Ayer se inauguró la galería fotográfica de Blanca Berlín.
Blanca, como sugiere su apellido, es mi tia. Pero no solo eso. A ella, y en buena parte a mi madre, le tengo que agradecer haber terminado ejerciendo como periodista.
Blanca ha trabajado durante años como fotógrafa y en ocasiones me contrataba como ayudante. Eso me permitía ganar algo de dinero mientras me entrenaba en una de las actividades más fascinantes que existen: detener el tiempo.
Yo con los años fui dejando de hacer fotos. El lugar que ocupaba mi modesto laboratorio de revelar, en el cuarto de baño de la casa de mi madre, volvió a una permanente oscuridad y se escondió en una caja. Creo recordar, también, que la ampliadora se ocultó en algún sitio indeterminado para observar desde allí la invasión de las cámaras digitales. Y yo, bueno, poco a poco me dediqué a otros asuntos del periodismo. Sin embargo, conocí el mundo editorial, aprendí a respetar aquella profesión, y sobre todo aprendí a comprender la fotografía como una disciplina de arte.
Por eso, el hecho de hablar aquí de esta galería no sólo tiene un importante componente afectivo. Blanca ha creado, frente al cuartel Conde Duque (Madrid) un inmenso espacio, único en España, en el que exponen obras de reconocidos fotógrafos.
Ayer tuvo lugar una primera inauguración. Se mostraba la obra de Ramón Masats, fotografías seriadas, únicas y cuyo precio, en alguna de las copias numeradas, llega a alcanzar los 6.000 Euros.
Aquí, hasta ahora, no ha existido el concepto de fotografía como obra de arte -si lo era sin embargo en Paris o Londres-. Pero afortunadamente la última feria de Arco ya fue salpicada por esta disciplina.
Así que, tanto por la parte emocional, como por la artística, y como por la oportunidad de negocio, te deseo muchísima suerte Blanca. Te lo deseo yo, y en buena medida te lo desea mi ampliadora de Blanco y Negro que se rie, desde algún espacio de este tiempo en el que hay quien cree que ya todo está inventado.
[Fernando Berlín]