José Antonio Zarzalejos, el exdirector de ABC se refiere hoy a mi libro con palabras muy amables. Se lo agradezco, honestamente, aunque, no obstante, me gustaría matizar algo pues no deseo que se haga una reinterpretación del espíritu con el que fue escrito. Primero sus palabras:
…aconsejo que, para evitar la hemiplejia ética, se lean otras aportaciones que igualan a unos y otros en sus villanías y en sus épicas. La obra Héroes de los dos bandos del periodista Fernando Berlín (Editorial Temas de Hoy), prologado por José Saramago y que me regaló hace unos meses Rodolfo Martín Villa, es un relato aleccionador y edificante sobre el carácter transversal de la bondad humana. Son episodios gratificantes de solidaridad captados desde la radio ??en este caso desde la cadena SER, en el programa de Iñaki Gabilondo?? de gente que el autor del libro califica de ??protagonistas modestos: unos no dudaron en proteger la ley y otros en proteger a sus vecinos ocultándolos en sus buhardillas, quemando expedientes comprometedores, entregándoles aceite de estraperlo, repartiendo su propia casa y comida o ayudándoles a cruzar fronteras sin cuestionar su militancia, anteponiendo humanidad a la contienda política?.
Zarzalejos se refiere a las historias del libro como «aportaciones que igualan a unos y otros en sus villanías y en sus épicas».
Quizá. Pero tal y como escribí en la introducción del libro, hay unas palabras del escritor Javier Cercas con las que me siento plenamente identificado: Moralmente en los dos bandos hubo buenos y malos, como barbaridades se cometieron en los dos bandos. De esto no hay ninguna duda. Sin embargo, políticamente, hay un indiscutible consenso sobre quien fue el que utilizó el recurso de las armas para conseguir lo que no habían conseguido en las urnas.
El libro pretende reconocer a quienes antepusieron la vida frente a otras consideraciones pero en absoluto trata de disculpar a quienes cometieron las atrocidades, pues eso corresponde a la justicia y a las familias. Mucho menos pretende suavizar la culpabilidad del franquismo como detonante institucionalizado de la violencia durante la guerra y tras ella, y muchos, muchos años después.
En mi opinión, hay que dar la bienvenida al censo de Baltasar Garzón porque nunca hay que temer la aplicación de la justicia. Y eso significa que quienes cometieron las tropelías deben ser señalados, como se ha hecho en Chile y Argentina. Cualquier demócrata lo entiende hoy. Eso es el Estado de derecho y también la auténtica reconciliación. Es más, yo no tengo ningún inconveniente en que si hay culpables entre los republicanos se les juzgue de la misma forma…aunque todo indica que de todo aquello ya se encargó el franquismo a su manera.