Ellen Goodman – Boston. Iba a hacer como quien oye llover con esto. Pero allí estaba, volando hacia casa tras una tierna visita familiar cuando El Rushbo llenó -y quiero decir llenó- la pantalla que tenía delante, pronunciando lo que llamó «mi primer discurso a la nación.? ¿Quién iba a decir que mientras estaba fuera había tenido lugar un golpe de estado? ¿El anuncio que precede al Presidente?
Vestido de estilo David Letterman, bautizado más tarde como «Gánster de Europa Oriental,» Rush Limbaugh pronunció un minucioso sermón de 85 minutos frente a una audiencia conservadora verdaderamente entregada que incluyó la esperanza sin tapujos de que Obama fracase. Ah sí, un locutor radiofónico que prefiere un país (muy) de derechas antes que un país rescatado. Encantador.
Limbaugh no sólo puso el contrapunto al Gobernador de Luisiana Bobby Jindal, que pronunció la desafortunada respuesta Republicana al presidente. Logró intimidar a la dirección Republicana, incluyendo a su secretario, el inapropiadamente llamado Michael Steele. Tras decir que Limbaugh era ??incendiario? y ??desagradable,? Steele se deshizo en halagos y se humilló diciendo que era «algo incapaz de expresarse.?
A pesar de contemplar la diatriba de Limbaugh a 9.000 kilómetros de altura, leo críticas que rezan que «se hablará de ello durante los próximos años y hasta décadas.? Y en consecuencia me veo obligada a volver a la materia que insinuaba nuestro Rush apenas días antes: ??¿Por qué no gusto a las mujeres??
Esta pregunta surgía después de que Public Policy Polling mostrara una diferencia entre sexos de proporciones considerables en sus índices de popularidad. Hacer encuestas de popularidad entre locutores de debate radiofónico es algo bastante extraño, pero resulta que el 56% de los varones tienen una buena opinión de él en comparación con apenas el 36% de las mujeres.
Los colegas de Pew Research han trazado una diferencia aún más acusada en la audiencia -el 72% de sus oyentes son hombres, mujeres apenas el 28%. Sin embargo, con la más profunda de las sinceridades artificiales, Limbaugh anunciaba una Cumbre Femenina en torno a su tema favorito: Rush Limbaugh.
Tal como lo describió, «Porque solo soy el indefenso inconformista. Soy el tipo de tío más agradable, dulce, generoso, compasivo, digno de confianza, seguro de sí mismo, valiente para decir lo que piensa de frente que se puede encontrar, y yo me pregunto, ‘¿cuál podría ser la explicación para la diferencia entre los géneros de los oyentes?.’??
Madre de Dios. ¿Fue algo que dijo? ¿Podría tener algo que ver remotamente con todos esos apelativos de ??feminazis?? ¿Será su advertencia de que «el último sitio en el que querrá usted estar es entre mujeres progresistas que utilizan la píldora del día después como anticonceptivo?? ¿Será su salida de tono de que Hillary iba a perder porque los estadounidenses no querían ver a una mujer de su edad en el cargo? O será su descripción de la Senadora de Nueva York Kirsten Gillibrand como «marginalmente más buena que la ex senadora.? Si ése fuera el único problema, tendría fácil solución.
Pongamos los pies en la tierra. Las mujeres no sintonizan los debates radiofónicos tanto como los varones. El debate radiofónico viene siendo el espacio del «blanco cabreado» desde los años 90. Las mujeres ya han tenido a varones gritándoles de sobra, gracias, y Rush es algo más que vagamente parecido al amo del calabozo. Este sabe tocar las narices.
Pero Rush, que presume de «yo encabezo a los hombres,» preguntaba «¿qué tengo que hacer para encabezar a las mujeres?? Bien, cariño, Oprah lleva la batuta con las mujeres. Si Rush se dirige a las mujeres, Oprah habla con las mujeres.
Basta con imaginar a Limbaugh en terapia matrimonial dejando hablar a su esposa sin interrupciones durante cinco minutos. Es imposible liderar a las mujeres sin escucharlas.
Incidiendo más en el asunto, recuerde que Oprah es cambio por los cuatro costados. Rush, sin embargo, es el prototipo del hombre que no cambia.
¿Qué sucedió finalmente en esa Cumbre Femenina? Cuando las oyentes a las que Rush les encanta le dijeron cómo cortejar a las mujeres a las que no les gusta, él se echó atrás. ¿Pomposo? ??No voy a cambiar eso.? ¿Dejar de lado el lenguaje ??bombón?? ??¿Por qué tengo que cambiar quién soy?? ¿Ser más vulnerable? ??Está usted intentando castrarme.? Era el comandante en jefe de la feligresía conservadora.
Nada de esto constituye un auténtico descubrimiento. Que nos entretenga. Lo que lo hace destacable es que el hombre que no va a cambiar ha utilizado su amplio cuerpo para ocupar el vacío de ausencia de una directiva Republicana. Y la mayor diferencia se da en su propia popularidad precisamente entre quienes abandonaron el partido en manada: las mujeres independientes.
Sí, nuestro emblema tiene una audiencia de alrededor de 20 millones de incondicionales. Pero la última vez que lo comprobé, Obama obtuvo casi 70 millones de votos. A este ritmo, el partido que no va a cambiar va a tener que rebautizarse como el partido de los cuatro gatos tertulianos.
Ellen Goodman.
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