Podría tratarse de una casualidad pero mi experiencia trabajando para mujeres ha sido siempre muy, muy edificante. No puedo decir lo mismo de todas las veces que me ha tocado trabajar con hombres, que han sido unas cuantas. Y que conste que nunca he sido feminista en el sentido estricto, fundamentalmente porque nunca he tenido dudas de que el futuro realmente os pertenecía a vosotras.
Pero lo voy a explicar para que algunos no interpreten lo que les de la gana. Estos días he dedicado muchas discusiones en televisión y en la radio a hablar de utopías políticas, de pragmáticos y de soñadores escépticos.
Estoy muy enfadado porque hay quien ha conseguido secuestrar el significado de «utopía» y los progresistas hemos asumido la derrota hasta el punto de aceptar que el mundo moderno pertenece a los pragmáticos y a los pesimistas.
El sentimiento de vergüenza que nos impide reivindicar de nuevo lo transformador seguramente procede del desplome de la Union Soviética y de saber que algunos de aquellos dirigentes traicionaron a la palabra igualdad, para volverse tan pragmáticos, injustos, caraduras y descarnados como algunos de los capitalistas contra los que decían luchar.
Y cuando uno se pregunta en manos de quien estará el futuro, quién podría darle de nuevo la vuelta a esto para salvar lo poco que queda de dignidad en nuestra especie, se da cuenta de que en realidad la respuesta solo puede estar en vuestras manos, las de las mujeres.
Podría ser por una cuestión exclusivamente biológica pero decir eso sería reducir el mérito a un asunto aleatorio y es mucho más que eso. Ha sido un cultivo: la ternura, la compasión, la generosidad, la fuerza moral, la valentía y el nivel de autoexigencia ha encontrado en vosotras un poderoso aliado. Esos sentimientos se atrincheraron en las mujeres, fueron mimados, y se han vuelto tan poderosos que han superado con creces cualquier ley dogmática.
No quiere decir esto que no haya hombres que reunan todas esas características, pero como encontrarlos resulta tan extenuante, me pregunto si no sería mucho más eficaz dedicar el esfuerzo a otra cosa, en lugar de a buscarlos.
El futuro es vuestro. Teneis, tenemos, mucha suerte.