El «No» irlandés al Tratado de Lisboa es el tercer revés que sufre la construcción europea desde 2005 y tiene que obligar a los responsables de la UE a replantearse algunas cosas. Es al menos la postura oficial del gobierno francés. Su secretario de estado para Europa Jean-Pierre Jouyet, lo explicaba en Liberation con una metafora industrial: «Si yo fuera el jefe de fábrica, estos tres accidentes en tres años me harían reflexionar sobre el proceso de fabricación, aunque el producto final siguiera siendo bueno».
En los últimos días también ha reflexionado sobre la crisis en la construcción de Europa, Felipe González, en un artículo publicado en El Pais. Aunque su analisis hace referencia más a las grandes estrategias políticas que a la brecha que parece haber surgido entre los ciudadanos europeos y sus dirigentes.
Jean Quatremer, corresponsal en Bruselas de Liberation, detalla en su blog siete acciones que a su juicio la UE debería poner en practica para recuperar la confianza de la gente. La mayoría están apoyadas por el gobierno de Sarkozy, pero el periodista incluye también las «reservas» al respecto que muestran algunos otros países miembros.
Su primera recomendación es hacer a Europa más receptiva con respecto a los problemas cotidianos. Que la gente sienta que sus líderes tienen presentes las situaciones que complican sus vidas. Hacer un debate sobre el precio del petroleo, podría ser un ejemplo, aunque desde Alemania apuntan que la UE no tiene competencias al respecto y podría crear falsas expectativas.
Además habría que reforzar la legitimidad del Parlamento. Para que sea la Europa de los ciudadanos, la cámara de sus representantes debe funcionar como tal. Hasta ahora los partidos políticos se plantean las elecciones europeas en terminos nacionales. Ninguno ha planteado un gran proyecto de Europa y van a remolque de lo que decidan los gobiernos de turno. Los grupos ideológicos podían, por ejemplo, decir a quien apoyan para presidir la comisión sin esperar a lo que dicten los consejos europeos.
Esto toca también el tercer punto que es democratizar la elección de los dirigentes europeos, hasta ahora elegidos por los jefes de estado y gobierno de los 27, sin ningún tipo de participación, ni control. El cuarto consejo de Quatremer es también implicar más a los parlamentos nacionales y convertirlos en destinatarios y garantes de todos los proyectos y directivas.
Y más a medio plazo, el corresponsal de Liberation también recomienda democratizar el funcionamiento del Consejo europeo. Los jefes de estado y de gobierno se reunen de cuatro a seis veces pro año y deciden todo por unanimidad. No son responsables colectivamente ante nadie y deciden todas las cuestiones importantes para Europa sin haber sido elegidos en base a un programa europeo. Es el auténtico agujero negro democratico de la Unión en opinión de los expertos consultados.
Permitir una Europa a diferentes velocidades. Hay ciudadanos a los que no les satisface el ritmo de integración, algunos preferirían no ir tan lejos o al menos no tan rápido. Quiza fuera conveniente dejar de imponer el mismo ritmo a todos y buscar un modo de manejar la diversidad europea. Es la eterna cuestión de la Europa de dos velocidades, pero hay eurodiputados que la defienden e incluso alguno plantea también que votar no en los referendum pueda llevar a la salida de la UE.
Finalmente la última pista sería organizar un referendum europeo sobre los objetivos de la Unión. No sería tanto votar sobre un nuevo tratado, sino mas bien un modo de verificar que los ciudadanos siguen apoyando los objetivos finales de integración comunitaria. Y a este respecto se señala que el grupo de reflexión sobre Europa que presidirá Felipe González podría encargarse de formular esa declaración de principios.