El pasado 26 de diciembre un soldado iraquí mató a dos militares estadounidenses e hirió a otros tres durante una patrulla conjunta entre iraquíes y estadounidenses en Mosul. El Ejército estadounidense afirma que el soldado iraquí que mató a los estadounidenses era en realidad un terrorista infiltrado. Este soldado huyó de la escena del tiroteo, pero pudo ser más tarde identificado como miembro de un grupo insurgente suní.
Chateando hace dos días con un amigo iraquí, éste me cuenta esta historia pero con algunos datos añadidos: El soldado iraquí disparó a los militares estadounidenses después de ver cómo éstos golpeaban a una mujer iraquí embarazada. Le pregunto dónde ha oído/leído esto, y me dice que en varios medios de comunicación iraquíes, como Rafideen Channel.
Ayer otro conocido iraquí me envía un e-mail diciéndome que está indignado con lo ocurrido con la mujer embarazada de Mosul. Me comenta además que el soldado iraquí que mató a los estadounidenses (y que ahora está arrestado) se llama Qaiser (César), un nombre que algunos de los vecinos de mi amigo encuentran de lo más heroico.
Echo un vistazo en Internet y leo un comunicado de la Muslim Scholars Association afirmando que soldados estadounidenses estaban golpeando a la mujer embarazada:
«Ella comenzó a sangrar y él (el soldado iraquí) pidió a los soldados ocupantes que dejaran de golpearla. Su respuesta a través del traductor fue: «Nosotros haremos lo que queramos». Entonces él abrió fuego contra ellos».
Un portavoz militar estadounidense, el Coronel James Hutton, ha negado dicha versión.
Algunos medios aseguran que en varias calles de Mosul hay pintadas en las que se lee: «Bien hecho, Qaiser«.
Que soldados estadounidenses golpearan a una mujer embarazada puede ser falso, simple propaganda. O no; hay casos registrados en el pasado que ayudan a no descartar que ocurriera. Pero al margen de qué sucedió realmente, es interesante analizar qué hay de trasfondo en este caso:
Se trata de un hecho en el que un iraquí, presunto colaborador de las tropas estadounidenses, resulta ser (o convertirse) en un enemigo de las mismas. Es un incidente por tanto que llama la atención de unos y otros ya que a todos interesa conocer hasta dónde puede llegar la honestidad y la duración de la actual colaboración de ciertos sectores iraquíes con las tropas estadounidenses.
Nos encontramos en un momento en el que el Pentágono atribuye el descenso de la violencia en Irak a, entre otras cosas, la colaboración de algunas milicias suníes con el Ejército norteamericano. Estas milicias, bautizadas con el nombre de «Consejos del despertar«, reciben dinero, armas y control territorial a cambio de hacer frente a Al Qaeda y de cooperar con los estadounidenses.
Algunos grupos armados (además de Al Qaeda) han reaccionado a la existencia de los llamados Consejos del «despertar«. Las milicias del grupo «Estado Islámico iraquí» anunciaron hace algunas semanas la creación de una brigada encargada de atacar a miembros de las unidades del «despertar». Hoy mismo catorce personas han muerto en un doble atentado suicida en Bagdad dirigido contra estas milicias voluntarias suníes. Entre los fallecidos está Riyadh al-Samarrai, líder de las unidades del «despertar» en el barrio bagdadí de Adamiyah.
El pasado 25 de diciembre más de 30 personas murieron en otro doble ataque contra milicianos voluntarios suníes, el 31 de diciembre seis milicianos del «Consejo del despertar» perdieron la vida en un atentado suicida en Tarmiyah y el dos de enero una mujer suicida se inmoló junto a una patrulla del «despertar» en Diyala, provocando la muerte de diez personas. En septiembre fue asesinado Abu Risha, un líder del Consejo del despertar en la provincia de Anbar, pocos días después de haberse reunido con George W. Bush.
Las milicias del Consejo del despertar, también llamadas Al Sahwa, están formadas por unos 70.000 hombres. Muchos de ellos combatieron en el pasado como miembros de la resistencia contra el Ejército estadounidense o fueron integrantes del Baaz. Ahora reciben un salario que les paga Washington de 300 dólares al mes a cambio de formar patrullas de vigilancia. El Gobierno iraquí ha expresado ya su preocupación ante la posibilidad «de que Al Sahwa se convierta en un una tercera fuerza armada», además del Ejército y la Policía iraquí.
Se han registrado ya enfrentamientos entre los milicianos suníes de Al Sahwa y miembros de las Fuerzas Armadas iraquíes, controladas por los chiíes. Recientemente un líder de Al Sahwa, Abu Abed, amenazó con abandonar el grupo junto a sus hombres si «las fuerzas gubernamentales siguen persiguiéndonos». Esta advertencia se produjo tras unos enfrentamientos entre Al Sahwa y las fuerzas iraquíes en el barrio bagdadí de Adamiya. Los hombres de Abu Abed habían arrestado a tres iraníes a quienes el Ministerio del Interior había proporcionado un visado.
He aquí una situación inversa a la de hace algo más de un año. Por aquél entonces algunas milicias chiíes (y los escuadrones de la muerte chiíes) actuaban con gran libertad mientras el gobierno iraquí miraba hacia otro lado. De hecho, algunos grupos armados chiíes operaban bajo el paraguas de los Ministerios del Interior y de Sanidad iraquíes. Un sector del ejecutivo de Irak permitió la actuación de los «escuadrones de la muerte». Estos grupos llevaron a cabo ataques continuados contra los sectores suníes de Irak. Ahora estamos ante el caso contrario. Estados Unidos se ha arrimado a los milicianos suníes y éstos están ganando poder. Safaa al Din Hussein, consejero de seguridad nacional iraquí, decía recientemente al Washington Post que existe el temor de que las milicias chiíes reaccionen ante el hecho de que miles de hombres suníes estén siendo armados.
Surgen varias cuestiones: ¿Se convertirá Al Sahwa en una fuerza local poderosa y aprovechará ese poder para imponer su control? ¿Provocará la existencia de Al Sahwa una reacción armada por parte de las milicias chiíes? ¿Hasta cuándo recibirán salarios los hombres de Al Sahwa? ¿Cómo y cuántos van a ser integrados en un futuro en las fuerzas de seguridad iraquíes?
El gobierno iraquí no permitirá fácilmente que la fuerza chií pierda el control del Ejército y la Policía. Por lo tanto, es posible que trate de limitar el ingreso de los suníes de Al Sahwa a estas fuerzas de seguridad. Por otro lado, no hay puestos de trabajo suficientes en los organismos de seguridad para los- por el momento -70.000 hombres de Al Sahwa. Estados Unidos pretende que unos 20.000 voluntarios de Al Sahwa pasen a formar parte de las fuerzas de seguridad iraquíes.
The New York Times escribía recientemente que a pesar de las promesas, tan solo un escaso número de miembros de Al Sahwa han pasado a formar parte de organismos de seguridad dependientes del Gobierno iraquí. «De los 43.000 miembros del «despertar» en la provincia de Bagdad, por ejemplo, solo unos 1.700 (…) han conseguido trabajos en la policía iraquí». El diario añade una cita del Coronel estadounidense Stanton: «Cuando pase el verano no tendremos suficiente gente en el terreno (soldados estadounidenses) para administrar los contratos (de los miembros de Al Sahwa). Así que desde ahora tenemos que encontrar una tarea para esos chicos».
Mientras tanto, Irak sigue sufriendo una tasa de desempleo del setenta por ciento. Más de dos millones y medio de iraquíes viven como refugiados en países vecinos, sin derecho al trabajo y más de dos millones se han visto obligados a abandonar sus hogares para desplazarse a otras zonas dentro de Irak, huyendo de la violencia sectaria y empujados por el «rediseño» de los barrios y ciudades del país, plagados ahora de muros y checkpoints levantados con el propósito de detener la violencia y homogeneizar los núcleos de población. Cada vez que un iraquí me cuenta su historia de los últimos años oigo hablar de muerte, secuestros, tortura, pobreza, depresión e impotencia.
Estados Unidos está probando una nueva estrategia militar al financiar Al Sahwa. Opta por entregar armas y dinero a un grupo determinado. Pero no está ofreciendo una salida que ponga fin al sufrimiento y desestructuración de la sociedad civil iraquí. Y ni siquiera tiene garantizado el éxito de su apuesta por esto que llama «el despertar suní«.
Dudo mucho que los hombres de Al Sahwa sean todos fervientes defensores de las tropas de ocupación. Me inclino más bien por pensar que colaboran con los estadounidenses en tanto en cuanto esto sirve eventualmente para sus propios intereses: dinero para comida, supervivencia, un modo de minar el poder de las milicias chiíes, de buscar un mayor control de su territorio o quizá tiempo para encontrar nuevas estrategias en su lucha armada contra la ocupación..
El New York Times escribía recientemente que «si los peores temores se hacen realidad, Estados Unidos habría ayudado a fuerzas suníes a organizarse contra el gobierno central en el que tantas vidas de estadounidenses y dólares se han gastado».