Obama ya ha cambiado el mundo
Con la victoria de Obama han cambiado ya muchas cosas. Sólo por eso yo ya me daría por satisfecho, aunque tengo la convicción de que Obama a menudo nos sorprenderá, y otras nos decepcionará. Así somos los seres humanos: contradictorios y polifacéticos.
La victoria de Obama supone el desplome, de facto, de todo el modelo ideológico Neocon, de imperialismo militar, de doble moral, cuya pócima bebían con fervor Aznar y sus edecanes de Faes.
Todo el planeta ha aplaudido la salida de Bush y la llegada de Obama. Incluso habrían aplaudido la salida de Bush, a secas, aunque hubiera ganado McCain. Bueno, no todo el planeta. Faes y una gran parte del PP siguen defendiendo a los republicanos de Bush, a pesar de la guerra, de Guantánamo, de Abu Ghraib, de Couso, a pesar del personaje.
Ese sustrato ideológico, ahora hundido, no era nuevo, pese a que lo parecía. Nació, como recordaba Lluis Bassets, como «la crítica a la contracultura de los años 60, que significó la destrucción de los valores tradicionales respecto a la mujer, la familia, el sexo y las costumbres, y alcanzó, a veces con singular intensidad, a quienes se decían sus enemigos declarados». Con el 11 S, dice Lluis, los Neocon «creyeron ver las luces de un nuevo amanecer». Ahora, con la victoria de Obama sabemos que se trataba de un simple crepúsculo». Estaba obsoleto.
Obama, en todo caso, representa cambios mucho más profundos que ese. La madre de Obama es de un continente, el padre de otro y él fue educado en otro diferente. Obama es un personaje global, de raices tecnológicas y espíritu bilateral. Este es el nuevo mundo cuya bienvenida ha saludado Obama. Sólo por eso ya tendríamos que estar satisfechos.