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[BBCMUNDO] Como resultado de la actual recesión global, la mayoría de los países industrializados quedarán endeudados durante décadas. Noruega, por el contrario, se ha beneficiado de la crisis. Este país, de apenas 4,6 millones de habitantes, debe gran parte de su fortuna a sus recursos petroleros. Pero la verdadera clave de su éxito está en cómo ha utilizado el dinero generado por el crudo.

 

 

«Hace 40 años -cuenta la BBC- este país era un país pobre y su principal sustento era la pesca. Ahora los noruegos están entre la gente más rica del mundo.Su PIB es un 50% superior al del Reiuno Unido, Francia o Alemania. Este pequeño país de apenas 4,6 millones de habitantes posee más de la mitad de las reservas de petróleo y de gas natural occidental. Gracias a esto, sólo el año pasad, ganaron más de 60 mil millones de dólares. Sin embargo la clave de su éxito no sólo está en el crudo, sino en como usan ese dinero.El país no gasta el dinero que gana con el petróleo: lo ahorra y lo invierte en un enorme fondo estatal de pensiones… [sigue aquí el vídeo]

 

Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen- Washington. Estando en el ejército y conocido entre mis amigos como «Combat Cohen,» fui incapaz de superar el hecho de que la opinión pública estadounidense fuera partidaria del elevado gasto del Pentágono a pesar del conocimiento de primera mano de los niveles sobrecogedores de derroche y malversación. Citaré, por ejemplo, el reconocido y frecuentemente atestiguado pillaje de la despensa por parte de los cocineros. Fruto de haber probado sus platos, puedo decir que robar es lo que mejor se les daba.Ahora estoy perplejo de forma parecida. Muchos, por no decir la mayoría, de los estadounidenses han tenido algún tipo de experiencia con el sistema sanitario de nuestra nación privado en su mayor parte. Pero siguen cayendo en la trampa de la táctica política que dice que nada — nada de nada — sería peor que la toma de control del sistema por parte del gobierno. Cómo podrían ser las cosas peor de lo que ya están es algo que se me escapa.

Durante los dos últimos meses, he dedicado muchas horas a acompañar a un ser querido a salas de urgencias hospitalarias — privadas todas ellas. La cantinela acerca de lo que en ocasiones se denomina medicina socializada es que si el gobierno dirigiera el sistema, las esperas serían interminables. Bien, estoy aquí para decirle que hasta cuando el gobierno no dirige el sistema, la espera puede ser interminable.

E incómoda. En un centro hospitalario no había suficiente espacio en las urgencias para dar cabida a todos los que buscaban tratamiento. Mi amiga fue desplazada de una cama — donde estaba relativamente cómoda — a una silla de ruedas en un pasillo. Allí estuvo sentada, sufriendo dolores, durante alrededor de seis horas. Algo parecido sucedió en otra sala, aunque esta vez le dieron a ocupar un catre. La espera, no obstante, fue igual de larga.

La sala de espera se ha convertido en el equivalente al médico de familia. Es a donde se acude si no tiene un médico de cabecera o a donde acude si tiene un médico de cabecera — y está haciendo una guardia o de fin de semana. También es por donde a veces tiene que pasar para ser admitido en un hospital. El personal es educado en su mayor parte, a veces maravillosamente servicial, pero la clasificación constante de los enfermos que llegan puede dejarle donde está durante horas. La sala de espera es el gran equiparador de la vida estadounidense. Todo el mundo recibe un trato miserable.

El otro día, Bill Moyers entrevistaba a Wendell Potter acerca de la sanidad y los temas relativos a ello. Potter es el ex director de comunicaciones corporativas de Cigna, la cuarta mutua más grande de la nación. Según su propia caracterización, es uno de esos ejecutivos de seguros que vuelan de reunión en reunión en aviones privados y que a duras penas bajan a la realidad para reunirse con gente real. Un día lo hizo. Fue a una clínica debía en la frontera de Virginia desde su ciudad natal en Tennessee. Esto es lo que decía a Moyers:

«Lo que vi fue a médicos dispuestos para proporcionar atención dentro de establos para animales. O habían levantado tiendas para atender a la gente… y vi gente haciendo cola. De pie en fila o sentada en estas largas colas, esperando recibir atención. La gente conducía desde Carolina del Sur y Georgia y Kentucky, Tennessee — de toda la región.»

Gracias al cielo que no tenemos medicina socializada.

En este debate acerca del papel del gobierno en la sanidad, soy un convencido por la experiencia. Además de haber sido Combat Cohen, también fui Reclamaciones Cohen cuando trabajaba en una aseguradora. Esto significa que en cuanto alguien dice algo acerca de «burócratas del gobierno,» sonrío porque en tiempos fui un burócrata privado. No son los burócratas del gobierno los que dicen que ciertos tratamientos no van a ser abonados, y no es el gobierno el que purga las listas de asegurados de enfermos y ancianos, y no es el gobierno el que gana dinero — montones de dinero — gracias a la cobertura sanitaria. Es la empresa privada.

Pero como señala Potter, la industria de los seguros pone los medios para asustar a la opinión pública con el discurso de la «medicina socializada» y «los burócratas del gobierno» y «la sanidad controlada por el gobierno.» Mi amiga tuvo que volver recientemente a urgencias porque estaba deshidratada. Su compañía aseguradora enumeraba los motivos por los que alguien podía volver y la deshidratación era uno de ellos. Aún así le negaron el pago del tratamiento. El gobierno no tuvo nada que ver con ello.

El presente debate de la sanidad es complejo por derecho propio — no es tan interesante como Michael Jackson o Sarah Palin. Pero al decidir lo que hay que hacer y a quién apoyar en la presente tentativa por reformar la sanidad, no se fíe de la propaganda de las mutuas, sino de su propia experiencia. Recuerde la última vez que fue a urgencias y pregúntese si el gobierno podría hacer de manera plausible un trabajo peor. Si la respuesta es positiva, entonces puede que usted necesite más atención médica de la que piensa.

Richard Cohen
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A punto de comenzar las vacaciones, garantizándose escasa repercusión, la Audiencia Nacional ordenó el archivo definitivo del asesinato de José Couso. Los jueces han argumentado que pudo haber un francotirador aunque nadie lo viera:

…Los magistrados Ángel Hurtado, Julio de Diego y Enrique López han otorgado mayor credibilidad a un informe del Mando Central Norteamericano que a los testigos españoles que estaban en el Hotel Palestina, de Bagdad, -dice EL PAIS.

Sí. Pudo haber un francotirador, un unicornio y hasta un elfo. Aunque nadie los viera.

Parece un tema antiguo, superado y parecería que quienes defienden que se investigue hasta sus últimas consecuencias no son más que cruzados nostálgicos contra Bush y Aznar. Pero es falso. Y ya está bien.

La  noticia es bochornosa para España, para su justicia y para todos aquellos que creen que la impunidad es la vergüenza de la civilización moderna.

A lo largo de su historia, los EEUU han conseguido sembrar su país con un sentimiento de orgullo nacional que envidian muchos de los que se dicen conservadores. ¿Cómo lo consiguen? -se preguntan. Porque juran hasta la extenuación que nunca se dejan a un hombre en tierra. Lo sabe un embajador, un repartidor de Fedex, un militar, un pescador, y un astronauta. Lo saben porque el cine y la propaganda se lo repite a los ciudadanos desde la escuela. Es un sentimiento complejo, a veces incluso criticable pero que, en todo caso, lleva años construir.

España es un país pequeño, cobarde, del que es difícil sentirse orgulloso. Nosotros nos dejamos a nuestros hombres en tierra y tapamos rápido cualquier cuneta sobre la que después se impone un pacto forzado de silencio. Los españoles lo consentimos, y abandonamos pronto a esas personas y a sus familiares.

La noticia, eso sí, ha tenido una notable repercusión internacional. Victoria Burnett lo recoge en el New York Times con estas palabras:

El tribunal invalidó el caso el año pasado, pero un juez de instrucción lo reabrió en mayo, citando nuevas pruebas a partir del testimonio de tres periodistas españoles que afirmaron que los soldados del tanque no habían recibido ataque alguno antes de abrir fuego. Sin embargo, el tribunal dijo el martes que su testimonio no excluye la posibilidad de que los soldados creyesen que estaban bajo el ataque…

The court threw out the case last year, but an investigating judge reinstated it in May, citing new evidence from three Spanish journalists who said the soldiers?? tank had not come under attack before they opened fire. However, the court said Tuesday that their testimony did not exclude the possibility that the soldiers believed they were under attack…

Sin duda los ciudadanos norteamericanos tiene que estar orgullosos de su sistema judicial, del Mando Central Norteamericano, y de las presiones diplomáticas porque les garantizan impunidad. Pero nosotros, los españoles, solo podemos avergonzarnos, una vez más. Porque aquí lo que está claro es que la justicia importa un pito.

«…..Según las conversaciones, la red había utilizado sus contactos para conseguir que les encargasen el montaje de las gradas y las plataformas del circuito. Sin embargo, no poseían la infraestructura suficiente para hacerlo, por lo que Correa y su socio Crespo, pretenden buscar a una importante empresa multinacional del sector para subcontratarla y cobrar así una comisión por la intermediación.

El esfuerzo no parecía importar al líder de la trama que en un momento de la conversación pide a su socios que contraten «echando hostias al que monta lo de Indianápolis y la NBA» con el argumento «aquí hay pelas y, si sale bien, hay pelas para todos. Una pastuqui importante….».

Lo cuenta la Cadena SER y no tiene desperdicio

El pasado 2 de julio, tras la muerte de Dalila por Gripe A, el diario ABC publicó en portada una fotografía de Mohamed el Huarachi, su pareja, con el titular: «Quiero los papeles para la madre de Dalila». Titulando así, el ABC estaba sugiriendo una relación amoral entre la condición de inmigrante y su condición de víctima y daba a entender sutilmente que Mohamed tenía algún interés oscuro al aprovecharse de la muerte de la mujer.

Lo mismo me equivoco pero, conociendo la práctica periodística, seguro que el titular «Quiero los papeles para la madre de Dalila» ni siquiera correspondía a una afirmación hecha por iniciativa del marido, sino a una respuesta a la pregunta del periodista.

 El enfoque de la portada del ABC, -la elección de esa frase-, al día siguiente de la muerte de la mujer, es una inmoralidad indigna de un periódico que dice defender principios cristianos y compasivos. Es una canallada. Y más allá de la forma está el fondo. Aunque tal demanda se hubiera formalizado no se habría tratado de un atropello a la sociedad -de la que también esa familia es parte-, sino de una exigencia justa a un país cuya sanidad pública fracasó estrepitosamente con su mujer.

 El sistema de nuestro país, como decíamos ayer, se ha ensañado con esa familia: ??El abuelo murió en un accidente laboral, la madre por mal funcionamiento de las urgencias y ahora el bebé? por negligencia médica. Un retrato de nuestras deficiencias.

 Algunos políticos y los medios que amparan sus ideologías tratan de hacernos creer que asfixiar al Estado, quitándole los recursos para dárselos a las empresas privadas, no tiene consecuencias y claro que las tiene. Las tiene con los débiles y las tendrá después para con todos los demás. Aunque se nos pretenda presentar a sus víctimas como aprovechados ciudadanos que fagocitan el sistema, la verdad es que ellos son el dedo del sabio que señala la luna.

 

En portada el ABC se olvidó de incluir el resto de la frase: «Quiero los papeles para la madre de Dalila porque nuestro hijo la necesita»

«El abuelo murió en un accidente laboral, la madre por mal funcionamiento de las urgencias y ahora el bebé» por negligencia médica.

Nacho Escolar lo recordaba ayer en Twitter y se confesaba indignado. Hoy su columna en Público lleva el título de «La Puerta del Paraiso«. En efecto, «el paraíso español, esa quimera, ya se ha cobrado la vida de tres Mimouni sin que ninguno llegase a traspasar esa puerta entre el primer y el tercer mundo; esa muralla que siempre separa el cielo del infierno aunque se hayan cruzado las fronteras».

La familia de Dalila retrata como ninguna las deficiencias sociales de nuestro país. No es el único caso de lo que está ocurriendo despacio, silenciosamente, a nuestro alrededor. No es el único caso, digo, aunque sí el que más visibilidad ha tenido debido a la GripeA. De ellos conocemos su nombre, de otros tantos no.

Porque no ha sido solo esa enfermedad la que ha golpeado a los Mimouni. Es la anorexia del sistema de protección social, de quienes lo adelgazan creyéndose más fuertes por mirar a otro lado ante los débiles, la que realmente les ha golpeado.

«…Se está entregando la gestión de los hospitales públicos a empresas privadas. Paralelamente se deteriora el servicio; a veces mediante un susto, como ocurrió con el Hospital Severo Hochoa, pero siempre de forma real, con la falta de personal y de medios para sanar. Eso produce dos efectos que son los que busca la política de los populares. Por un lado, miles de usuarios escapan de la sanidad pública, por lo que se reduce la demanda en los hospitales gestionados por empresas y eso los hace más rentables. Por otro, miles de pacientes se abrazan a empresas privadas de atención sanitaria, con lo que se trata de una doble vía de privatización.

Cuando Esperanza Aguirre y sus muchachos iniciaron la campaña contra el doctor Montes del Hospital Severo Ochoa de Leganés, una de las principales compañías de sanidad privada inició una campaña publicitaria en la que el eslogan decía: ??Para nosotros, lo importante eres tú?, dando por entendido que para los profesionales de la sanidad pública lo importante no era el paciente. Cuanto más agitaba el escándalo el consejero de la Comunidad, más contratos firmaban las aseguradoras privadas…»

[Sigue Emilio Silva en «El Consejero Guemes, sus circunstancias..»]

«…El secretario general de la sección sindical de Comisiones Obreras (CC OO) en el centro ha denunciado «el caos sanitario que vive Madrid». En su opinión, «el problema es que hay una grave carencia de personal en el Gregorio Marañón. En la UCI, de las 16 personas que hay, ocho son eventuales. No pasan más cosas no sé muy bien por qué. Los trabajadores estamos al 150% de nuestra capacidad. La situación es caótica. Han desmantelado este hospital para llevarse el personal a los nuevos, pero si hay algún problema tienen que volver aquí porque no están dotados». Fuentes del hospital han criticado que personal sin experiencia haga prácticas en un área tan crucial como la UCI…» [sigue EL PAIS]

Dalilah murió después de visitar cuatro centros médicos sin que nadie detectara su enfermedad. Su hijo ha muerto ahora por una negligencia médica. Dos buenas razones para poner el foco sobre la sanidad de Madrid y preguntarse qué está pasando o que narices está haciendo Esperanza Aguirre con ella. [visto aquí]

La sanidad, como en tantas otras actividades, por su extraordinaria y trágica trascendencia la máxima es que «o se hace bien o no se hace».

Sin embargo, el error (qué concepto tan abierto y terrible en sanidad), como parte incondicional del contexto de algo tan complejo y delicado, hace que la trasparencia sea un elemento indispensable (evidentemente no el único) para recuperar la confianza.

Esta «gravísima negligencia», en palabras del propio Gerente del centro, tampoco debe hacernos dudar de la calidad del Hospital Gregorio Marañón como una de las instituciones sanitarias más importantes del mundo, un patrimonio del que sentirse orgullosos todos los ciudadanos, que depurará las condiciones bajo las que la tragedia de la familia de Rayán y Dalilah fue posible.