable y acuático. Hubo un tiempo en que habría aprovechado la oportunidad de una entrevista exclusiva con el presidente de los Estados Unidos y habría seguido la programación con gran interés o gran ansiedad por si su careto aparecía en la pantalla. Solía significar que iba a haber guerra, o controles de precios, o incluso una negativa a aspirar a otro mandato. Los presidentes fueron una vez figuras impresionantes, y bastaba con entrevistar a uno de ellos para ganar un premio Pulitzer.

Siendo sincero, no solicité una entrevista exclusiva con el presidente de los Estados Unidos no sólo porque quisiera escribir cosas que fueran relevantes, sino también – principalmente, en realidad – porque temía que si llegaba a lograr la entrevista exclusiva se esperaría de mi que le preguntara algo acerca de la reforma sanitaria, un tema del que no sé casi nada. Lo que es peor, a pesar de leer seis periódicos del día, seguir las noticias del cable, los programas de actualidad, «NewsHour» y pegarme en internet el día entero, fui incapaz de entender lo que quiere hacer el presidente con la sanidad. Supongo que todo esto es mi culpa puesto que, deduzco de leer mi correo electrónico, casi todo lo es.

Por lo que pude discernir, el presidente delegó la reforma de la sanidad en 24 comités de la Cámara más o menos y unos ocho comités más del Senado, y todos ellos han presentado planes que simultáneamente ceden a las pretensiones del sector privado y aún así socializan de alguna manera la medicina… tal como la conocemos. También son partidistas, independientes, bipartidistas (no haga preguntas y no tendrá respuestas desagradables) y durante los ejercicios fiscales futuros – y a fin de cuentas – mareantemente aburridos. Me refiero creativamente.

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En mi caso, la reforma sanitaria es como la carrera de armamento – concretamente la polémica de la era Reagan con los misiles soviéticos SS20 y tal, por no hablar del peso de las cabezas, que se mide en kilos o toneladas métricas, sea lo que sean. Se esperaba de mí que supiera algo de estas cuestiones, al ser un columnista de Washington y eso, pero yo jamás pude retener los malditos términos y cifras en mi cabeza. Clavaba los codos, hablaba con los expertos, leía los informes sorprendentes, escribía la columna que me pedían – y rápidamente olvidaba todo. La Unión Soviética se derrumbó de todos modos.

Ahora pasa con la sanidad. Como contribuyente soltero (de hecho, divorciado), soy incapaz de entender aunque me vaya la vida en ello por qué Obama no amplió Medicare simplemente, rebajando la edad hasta que todo el mundo estuviera asegurado. Esto precisaría de un comité de la Cámara y una comisión del Senado y una rueda de prensa. Proporcionaría a la vez al americano patriota medio su seguro médico y mantendría a Obama lejos de la televisión. Esto se conoce como situación en la que todos ganamos.

Por suerte para mí, esto no se ha hecho y por tanto vengo evitando esa llamada de la Casa Blanca, invitándome a pasar el día en exclusiva con el presidente, entrevistar en exclusiva al presidente o – esto sería muy difícil de rechazar — encender exclusivamente un pitillo a escondidas con él en la sala de prensa. Mi Pulitzer viene porque soy el único que no entrevista al presidente. Resulta que eso es una exclusiva.

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Ellen Goodman

Premio Pulitzer al comentario periodístico.

 

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Ellen Goodman-Boston. Lo que llamó mi atención no fue solamente el cenicero abandonado languideciendo en la mesa del mercadillo. Era el cartel que lo etiquetaba como «vintage,» como si necesitáramos etiquetar esta reliquia de la América de mediados de siglo.

Los ceniceros que hace mucho adornaban cada reposabrazos, mesa de centro y oficina han seguido el camino de las escupideras. El encendedor del coche hoy en día se usa para recargar el móvil. Pregunte en cualquier restaurante por la zona de fumadores, y le enseñarán la puerta.

Si tuviera que escoger el año en que cambiaron las actitudes, sería 1994, cuando siete consejeros delegados de tabaqueras comparecieron ante el Congreso y afirmaron bajo juramento que la nicotina no es adictiva. Un lobby demasiado grande para quebrar y demasiado poderoso para oponérsele empezó a perder influencia. Los fumadores ya no son vistos como atractivos y glamurosos, sino como incautos adictos.

Desconozco si viviremos alguna vez o no un momento tan dramático en los anales del sector de la alimentación industrial Big Food. Pero he comenzado a preguntarme si éste será el verano en que las (chirriantes) tornas se han vuelto contra la industria de la obesidad.

Ahora que dos tercios de los estadounidenses sufren de sobrepeso, los efectos mortales de la grasa están alcanzando a los del tabaco. Escuchamos con regularidad el sonido de la caja registradora de los costes de la obesidad dentro del debate de la sanidad. Y empezamos a ver que la América Obesa no se debe al colapso colectivo de la voluntad a nivel nacional, sino a un plan de negocios.

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Una muestra de la tónica es «Food Inc.,» un documental que recoge el coste que supone para el país, el trabajador y el consumidor una industria alimentaria que tiene más de fábrica siniestra que de granja bucólica. Un sistema que abarata la compra de comida rápida frente a los alimentos frescos.

Un relato más personal es el éxito literario de David Kessler, «The End of Overeating,» que es a la vez el dietario de una persona sensata y una investigación de una industria que quiere que comamos más cantidad. El ex director de la Agencia del Medicamento inició una cruzada contra el tabaco, pero terminó desarmado frente a una galleta de virutas de chocolate. Así que este sufridor de dietas yoyó se dispuso a descubrir a qué nos enfrentamos exactamente.
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Kessler es un científico, no un conspiracionista. Pero escribe acerca de la forma en que la industria alimentaria ha aprendido a fabricar ??combinaciones hiperestimulantes de azúcar, grasa y sal? que no sólo nos atraen sino que ??tienen la capacidad de reanimar nuestro cerebro, empujándonos a consumir cada vez más de esos productos.»

Y si las palabras que utiliza Kessler, como «ansiedad» o «hiperestimulación condicionada,» suenan exageradas, le traslada a una reunión del ramo en la que un experto en alimentación en un grupo llamado «Simplemente Irresistible» ofrece consejos sobre «graduar la frustración» con la comida para que la gente siga comiendo.

Comemos más de lo que hay en el plato. Comemos más cuando hay aperitivos por doquier, cuando los sabores están graduados sin mezclarse y se comercializan como «juego y comida.» Como admitía un ejecutivo delante de Kessler, «Todo lo que nos ha dado el éxito como empresa es el problema.»

Parece a veces que nuestra sociedad de consumo plantea el mismo conflicto una y otra vez. Campañas de marketing sofisticadas a prueba de indecisos venden de todo desde sexo a cigarrillos pasando por el batido de Oreo Sundae de 1.010 calorías en Burger King. Y se nos dice que debemos ser abstinentes o no fumar o flacos a base de resistirnos a ello. Se nos prometen entradas al «Grill sin Culpabilidad» en Chili’s que pueden acarrear peso de 750 en 750 calorías y que no llevan culpabilidad solo por comparación con una bandeja de patatas Texas con queso que supera las 1.920 calorías.

La analogía entre las tabaqueras y la industria de comida rápida es imperfecta. No se puede dejar de comer con un parche. También nos debatimos con ??la aceptación de la curva? — una lucha contra el prejuicio de la grasa que ha puesto sus miras hasta en la barriga del candidato a director del departamento de salud — y criticando la grasa como riesgo para la salud.

Pero si la campaña contra el tabaco aporta una plantilla, es la del esfuerzo por etiquetar el contenido calórico de los alimentos de los restaurantes y denunciar las tácticas de la industria. También cambia la imagen de los amigos que nos traen raciones más generosas, bebidas y aperitivos grandes como marchantes de la obesidad. Como escribe Kessler, «El mayor poder reside en nuestra capacidad para cambiar la definición de comportamiento responsable. Eso es lo que pasó con el tabaco — las posturas que dieron lugar a la aceptabilidad social del hábito cambiaron.» ¿Y qué hay de nosotros, los incautos enganchados al Frappuccino?

Los directivos de McDonald’s pueden no confesar nunca que un Big Mac nos engorda, y los expertos en alimentación de Frito-Lay pueden no explicar por qué «no podrás comer sólo una» patata frita. Pero éste puede ser el año en que una ración de quesadillas de pollo con tocino, queso variado, guarnición de rancho y crema agria — 1.750 calorías — empezó a parecerse más a un cenicero.

Ellen Goodman

 

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E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington. Si la raza fuera la única cuestión, no habría tanta inquietud con el desagradable encontronazo del profesor de Harvard Henry Louis Gates, Jr. con el sistema de justicia penal. Después de todo, no sería la primera vez que un negro es arrastrado a prisión injustamente por un agente de policía blanco. La polémica – que en realidad es más un debate entre verduleras – también está relacionada con el poder y los derechos.

?ste es un nuevo giro. Desde el triunfo del movimiento de los derechos civiles, las minorías han venido escalando puestos en política, empresas, universidades, casi todos los campos. Sólo en la última década, sin embargo, un importante grupo de afroamericanos y latinos ha irrumpido en el menudo reducto donde se ejerce el poder real.

Estoy hablando del Presidente Obama, obviamente, pero también del presidente de Citigroup Richard Parsons, la magnate de las tertulias Oprah Winfrey, la ex Secretario de Estado Condoleezza Rice, la candidata al Supremo Sonia Sotomayor y muchos más – un número creciente de miembros de minorías con el tipo de poder serio que solía estar reservado exclusivamente a los blancos. En el mundo académico, la lista comienza por «Skip» Gates.

Es una superestrella, una de las más conocidas y uno de los miembros más destacados de la universidad más prestigiosa de la nación. Hace unos años, cuando circularon rumores de su marcha, Harvard removió cielo y tierra por conservarlo. El incidente que condujo a su detención se produjo a su vuelta del aeropuerto tras un viaje a China con motivo de su documental más reciente con la cadena pública PBS. Tras el traumático encuentro, acudió a Martha’s Vineyard a recuperarse. Así es como se las gasta.

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La elección de palabras que hizo Obama puede no haber sido política, pero simplemente afirmaba lo evidente cuando decía que la policía se comportó «estúpidamente». Gates tiene 58 años, mide alrededor de 1,60 y pesará unos 70 kilos. Es discapacitado y camina con la ayuda de un bastón. Para cuando el oficial James Crowley realizaba la detención, ya había obtenido pruebas de que Gates estaba en su propia casa. Crowley podía ver que el profesor no suponía ninguna amenaza para la integridad de nadie.

Por el bien del argumento sin embargo, supongamos que la versión de Crowley del incidente es cierta – que Gates, desde el principio, se mostró acusador, agresivo y hasta hostigador, dirigiéndose al oficial con un aire de superioridad desbocada. Supongamos que realmente recitó el mantra que sueltan los peces gordos cuando son detenidos: «No tiene usted ni idea de con quién está jugando».

Yo viví en Cambridge durante un año, y puedo dar fe de que reunirse con un famoso profesor de Harvard que resulta ser un petulante es como una reunión con un famoso jugador de baloncesto que resulta ser alto. No es exactamente una sorpresa. Crowley no habría durado una semana en el cuerpo, y mucho menos ascendido a sargento, si hubiera detenido a cada integrante del claustro de Harvard que le tratara como si perteneciera a una especie inferior. Sin embargo, en lugar de marcharse, Crowley detuvo a Gates igual que si pisara el porche de su propia casa.

Al parecer, hubo en juego algún tipo de relación de poder – el profesor sofisticado con aires de superioridad contra el poli blanco corriente de clase obrera – que Crowley no supo pasar por alto. A juzgar por la acalorada discusión que se produjo, ese mismo algo, sea lo que sea, también hace olvidar a los conservadores que creen en los derechos individuales y se oponen al poder intrusivo del estado.

Un caso similar de amnesia colectiva se produjo durante la vista de Sotomayor. Los senadores Republicanos, delante de una magistrada que se basa en precedentes y se abstiene de promulgar leyes nuevas desde el estrado, olvidaron que ésta es la filosofía judicial que defienden. La extraña e inadecuada línea de interrogatorio seguida por el Senador Lindsey Graham, RS.C., en torno al temperamento de Sotomayor fue ampliamente entendida como sexista, y de hecho lo fue. Pero sospecho que la ecuación de poder racial o étnico fue también un factor – la idea de una «latina sabia» de lengua afilada que pone nerviosos a los letrados, letrados blancos y varones algunos de ellos, causa temblores y ataques.

¿Tiene derecho un hombre de la talla de Gates a crecerse y recordar a un policía que no está tratando con un cualquiera? ¿Tiene derecho una mujer con la trayectoria de Sotomayor a humillar a un letrado que entró en la sala con las manos en los bolsillos? Ni más ni menos derecho, seguramente, que todos los peces gordos que llegaron antes.

Sin embargo, la especie de desquite de Gates fue motivo de detención. No puedo demostrar que si el pez gordo en cuestión hubiera sido un famoso y brillante profesor de Harvard que casualmente fuera blanco – por ejemplo, el asesor presidencial Larry Summers, de baja de su plaza en la universidad – el resultado hubiera sido diferente. Yo apostaría a que sí, no obstante. ¿Alguien quiere apostar?

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.
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El diario The New York Times y su edición internacional «International Herald Tribune» publicó ayer una nueva entrega de la entrevista a Zapatero. En esta ocasión Rachel Donadio y Victoria Burnett destacaron en portada las palabras del presidente en el ámbito económico: ??Por el futuro de España, Zapatero insta a que se hagan nuevas inversiones?:

??Los escépticos sostienen que Zapatero, pese a toda su imaginación, ha tropezado con su poca disposición a llevar a cabo los dolorosos cambios estructurales que los líderes empresariales y el banco central del país dicen que son inevitables si España ha de combatir el paro y llevar a su economía al siglo XXI. En una entrevista de una hora el miércoles en el palacio de la Moncloa, Madrid, Zapatero explicó cómo España puede afrontar su crisis económica. ??La ambición de mi Gobierno es hacer un país innovador, creativo, emprendedor, manteniendo a la vez el Estado social de bienestar??, dijo Zapatero sentado debajo de un cuadro de Joan Miró, con un brillo de convicción en sus azules ojos y haciendo gestos con sus manos para anotarse un punto?.

??Ahora bien, los críticos de Zapatero no están convencidos. ??Zapatero lleva diciendo eso desde antes de convertirse en presidente del Gobierno y el hecho de que sigua diciéndolo es señal de lo poco que se ha hecho??, dice José Antonio Herce, economista jefe en Analistas Financieros Internacionales, asesoría financiera con sede en Madrid. Otro punto de fricción es el sistema laboral español a dos niveles. Pese a toda la defensa de Zapatero de los derechos de los trabajadores, los españoles con contrato permanente cuentan con muchas más protecciones que los trabajadores temporales, que forman gran parte del grupo de parados.

La semana pasada las conversaciones entre el Gobierno, los sindicatos y los dirigentes empresariales se rompieron al llegarse a un punto muerto en la demanda del sector empresarial de que sean reducidas sus contribuciones al sistema de la Seguridad Social, así como el coste de echar o suspender a empleados?.

Las noticias sobre terrorismo siempre tienen una repercusión internacional amplísima. Del primer atentado en Burgos contra la Casa Cuartel, son muchos los periódicos que hicieron análisis aunque quedó pronto nublado por el segundo, en Mallorca, con víctimas. Cabe destacar, sin embargo el texto publicado por el italiano La Stampa con la firma de Antonio Orighi y de Mimmo Cándito, con el título: ??Para Zapatero, los fantasmas de Franco?…

??Los halcones sanguinarios cancelan la línea del diálogo. Tras haberse acabado para siempre la utopía de la época de Franco, la sociedad vasca les ha vuelto la espalda. La bomba de ayer es sólo el rito de afirmación del ala militarista, que ve en la radicalización del enfrentamiento las razones de su posibilidad de supervivencia. Es la historia infinita de todos los grupos terroristas, cuando la pureza narcisista de la acción demostrativa mata la razón y la esperanza?.

??I think they are working in an area where their contribution is positively acknowledged, and we will be willing to sustain our efforts in the future if so required,? said Mr. Zapatero

«Creo que están trabajando en un área donde su contribución es reconocida positivamente y estaremos dispuestos a apoyar nuestros esfuerzos en el futuro si así se requiere», dijo el Sr. Zapatero

 

El Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero es entrevistado hoy en el New York Times por Victoria Burnett y por Rachel Donadio. En la entrevista, Zapatero elogia a Obama y señala que España estaría dispuesta a aumentar las tropas en Afganistan.

En la entrevista realizada en Madrid, el Presidente afirma que «las cosas han cambiado mucho». Y añade: «Obama es una persona que escucha. Creo que es lo suficientemente humilde para entender la diversidad y complejidad del mundo»,

??Things have changed an awful lot,? Mr. Zapatero said. ??I think Obama is a person who listens. I think he??s humble enough to understand, and humble enough to understand the diversity and complexity of the world, in terms of cultures, terms of ways of living, in terms of religions, in terms of different perspectives on a world order.?

Zapatero concluye: «no es una cuestión de lo que Obama puede hacer por nosotros, sino de lo que nosotros podemos hacer por Obama».

«La medida podría ser alcanzado por la prolongación de un despliegue temporal de las fuerzas que habían sido enviados para ayudar con la seguridad en Afganistán antes de la elección presidencial del 20 de agosto», -dice el diario.

Mr. Zapatero said the move could be achieved by prolonging a temporary deployment of forces that had been sent to help with security in Afghanistan ahead of the Aug. 20 presidential election.

Según publica EL PAIS, The New York Times considera esta actitud como «un gesto de apoyo» a los esfuerzos del mandatario estadounidense, Barack Obama, por trasladar el centro de la acción militar de Irak a Afganistán.

¿Cómo? ¿es posible? ¿No se trataba todo de una conspiración de Garzón, Prisa, y Rubalcaba?

Bárcenas se reunió con Rajoy para explicarle que había tomado la decisión de abandonar temporalmente su puesto incluso antes de que el Tribunal Supremo solicite al Senado el suplicatorio para poder juzgarle por cohecho y delito fiscal. El PP y Bárcenas saben que esa decisión estaba a punto de hacerse pública, por lo que han decidido adelantarse. -Lo cuenta Carlos Cue en ELPAIS

«….Pese al afán enterrador del Gobierno de Aguirre, el caso del espionaje de Madrid se resiste a morir. La Justicia es lenta, pero sus pasos son sólidos. Ya ha subido cuatro escaloncitos, que diría Camps. Pasito a pasito, el Gobierno de Madrid cada vez tiene más cosas que explicar…» [sigue Nacho Escolar]

Olga Rodríguez en su blog:

Ante el último auto de la Sección Segunda de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional con relación al caso Couso los testigos de su muerte hemos escrito el siguiente comunicado, publicado ya en varios medios:

El auto de la Audiencia Nacional sobre el caso Couso considera que si un militar ataca un lugar civil ese militar estará excusado con solo decir que creía que en dicho lugar había un elemento hostil. Rechazamos este planteamiento que da rienda suelta a la impunidad de los ejércitos y despoja a los civiles de la protección que les confiere la ley internacional.

No entendemos por qué la Audiencia otorga credibilidad al informe del Mando Central Norteamericano y no hace caso a los periodistas que estábamos en el hotel Palestine y presenciamos la muerte de Couso.

Somos la parte imparcial de una guerra...[sigue]