La revista italiana Panorama publica un texto de Gian Antonio Orighi titulado:??Federalismo de las antenas?. El texto denuncia la alta politización de las televisiones autonómicas en España, señalando en especial a TeleMadrid y a Canal Sur:

??¿Después del federalismo fiscal, el televisivo? -se pregunta el autor- Si el ejemplo es España, cabe esperarlo. En un país en el que hay sólo dos cadenas estatales (Tve-1 y La2), las emisoras públicas de las ??comunidades autónomas??, formidable arma propagandística de los gobiernos regionales que las controlan, son ya 26 y cuestan al contribuyente nada menos que 3.000 millones de euros. Hay para todos los gustos y para todas las lenguas: de las noticias 24 horas al día en valenciano a la red musical en vascuence. Y todas tienen su telediario, que es la verdadera razón de su existencia. Las más escuchadas son TeleMadrid, agit-prop popular, la andaluza Canal Sur, empalagosamente socialista, y Tv3, principal vehículo del independentismo catalán?.

En efecto,  el asunto -que llega ahora a la prensa extranjera- es un escándalo. En nuestro país hay una falta total de pudor a la hora de confundir la propaganda con el interés público.

Para España, es toda una novedad y un acierto que se haya garantizado por ley la independencia de TVE. Es un paso valiente, tanto como el hecho de que su Presidente sea elegido por el Parlamento. Sin embargo es llamativo que el ejemplo no haya cundido en las comunidades autónomas, incluidas las socialistas.

No hay ninguna que se salve: ni la valenciana, ni la andaluza, ni la madrileña, ni la gallega, ni la catalana. Todas han convertido el periodismo en una herramienta al servicio del poder. La noticia es mala para esta profesión, pero es nefasta para la sociedad.

Hay un asunto, además, que se aborda poco y que la sociedad no debería consentir: la utilización que se hace del presupuesto. Esos 3.000 millones de euros se utilizan no solo para apoyar a políticos locales sino para favorecer a sus amigos. Un asunto que alguien tendrá que abordar es el pago que se hace en muchos de esos lugares, a precios completamente desorbitados, a productoras de amigos y contactos. Apenas hay controles y cuando existen se solapan con la ingeniería de los golfos.

Pero nadie lo aborda. Todo el mundo, tanto gestores como ciudadanos, se autocuentan alguna historia para justificarlo y mirar a otro lado.

Y uno se pregunta ¿como funcionaría este país si todo el mundo cumpliera las normas?

 

Schumacher-Matos

Empresario y Periodista de EEUU, de origen colombiano. Ha sido editor fundador del Wall Street Journal Américas y formó parte del equipo de Philadelphia Inquirer que recibió el Pulitzer.

 

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Edward Schumacher-Matos – Boston. ¿Qué tendríamos que hacer con los inmigrantes en el marco de la reforma sanitaria?

En el programa de Lou Dobbs esta semana, el reverendo Samuel Rodríguez, del Consejo Nacional Hispano Cristiano, y el obispo Harry Jackson Jr., de la High Impact Leadership Coalition, fueron confrontados con la elección política de si proporcionar tratamiento de urgencia o no a un niño de tres años sin papeles. Dobbs forzó una elección entre «asegurar a los ciudadanos o a los ilegales.» Rodríguez dijo que los ilegales deberían estar asegurados; Jackson dijo que no deberían recibir el mismo tratamiento que los ciudadanos, pero a continuación sugería que en la práctica él no rechazaría al niño.

Sospecho que la mayoría de los estadounidenses conviene con Jackson. ¿Pero qué pasa con los inmigrantes legales? Los Senadores Republicanos Orrin Hatch, de Utah, y Mike Enzi, de Wyoming, tienen la respuesta: Restringirlos. Su propuesta obligaría a que los inmigrantes no tuvieran derecho a ninguna de las prestaciones sanitarias públicas nuevas hasta llevar cinco años en el país de manera legal. Esto repite la fórmula impuesta a casi todas las prestaciones sociales federales por el Congreso en 1996. Los colectivos pro-inmigrantes presionan en favor de la derogación total de esa ley poniendo fin al período restrictivo en cualquier propuesta de ley de reforma sanitaria.

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Sustentando el debate está la percepción popular de que los inmigrantes están conduciendo a la ruina al sistema sanitario del país y que suponen una amenaza para cualquier reforma. Hasta el Caucus Hispano del Congreso esquiva discretamente el asunto, sin decir nada que venga a cuento.

Pero el hecho es que los inmigrantes, latinos incluidos, aportan proporcionalmente menos presión sobre el sistema sanitario que los estadounidenses de nacimiento. Mientras tanto, contribuyen a la economía y — si creemos a los activistas y los estudios — están dispuestos a pagar más impuestos en concepto de sanidad.

Claramente el país no puede poner un cartel ofreciendo atención gratuita al resto del mundo. Pero los temores motivados por la inmigración no deberían teñir el debate. Los sistemas de salud son mucho más eficaces, eficientes y generosos que nuestro sistema sanitario público destinado a los no residentes sin necesidad de la tacañería de algo parecido a la propuesta Hatch-Enzi ni crearnos caras dificultades administrativas para combatir un problema que ha sido exagerado.

Un estudio difundido en el año 2005 por la Revista Americana de Salud Pública que analizaba los datos del gobierno concluía que el importe consumido por los inmigrantes, y por el gobierno en su nombre, era menos de la mitad (1.139 dólares) del importe consumido por y gastado en los ciudadanos estadounidenses de nacimiento (2.546 dólares). Esto no es sorprendente en absoluto: los inmigrantes son más jóvenes que la población en conjunto y acuden menos a consulta.

Las estrictas limitaciones a su solicitud de prestaciones públicas como Medicaid o el Programa Estatal de Salud Infantil (SCHIP) significa que el gasto público en los inmigrantes también será similarmente bajo. En el caso de los inmigrantes ilegales, según un estudio publicado en el año 2006 en Health Affairs, era el 0,6% de lo que recibía la ciudadanía estadounidense de nacimiento en forma de prestaciones públicas.

Un estudio de la RAND realizado entre inmigrantes del condado de Los Ángeles, por ejemplo, concluía que apenas la mitad de los ilegales había visto a un médico durante el último año.

¿Pero qué hay de las imágenes de salas de urgencias llenas hasta la bandera de inmigrantes? Existen excepciones hospitalarias individuales que generan las imágenes dramáticas de la televisión, pero no son representativos de todos los hospitales del país.

El estudio de Health Affairs concluía que sólo el 6% más o menos de los inmigrantes sin la ciudadanía utilizó los servicios de urgencias en el año 2003, en comparación con el 32% de los ciudadanos. Un estudio realizado por la Universidad de California en el año 2005 entre los inmigrantes mexicanos que llevaban menos de 10 años en California arrojó que visitaban las salas de urgencias la mitad de veces (alrededor del 10%) que los blancos estadounidenses de nacimiento (el 20%).

En el campo de minas de las estadísticas sanitarias, hay que notar que esas cifras no miden si los pacientes pagaron por los servicios o no. Según la Oficina de Contribución Pública, no existen cifras fiables que midan la atención de urgencias que queda sin abonar en función de la situación de inmigración.

Los latinos en general, legales o ilegales, nacidos en suelo estadounidense o no, sí parecen recibir más atención sanitaria no remunerada que los demás grupos raciales o étnicos. Los hispanos componen el 15% de la población, pero un estudio publicado a principios de este año por la New America Foundation concluía que eran responsables de poco más del 24% de la atención no remunerada en los servicios de urgencias en el año 2004. Esto se compara con más del 56% en el caso de los blancos.

Pero ni siquiera esas cifras representan el vacío fiscal colosalmente desproporcionado, e incluyen más cosas que a los inmigrantes.

El verdadero problema es el inverso: los inmigrantes pagan mucho más de su bolsillo que los estadounidenses corrientes en concepto de sanidad. La tercera parte de los inmigrantes no tiene seguro médico de ningún tipo, ni público ni privado. Entre los inmigrantes sin la ciudadanía, la cifra se eleva al 44%. Ninguna reforma sanitaria saldrá a cuenta ni será moralmente aceptable a menos que incluya a nuestros inmigrantes.

Edward Schumacher-Matos
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Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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Richard Cohen – Washington. Entre los antiguos alumnos del Instituto Far Rockaway de Queens, N.Y., hay tres Premios Nobel — dos de Física (Richard Feynman, Burton Richter) y uno de Medicina (Baruch Blumberg) — además de una pionera del baloncesto femenino (Nancy Lieberman), una psicóloga de prestigio (Joyce Brothers), un financiero (Carl Icahn) y, para consternación y gran tristeza, Bernard Madoff, promoción de 1956. Aparentemente, no me gustaba ni siquiera por entonces.Yo estaba en la promoción de 1958, dos cursos por detrás de Bernie, pero en la misma clase que su mujer, Ruth. Ella era amiga mía, o eso sugiere claramente nuestro anuario, aunque mi recuerdo de nuestra amistad ya no está muy vivo. La recuerdo sólo como realmente guapa, un objeto de deseo en unas clases u otras. Pero en el anuario ella puso una larga inscripción. Al parecer yo la provocaba. Parece que bromeaba a costa suya. Ella me perdonó todo eso y acabó escribiendo que me «encontraría a Bernie en el baile — y garantizo que saludará.»

Hola, Bernie. Adiós, Bernie.

Otros en mi curso no dijeron adiós a Bernie hasta que fue demasiado tarde. A través de Ruth, invirtieron con él — sumas modestas, un porcentaje de beneficios de unas vacaciones humildes, los ahorros de un profesor. Con el tiempo, se extendieron los rumores del talento de Bernie con el dinero, y otros intentaron entrar en su círculo de inversiones. Si no podían, pedían ayuda a aquellos que ya estaban dentro para ver si ellos podían meterlos. La respuesta era sí.

Ahora su dinero, los ahorros de su vida, todo se ha esfumado. Extrañamente, ellos están en mucha mejor situación que algunos de los inversores más ricos de Bernie. Mi amigo Ted tiene su pensión de profesor del sistema público de enseñanza de Nueva York, mientras que los muy ricos, que invirtieron todos los fondos de su jubilación con Bernie, han quedado totalmente desplumados. Lo lamento mucho por ellos. Me identifico con ellos. No son, como se dice a veces, codiciosos. La Bolsa era un misterio. Parecía desafiar a la lógica. Ellos dejaban que Bernie se ocupara de ella. Yo habría hecho lo mismo.

Pero Bernie y yo no nos hablábamos. Tampoco hablamos en el baile. Mi dinero fue invertido en otros lados — la cuenta de ahorro para la jubilación que proporciona mi empresa y algunos patéticos chapoteos en el mercado. Ahora tengo más dinero que muchos de aquellos que conocían a Bernie. Esta resulta haber sido mi estrategia de inversión: pura chorra.

Cuando cuento a la gente mi relación con Bernie y Ruth, a veces resuellan. Cuando les enseño el anuario, contienen la respiración igual que si se tratara de una serpiente venenosa. Mi anuario es lo más cerca que la mayoría de la gente estará nunca del mal. Bernie es malévolo, que es lo que dijo el juez el lunes al condenarle a 150 años de prisión. El anuario se ha vuelto una especie de instrumento Nazi. Resulta atractivo. Resulta repulsivo. Trata del mal.

Para entender por completo la perversión de Bernie, hay que saber algo de Maimónides. Era un sabio judío del siglo XII, nacido en España pero muerto en Egipto (donde fue el médico de la corte). Entre otras cosas, plasmó en un código la solemne obligación de ser caritativo. Era esta obligación la que tantos de los inversores de Bernie llevaban a rajatabla. Era la satisfacción de esta obligación lo que les daba derecho al ingreso en sus clubs de campo. Pensaban estar haciendo el bien. Para ellos, igual que para Maimónides, ser rico no bastaba. También hay que ser caritativo. Bernie se llevó el dinero destinado a caridad. Bernie les tomó el pelo a todos.

Esto es el mal. No es robar a los ricos, como se ha caracterizado en ocasiones, sino a los pobres — a los enfermos, a los estudiantes, a los refugiados, a los oprimidos políticamente. La lista de perjudicados o hundidos por Bernie es larga. Robó a sus amigos. Robó a su familia. Robó a mis amigos. A su condena, Ruth le denunciaba. De acuerdo. Ella dijo no poder creer lo que él había hecho. «El hombre que cometió este horrible fraude no es el hombre que conozco desde hace todos estos años.»

El 50 aniversario de la promoción del 58 se celebró más o menos un mes antes de que el entramado de Bernie se viniera abajo. Ruth y él llegaron y aunque no reparé en su presencia — distraído por los demás, supongo — me cuentan que fueron recibidos cálidamente y saludados y abrazados. Pero después de eso, nadie les hizo mucho caso. Después llegó la noticia y los correos electrónicos zumbaron de un lado a otro. Pinchado por un reportero, exhumé el anuario y quedó impactado al descubrir la inscripción. Resulta que yo conocía a Ruth. Resultó que ella nunca conoció a Bernie.

Richard Cohen
© 2009, Washington Post Writers Group
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El periódico norteamericano The Wall Street Journal publica un texto de Thomas Catan y de Jason Sinclair titulado: ??El juicio contra César Alierta podría perjudicar a Telefónica?. En el texto los periodistass señalan que «se espera que el Tribunal español haga público su veredicto este mes por el presunto delito de información privilegiada imputado al Director de Telefónica, César Alierta»

«Es ésta una decisión esperada durante largo tiempo y que podría tener profundas consecuencias en la mayor empresa de telecomunicaciones de Europa y en la unida comunidad empresarial española. Las acusaciones contra Alierta se remontan a finales de los años 90, época en la que dirigía Tabacalera, empresa estatal de tabacos?

??El veredicto del caso llega en un momento en el que Telefónica se enfrenta a nuevas presiones empresariales. Durante años, la compañía se ha beneficiado de una posición dominante en su mercado doméstico lo que permitió que pudiera mantener sus precios al nivel más elevado de Europa. De acuerdo con las cifras de la Unión Europea, los españoles son los europeos que pagan más cara su factura de teléfonos móviles. Tras años de investigaciones, los fiscales anticorrupción determinaron en 2005 que Alierta había obtenido mil ochocientos sesenta millones de euros en beneficios ilegales mediante la utilización de información privilegiada a través de su sobrino?.

[…[ Además, existen indicios de que el gobierno también está apretando a Telefónica. Para ayudar a financiar la televisión pública, el gobierno propuso recientemente un nuevo impuesto a las empresas de telecomunicaciones, incluida Telefónica?.

 

Ellen Goodman

Premio Pulitzer al comentario periodístico.

 

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Ellen Goodman – Boston. Probablemente será peligroso admitir un momento de empatía. Quedaré inhabilitada para siempre como aspirante a jueza del Tribunal Supremo o bien se me retirarán mis credenciales periodísticas.

Pero tras contemplar las reemisiones de la dimisión de Sarah Palin de la gobernación, tras escuchar cada oración gramáticamente incorrecta y párrafo inconsistente diseccionado por algún presentador de debates televisivos, empecé a (me sonrojo) identificarme con ella.

Era sonrisa gélida, la vulnerabilidad, la extraña mezcla de no-motivos ininteligibles, precipitados, no revisados repartidos por todo el discurso. Palin dimitió para evitar marcharse. Cogió la puerta como acto de autosacrificio. Abandonó su empleo para servir a su país.

No era como ver un accidente de tráfico. Era como ver una avalancha. Fue contemplar su imagen de mujer ambiciosa, segura de sí misma y fuerte agitada hasta la médula. Todo lo que la mantenía en su sitio era un chicle, su familia y algo de rabia con razón.

¿Qué le ha pasado a Sarah la Barracuda? ¿La pitbull con pintalabios? ¿La madre de cinco hijos que cazaba alces y corría maratones y jugaba entre manos con una Blackberry y un sacaleches?

Hace 10 meses, cuando John McCain la eligió como su compañera de lista, fue como ver nacer una estrella del baloncesto femenino del Instituto. No, la NBA. Siendo gobernadora, en una ocasión hizo comentarios acerca de la capacidad de un contrincante de exponer datos y cifras, «¿Importa de verdad algo de esto?» Siendo aspirante en la lista, contaba un ayudante de McCain, ni siquiera sabía que no lo sabía.

Me encuentro entre aquellos que albergaron la creencia «elitista» de que un candidato a la vicepresidencia debe saber tanto de legislación pública como, digamos, Katie Couric. Aún así, me encantó el hecho de que a causa de Palin, los conservadores criticasen el «sexismo,» la derecha religiosa describiera el embarazo adolescente como «un desafío,» y se volviera políticamente incorrecto para los Republicanos más reaccionarios criticar a las madres trabajadoras.

Nunca creí que fuera fácil para Palin volver a Alaska tras los focos y el encanto de grandes ciudades de una campaña nacional. Pero no esperaba esto.

«En la vida todo son elecciones,» decía. Supongo que sus elecciones fueron: Pelear con una legislatura estatal, pagar las costas de los abogados de las investigaciones éticas, y hacer sudar la gota gorda a sus hijos. O hacer acto de aparición como escritora y conferenciante estrella ante audiencias que la adoran.

No fue solamente «la política de acoso y derribo» lo que llevó a Palin al límite. Fue la política de adulación personal. Después incluso de la dimisión, un bloguero de RedState.com lo describía realmente como «¡Sarah Palin sonaba como cualquiera de nosotros!… Ese es el motivo de que sea tan popular desde el principio. Ella ES una de nosotros.»

Lo que encantaba a los incondicionales de Sarah Palin era su apariencia de autenticidad. Era descrita repetidamente como «real.» Creo que es lo que Palin pensaba de ella misma.

Después incluso de su dimisión, describía su papel de gobernadora diciendo «Esto es lo que soy. Esto es quién soy.» Pero, y ya perdonará la maldita empatía, ésta es una mujer que llegó a un punto en que realmente no sabía quién era. Ni lo que quiere.

Se han hecho muchas comparaciones entre el accidentado discurso de dimisión de Palin y las concisas confesiones de adulterio de Mark Sanford. Sanford se enamoró perdidamente — «A pesar de los esfuerzos de mi cabeza, mi corazón no puede vivir sin ti, tu voz, tu cuerpo» — en sentidos que nos hacen sentir vergüenza ajena por él y por Argentina. Palin se enamoró de su momento de gloria. Lo que vemos es a dos políticos de mediana edad que descubren de la forma más dolorosamente pública que no son las personas que pensaban que eran.

Sanford no es el hombre conservador de familia y valores que creía ser. Palin no es el pitbull con pintalabios de quita y pon que creía ser. La mujer que quería ganar no quiso gobernar. La mujer que brillaba bajo la atención pública se marchitó bajo los focos. Y cuando el camino se puso difícil, se marchó en un visto y no visto.

Hay gente que dice que se trata de una jugada inteligente para presentarse a la presidencia. Buscar pistas del futuro en su decisión es la ocupación a tiempo completo de los medios de comunicación. Pero aventuro que no tiene idea de lo que quiere hacer ahora.

«Todas las opciones están sobre la mesa,» dice. Pero irónicamente, la que pronto será exgobernadora y conferenciante, escritora y celebridad, sólo tiene una opción más. ¿Autenticidad? La única labor que queda a Sarah la ex Barracuda es simular ser candidata presidencial. En mitad de una avalancha, ser cobarde es ahora el dilema.

Ellen Goodman
© 2009, Washington Post Writers Group
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La prensa extranjera sigue con el asunto de Garoña, lo que demuestra que el caso tiene una importante dimensión internacional. El periódico francés Le Monde publica un texto de Jean Jacques Bozonnet titulado: ??José Luis Zapatero evita tomar la decisión de cerrar una central nuclear?. Según el prestigioso diario, ??las realidades económicas y políticas han empujado al jefe del gobierno español a aplazar el cese de actividades de Garoña más allá del final de su ??vida útil??, contrariamente a sus promesas electorales?.

??Contrariamente a las promesas electorales, Garoña ha obtenido una prórroga de cinco años, no hasta 2011, fecha del cuadragésimo aniversario de su puesta en funcionamiento y, consecuentemente, del final de su ciclo natural. El gobierno promete crear ??al menos tantos puestos de trabajo como los que van a desaparecer??. Pero eso no ha impedido que el alcalde de la localidad en la que se encuentra la central haya anunciado su dimisión del Partido Socialista Obrero Español?.

??Zapatero, personalmente favorable al cierre, ha tenido que tener en cuenta la división existente en su propio partido sobre este tema. Su antecesor socialista, Felipe González, que decidió la moratoria nuclear cuando estaba en el poder, recientemente se ha puesto al frente de los que reclaman la reapertura del debate. Considera que el ejecutivo habría tenido que seguir la recomendación del CSN y mantener la actividad hasta el año 2019. Sus argumentos son a la vez económicos y ecológicos, al igual que los de la oposición de derechas y, entretanto, el gobierno minimiza la importancia de Garoña cuyo reactor de 460 megavatios suministra el 1,3% de la producción eléctrica del país?

Hoy:

La alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, acusa a Zapatero de cohecho pasivo por aceptar las conservas regaladas por el presidente cántabro…

Yo le diría que antes de hablar convendría que hiciera un poco de memoria:

Aznar inicia una etapa al frente de la fundación del PP. Se ha llevado a su nueva casa la pista de pádel que le regaló Plácido Domingo, 10.000 botellas de vino y los muebles familiares…

 

E. Robinson

Premio Pulitzer 2009, Catedrático Neiman de Periodismo en Harvard y Editor de la sección Exterior del Washington Post.

 

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Eugene Robinson – Washington:  ¿Qué se puede decir de un funcionario público que ridiculiza a aquellos que «cogen la puerta» — y después comparece ante la prensa para anunciar que se marcha? ¿Una gobernadora que afirma que «el camino fácil y sin ningún valor» sería agotar los 18 meses que quedan de su mandato? ¿Una político ambiciosa que dice que «la vida es demasiado corta» para preocuparse de cosas aburridas como, ya sabe, la responsabilidad o el deber?Se puede decir que todos aquellos de nosotros que nos tomamos en serio alguna vez a Sarah Palin — o que simulamos tomarla en serio — deberíamos estar profundamente avergonzados. Y se puede decir que John McCain debería disculparse públicamente por poner en peligro a la nación que ama eligiendo a Palin como su compañera de lista. Imaginar a Palin a un pelo de la presidencia debería ser suficiente para provocar escalofríos hasta al más convencido de los Republicanos.

Los motivos que dio para dimitir no son sólo rebuscados o implausibles sino literalmente absurdos. ¿La forma más eficaz que tiene de servir a los habitantes de Alaska es abandonando el ejercicio de sus funciones como jefa del ejecutivo? ¿Que le preocupa que como funcionario saliente se vea obligada a desperdiciar de alguna forma dinero del contribuyente en banquetes inútiles? Durante su rueda de prensa estilo «No llores por mí, Alaska» anunciando su salida, las conclusiones campechanas — «Sólo los peces muertos se dejan llevar por la corriente» — sonaron a perlas de lógica Cartesiana en una bañera de puré.

Pero estoy afirmando lo evidente. El tema es que la incapacidad de Palin para desempeñar un cargo público ha sido evidente todo el tiempo. Tina Fey lo entendió a la primera; el resto de nosotros fuimos demasiado reticentes para afirmar a plena luz que el emperador, o emperatriz, está desnudo.

Existen básicamente dos motivos de que la clase política y el estamento periodístico sigan hablando y escribiendo sobre Palin igual que si fuera una figura de nivel cuya presencia en la escena nacional no es sino una broma cruel y sin gracia. El primero es el miedo — no de Palin y sus legiones de analfabetos, sino el de ser tachados de elitistas y sexistas.

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Desde el principio, Palin ha sido una maestra a la hora de tender esta trampa a sus críticos. Al igual que la mayor parte de los estadounidenses, ella no fue a una universidad de élite; al igual que la mayor parte de las mujeres, ella se enfrenta a diario a los equilibrios entre vida laboral y vida familiar. Ella destacaba estas facetas de su biografía, y a continuación las utilizaba para retratarse de víctima en cuanto alguien cometía la temeridad de criticar cualquier cosa que ella hubiera dicho o hecho. La ilustración más reciente es lo que puso la semana pasada en su página de Facebook acerca de la reacción a su dimisión anunciada:

«Qué triste que Washington y los medios nunca lo vayan a entender; es por el país. Y aunque es honorable que incontables más abandonen sus puestos para seguir una vocación superior y sin agotar un mandato, por supuesto a estas alturas sabemos que, por alguna razón, las decisiones que yo tomo se miden según un rasero diferente.»

¿De qué está hablando? ¿Quiénes son estos «incontables otros» que supuestamente han tomado la misma decisión de abandonar gobernaciones sin ninguna razón creíble? Los nombres no salen por ninguna parte. ¿Por qué cualquier crítica a la Pobrecita Sarah es el producto del «rasero diferente» que el ladino «viejo Washington y los medios» aplican siempre? Porque echar la culpa a sus presuntos perseguidores favoritos le permite ignorar la reacción contrariada de sus electores en Alaska que están perplejos y desconcertados ante su decisión de tirar la toalla.

El otro motivo de que Palin sea tomada más en serio de lo que merece es que tiene un electorado. Que el cielo nos ayude.

Palin tiene opiniones conservadoras extremas, y mientras que discrepo con ella en casi todo, su filosofía ciertamente no tiene nada de inapropiado ni ilegítimo. Pero mis condolencias para los conservadores que la eligieron como su defensora porque ella los va a dejar tirados. Articular una visión política e inspirar a la gente para creer en ella son logros ciertos, y nadie puede quitarle el mérito de eso. Pero llevar a la práctica esa visión a través de la legislación o la acción ejecutiva exige disciplina, constancia y rigor. Por volver a afirmar lo evidente, éstos son rasgos de los que carece Palin.

Cualquiera que se sienta tentado a ver su estratagema de dimisión como una jugada maestra, que la posiciona para una candidatura presidencial en 2012, está jugando con fuego. Se comportará de forma excéntrica.

Sarah Palin tiene por naturaleza más madera de agitadora mediática que de otra cosa. A los suyos se les ve venir. Podrá negarlo todo lo que quiera, pero en realidad es — glups — una de nosotros.

Eugene Robinson
Premio Pulitzer 2009 al comentario político.

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Richard Cohen

Columnista en la página editorial del Washington Post desde 1984.

 

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En su novela «El complot contra América,» Philip Roth imaginaba que Charles Lindbergh, un aislacionista y un antisemita (pero un estupendo piloto), se postulaba a la presidencia en 1940 y derrotaba a Franklin Roosevelt. En su novela «Patria,» Robert Harris imaginaba una Gran Bretaña que había sucumbido a los Nazis. Estas obras son catalogadas de «historia alternativa.» Esta es mi contribución al género: Sarah Palin llega a ser presidenta de los Estados Unidos.

¿Trasnochado? No tanto. Después de todo, Palin estuvo realmente en la lista electoral Republicana, y el candidato Demócrata era a la vez profano a nivel nacional y el primer afroamericano en aspirar a la nominación. Un error importante por alguna parte y el ganador podría haber sido John McCain, el más anciano en ser elegido presidente nunca.

Mis hermanos y hermanas del comentario periodístico pasaron un animado fin de semana del 4 de Julio dándose un festín con Palin y su decisión de dimitir como gobernadora de Alaska. Sus palabras fueron escrutadas en busca de significado y sus planes deducidos mientras expertos políticos de ambos partidos analizaban su maniobra para ver si realmente es tan inteligente o tan estúpida como aparenta para quien la mira. Todo el mundo lo pasó en grande.

Sería adecuado por nuestra parte, no obstante, considerar lo cerca que estuvimos del desastre total — la cuestión «contrafactual» sugerida arriba. Un artículo reciente en el Vanity Fair brinda pruebas adicionales de lo desagradable que una vicepresidenta (o presidenta) Palin habría resultado. Durante la campaña, demostró ser alérgica a las ruedas de prensa y permaneció decidida a dejar que el conocimiento le pasara de largo. Más recientemente, explicaba su decisión de — me tomo la licencia del Partido Republicano — abandonar como gobernadora de Alaska practicando errática un idioma desconocido, explicándose después en una avalancha de Twiteos que sólo plantean más dudas. Una duda, sin embargo, ha quedado zanjada: No está preparada para el puesto.

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La duda que mejor despierta Palin es que fuera elegida para la lista Republicana — una elección jerárquica tomada por McCain. Fue la decisión más imprudente que ha tomado cualquier político nacional que se recuerde, y mientras que ciertamente ello dice algo de McCain, dice aún más de su partido. Ha perdido el rumbo.

Recuerde, después de todo, que Palin no era la elección favorita de McCain. Que se trataba de Joe Lieberman o Tom Ridge. Ambos fueron rechazados por el propio partido a causa de su decepcionante moderación en asuntos sociales sobre los que el Presidente tiene la autoridad directa de todas formas — el aborto, sobre todo — y en el caso de Lieberman porque había sido Demócrata. En un estado de desesperación, McCain recurrió a Palin.

¿Hubo algún grito de protesta? No. ¿Exigió saber el Partido Republicano qué demonios había hecho de labios de McCain? De nuevo, no. ¿Estaba bien por parte del Partido Republicano que la persona a un pelo de la presidencia fuera — ya me perdonará, pero es cierto — una rara sin ninguna experiencia nacional en absoluto? Puede apostar. El partido se había rendido, aceptando a una nulidad porque era contraria al aborto en lugar de a un templado senador o a un exgobernador porque ellos no lo eran. La ideología ganó. La nación perdió.

Casi tan interesante como Palin es el Gobernador de Carolina del Sur Mark Sanford. Deje a un lado su aventura. Estas cosas pasan. Concéntrese en su lugar en la forma en que ocultó su aventura — desapareciendo por las buenas y centrando la atención en sí mismo. Observe que antes incluso de que de alguna manera llegara a Buenos Aires por una ruta forestal de los Apalaches, era famoso por rechazar el dinero federal del estímulo. Antes de eso, siendo congresista, afirmaba haber rechazado una dieta por desplazamiento — y un catre — y decía, «Yo duermo en el suelo de mi despacho.» La mayor parte de nosotros consideraríamos excéntrico este comportamiento. Dentro del Partido Republicano, era interpretado como madera presidencial.

¿Sigo? Newt Gingrich, otro posible candidato, es el geiser del Partido Republicano, entrando en erupción de forma regular. Recientemente sugería que la juez Sonia Sotomayor es una racista a causa de sus comentarios en torno a la claridad de juicio de «una latina sabia.» Más tarde se disculpaba, pero su capacidad de escándalo está más que demostrada. Es el mismo Gingrich, recordará, que en 1995 se llevó un berrinche cuando el Presidente Clinton lo sentó en la última fila del Air Force One y después, con ingeniosa malicia y alevosía, no volvió para hablar. En cuanto al resto de los candidatos Republicanos, todos ellos deben ser examinados por el Gran Inquisidor del partido, Rush Limbaugh, un eructo de los bajos fondos.

Para Tina Fey, Sarah Palin era material de comedia. Para el resto de nosotros, ha sido la diversión de un puente del verano. Pero cuando las bromas hayan terminado, debe preguntarse qué demonios estaba haciendo en la lista electoral Republicana y qué habría pasado si McCain hubiera ganado. Sólo parte de esto es historia alternativa. El resto es realidad de la que pone los pelos de punta.

Sección en convenio con el Washington Post