-Mamá, tengo que estar aquí porque necesito decirle a la gente lo que pasa y lo que ocurre, porque mamá, van a entrar a saco…
José Couso, antes de morir en Irak.
Esta es una profesión muy noble, la mayor parte de las veces, cuando son nobles quienes la ejercen. En Israel, Cuba, Ruanda, Afganistan, Irak, Venezuela, el Pais Vasco o Birmania, los periodistas no pueden trabajar con libertad porque hay quien sabe que taparle los ojos al periodismo es tapárselos a la justicia, tapárselos a los que no tienen voz; Saben que callar un periódico, intimidar a un blogger, cegar una televisión o amordazar a un corresponsal es herir lo que nos hace libres.
José Couso murió a manos de militares norteamericanos y no fue la única víctima. En apenas hora y media, los militares atacaron las tres sedes periodísticas situadas en la ciudad: Aljazeera tv, AbuDhabi tv, y el Palestina. Su cámara grabó el criminal disparo. Lo grabó a él, pero pudo haber retratado cualquier otro crimen, de tantos que padece Irak.
España ha estado, varias veces, cerca de convertirse en referente mundial contra la impunidad pero siempre lo ha impedido una mano invisible, aunque oscura, una sensación no jurídica que insinúa su presencia y da calidez a los asesinos.
La mirada pequeña de la fiscalía nos aleja del camino iniciado y sus efectos tienen consecuencias atroces: hieren a la familia Couso, que solo pide justicia, pero dejan ciego al periodismo y nos deja un poco ciegos a todos.