Me invita Iñaki Anasagasti, con buen criterio, a que recoja otras intervenciones de la presentación del libro de Nacho Corredor. El vídeo de la presentación completa, en todo caso, puede verse gracias a Rosa en este link.
En efecto, se hicieron algunas reflexiones sobre el nacionalismo en las que merece la pena poner el teleobjetivo.
De entrada Campuzano -coincidiendo con Anasagasti- destacó algo que, en su opinión, percibimos con poca intensidad desde Madrid porque está incrustado en diversos aspectos del comportamiento. Se refería a la expresión de nacionalismo español y que describió como nacionalismo banal o cotidiano. Esto se da en numerosas manifestaciones públicas, por ejemplo en el fútbol.
Estoy de acuerdo: muchos de los que critican el nacionalismo vasco o catalán lo hacen sin embargo desde posiciones muy nacionalistas. Eso es chocante sí, aunque en mi opinión -soy progresista, y no me gusta el fútbol y poco o nada otros deportes- la exposición de banderas allí es una escenificación más propia de círculos conservadores. O por lo menos eso espero.
Por otro lado, ya dije ayer que Madina afirmó que el nacionalismo era producto del miedo. La respuesta de Carles Campuzano es interesante también porque recogió esa afirmación. En su opinión, sin embargo, el nacionalismo:
«es una expresión del proyecto de modernidad y de capacidad de movilizar las energías de una sociedad en favor del progreso»
Campuzano concretó además eso en la forma que tiene cataluña de vivir el nacionalismo:
«Los que nos reivindicamos catalanistas, cuando formulamos nuestra idea de proyecto nacional siempre hemos rehuido la concepción étnica del nacionalismo […] Hemos conseguido que una sociedad que se hubiese podido partir por gente que hablabamos catalán y gente que hablaba castellano, o gente que había nacido en cataluña y gente que no había nacido allí, no se haya partido, ni el debate político en cataluña haya girado alrededor de eso…
Para Carles Campuzano, «la historia de España en los últimos 200 años es la historia de una tensión política no resuelta, entre dos o tres procesos de construcción nacional» y que la Constitución «mantiene en tensión».
En esto último, desde luego, estoy completamente de acuerdo. Más allá de otras consideraciones, lo cierto es que no hemos encontrado aún un modelo de convivencia que nos permita a todos mirar hacia al futuro con comodidad. Si ese modelo tiene que ver con la independencia o no, es algo que en todo caso yo desconozco. Quizá esa formulación atraiga nuevas tensiones o quizá no ¿Quien sabe?
A mi, personalmente, no me gustaría entrar en el debate porque estoy tratando de entenderlo desde una óptica completamente diferente.