Después de una etapa de intensa actividad en la que este mayo hostil no ha colaborado en absoluto para suavizarla, siento como hoy mi ??toda yo? decide tomarse un respiro y hacer balance de sensaciones.
El recuento no es muy gratificante. Esta lluvia mayera que al principio recibí con la esperanzada frase de ?? la sequía ha terminado?, me esta transformando en una Isabel viendo llover en Macondo con todas sus consecuencias.
Entre gota y gota asisto como oyente durante varias jornadas, en la Audiencia Nacional, al juicio contra una banda desarticulada de narcotraficantes, y no salgo de mi asombro:
Supongo que para la gente de esa calaña, la misa no ha terminado y continúan entre rejas preparando los elementos de la liturgia, para seguir celebrándola sin solución de continuidad entre sesión y sesión. Si no, no entiendo el contubernio festivo entre encausados y abogados; las tertulias, en el pasillo de espera, de los liberados bajo fianza y sus letrados; los policías-testigo que comparten estancia con sus detenidos en origen, cuyos informes los han llevado hasta allí. Imagino que para las gentes de ley la costumbre les hace reaccionar igual que a los cirujanos Todo esto es tan raro como ésta violenta agua de mayo, y aunque ??llevo sangre de leyes en la palma de la mano? por mi padre y mis dos abuelos, se nota que mi reino no es de ese mundo.
Uno de los imputados ( y mucho) me mira, fijamente retándome, durante un espacio de tiempo que a mí me pareció una eternidad. Le sostuve la mirada, mientras un escalofrío me recorría de arriba abajo. Y se la sostuve en nombre de toda la humanidad maltratada. Hasta lo más mezquino, aunque lleve esposas en las muñecas, tiene su minuto de gloria y su baño de multitudes y supongo que yo le parecía la representación viva de lo que nosotros llamamos víctimas, pero que para ellos no tienen ni nombre ni apellidos. Simplemente somos ??entes?, ni siquiera despreciables, únicamente irreales. Se sentía protagonista del elenco de actores de una obra de teatro en temporada indefinida de funciones, sin intención de finalizarla en ningún momento. Supongo que él esperaba sentir el olor de mi/nuestro miedo, y aunque yo estaba estremecida, además de escandalizada, ante lo que estaba viendo, no le di ese gusto.
A pesar de todo esto, tengo que reconocer que en leyes, hay que tener vocación y conocimientos, y lo que a ojos profanos pueden parecer preguntas repetidas y simples, no es ni más ni menos que una estrategia para ir atando cabos, bien difícil por cierto. Yo, sigo creyendo en la justicia. Porque ¿qué más nos queda que esa fe, a esta parte de la humanidad maltratada por la otra…?