Jaime Barrallo, un instructor de la Escuela de Supervivencia de montaña, solía decir que el peor miedo está dentro de uno mismo: el pánico, la soledad, la desesperación. La única forma de vencerlo es conocerlo y mantener la mente ocupada. Hoy he vuelto a encontrar esas palabras en un manual de supervivencia.
Barrallo había extraido aquel consejo de los testimonios de decenas supervivientes. No importa el escenario; Quienes han sobrevivido a una catástrofe o a un accidente aéreo, en la montaña, en el mar o en la selva, saben que el miedo es un aliado pero el pánico es un enemigo:
«Debemos tener en cuenta -dice el manual- que una situación de supervivencia es una prueba de resistencia. Y en este tipo de pruebas el músculo que jamás debe fallar es la voluntad. Voluntad de vencer, voluntad de sobrevivir, este es el factor más importante. Al final todo se reduce a una actitud psicológica fuerte que nos permita enfrentarnos sin desfallecer a la desesperación, la angustia, el tedio, el dolor, el hambre, la fatiga…»
«La soledad y el tedio llegan de forma gradual una vez que el individuo, realizadas las tareas inmediatas, se sienta a esperar y la mente comienza a divagar y a jugarnos malas pasadas. Con ellas aumenta la depresión y disminuye la voluntad de sobrevivir. Se combaten de la misma manera que el miedo y el pánico: manteniendo la mente ocupada«
Con el tiempo descubrí que aquellos conocimientos trascendían a las situaciones de emergencia: la vida en sí es una situación límite.
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