Eugene Robinson – Washington. El bipartidismo es seguro y eficaz, cuando se utiliza siguiendo el prospecto. En las circunstancias actuales, sin embargo -crisis económica aguda, tercos Republicanos, tiempo que se agota- el bipartidismo está haciendo más mal que bien. El Presidente Obama y las mayorías Demócratas en el Congreso ya no pueden permitirse que la cortesía se imponga al sentido común.
Otros 600.000 estadounidenses perdieron el mes pasado su puesto de trabajo. Si la oposición leal elige obstaculizar la recuperación económica, aquellos que tienen el poder tienen la obligación de utilizarlo.
Comencemos con la pregunta más fundamental: ¿Necesita desesperadamente o no un estímulo masivo la economía estadounidense? Hay economistas que dudan de que sea posible estimular de manera práctica una economía de un tamaño y una complejidad tal. Esos economistas, no obstante, son los menos.
Los sabios y sabias económicos más respetados de ambos partidos están seguros de que es necesario un enorme estímulo con rapidez para impedir que una situación económica calamitosa acabe en catástrofe. Hasta la mayoría de los senadores Republicanos que han estado haciendo horas extra para sabotear el paquete de estímulo de los Demócratas reconocen que la nación necesita un estímulo, lo que pasa es que este no. Su postura peca de ignorante o de ingenua, y en cualquier caso ha recibido mucha más consideración de la que merece.
Normalmente, gastar tan rápidamente más de 800.000 millones de dólares sería demencial. Teniendo en cuenta el bache que atravesamos, sin embargo, lo demencial sería no hacerlo.
Nadie dijo que fuera a ser fácil gastar tanto dinero en tan poco tiempo. El plan de Obama fue criticado por algunos Demócratas por incluir un fuerte componente de rebajas fiscales; esa es la receta Republicana que nos metió en esta tesitura desesperada, y los votantes dejaron claro en noviembre que es hora de intentar algo diferente. Pero Obama y su equipo económico llegaron a la conclusión de que no había suficientes proyectos de infraestructura «listos para arrancar» que financiar, y mientras que las partidas económicas de gasto público directo constituyen una inyección estimulante mayor, las rebajas fiscales ayudarían hasta cierto punto. Así pues, desde el principio, el plan dio cabida a la ideología Republicana.
La Cámara de Representantes adornó la propuesta de ley como un árbol de Navidad, conforme los Demócratas de peso específico descubrieron espacio para sus proyectos electoralistas. Esto era algo bueno, no un escándalo. ¿Cientos de millones de dólares destinados a medidas anticonceptivas? En la medida en que esos condones o píldoras anti-embarazo estén fabricadas en Estados Unidos y sean vendidas en farmacias estadounidenses, ese gasto será estimulador en numerosos sentidos.
Uno de los puntos más eficaces de la ley en la Cámara eran los 79.000 millones de dólares a ser transferidos a los gobiernos estatales, que están en números rojos; en California, nuestro estado con mayor población, el gobernador Arnold Schwarzenegger está incentivando bajas a los funcionarios. Cualquier dólar entregado a los estados se habrá gastado antes de que acabe el día. Esos 79.000 millones de dólares tendrían un impacto inmediato.
Pero en el Senado, la «cuadrilla» improvisada de Republicanos moderados (los tres que hay) y Demócratas conservadores redujo esa cantidad a 39.000 millones de dólares. Es erróneo ver esto como el tira y afloja legislativo usual de todos los proyectos, el recorrido ordinario por un camino muy conocido hacia el dorado compromiso con el que todo el mundo se sentirá cómodo. Este no es, repito, no es, momento de compromisos. Encontrarse en el término medio, lo que el Senado entiende como su papel en nuestra democracia, convierte el ejercicio entero en algo potencialmente inútil. Si no metemos el dinero suficiente en la economía, y si no lo hacemos en seguida, nos arriesgamos a perder una enorme cantidad de dinero en un estímulo demasiado endeble para estimular.
Este no es un tema en el que haya que encontrar respuesta en «el término medio.? No es un asunto de izquierdas, derechas, y centros, es un asunto de sí o de no: ¿Intenta el gobierno federal volver a poner en marcha la economía, o no? Esto sonará ridículo, pero el hecho es que los detalles del plan Obama no importan gran cosa. En cualquier caso, sostienen muchos economistas, el gobierno tiene que gastar aún más de lo que propone Obama.
Los Republicanos están utilizando este debate como estigmatizador, posicionándose como cuidadosos gestores del dinero público. Esto es absurdo, teniendo en cuenta su experiencia cuando eran los responsables. También es cínico. Saben que algún tipo de estímulo va a ser aprobado de cualquier forma. Si funciona, ellos afirmarán que su intransigencia como principio mejoró el plan; si no funciona, ellos dirán ??ya lo decíamos.?
Obama y los Demócratas tienen a la opinión pública de su parte y ven las orejas al lobo. Los Republicanos tienen que quitarse de en medio — o ser obviados.
Eugene Robinson
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