La noticia, de la que dábamos cuenta ayer en radiocable.com, nos traslada a un futuro que tiene una interesante trascendencia. Cuando la «ciencia ficción» salpica nuestro mundo, una de las dos palabras comienza a desdibujarse:
«una máquina, con varias patas y con forma de arácnido, tenía que andar sobre las minas e ir provocando su explosión. Pero el Coronel que estaba al mando del ejercicio no pudo resistir la escena. El robot iba perdiendo patas por el camino. Después de cada explosión se levantaba y seguía caminando como podía. Finalmente el militar dio la orden ante los atónitos ojos de sus compañeros: ??Detengan la prueba. Es inhumano?? [aqui]
¿Hasta que punto pueden los seres humanos desarrollar empatía por un simple conjunto de cables?. Sergio Moriello busca respuestas en este lúcido artículo:
«…Lo que provoca miedo es la velocidad e imprevisibilidad de su avance y, en especial, la posibilidad de que se vuelva incontrolable […]
Los objetos tecnológicos son neutros: multiplican las posibilidades humanas tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Pero definitivamente no son neutros los impactos que tienen dichos objetos sobre la vida de los individuos y las sociedades…
Las actuales máquinas inteligentes son simples en extremo; en parte porque son muy ??jóvenes?: apenas tienen poco más de medio siglo de existencia. No obstante, su avance arrollador las hará inmensamente más complejas en poco tiempo más. Aunque es posible que retengan el nombre ??máquina?, con seguridad serán otra cosa. […] Si una máquina puede desarrollar tanto actividades cognitivas como afectivas (emociones), habría que empezar a pensar seriamente sobre qué posición ocupa la máquina. ¿Tendrá el propietario derecho a desenchufarla, o a destruir su programación inteligente? ¿Constituiría esto un asesinato?»