Lo vimos el domingo entrevistado por Ana Pastor. Artur Mas conoce y administra bien el sentir de los catalanes. Pero desde un planteamiento naif insistió en restar gravedad al proceso que vive Cataluña: «No pasa nada, señora Pastor, no pasa nada por votar el 9-N» -dijo. Y la conclusión a la que llegué es esa: Artur Más se encuentra en una realidad paralela.
Puede que la consulta sea, como dice, una inevitable expresión democrática de los pueblos. Nada que objetar a ese debate, -aunque sea dificil concretar qué, cuantos o quienes deben tener el derecho a votar-. Pero nada que objetar. Sin embargo pasar pasa. Claro que pasa.
Cataluña representa cerca del 20% del PIB. Sus ingresos pagan al 20% de los policías, de los maestros, de las carreteras y de la sanidad del resto de España, a regiones mucho las pobres que la catalana. Pensar que España se va a desprender ciegamente de ese importantísimo recurso económico es una ingenuidad. Y esa es la madre del cordero. España no sigue atada a Cataluña por una razón nostálgica sobre la unidad nacional y la grandeza de la patria, lo hace por una cuestión de recursos y de redistribución.
Es verdad una cosa que dice Artur Más: hemos abandonado tanto este asunto que quizá la consulta sea ya la única forma de aplacar las demandas de la ciudadanía catalana. Porque Madrid ha insultado, descalificado y ridiculizado tanto a los catalanes que no es extraño su desdén hacia España ¿Se querría quedar alguien en un País que le trata así?
Sin embargo, admitiendo eso, cabe también preguntarse que espacio tiene el nacionalismo hoy -este o cualquiera como este, incluido el español, por ejemplo-. Porque una cosa es defender las raíces que nos hacen diferentes y otra muy diferente eliminar -aunque sea a golpe de urna- los mecanismos de redistribución.
En un mundo con las fronteras en desaparición. Un mundo en el que las compañías tienen tantos trabajores como ciudadanos, y en el que algunos defendemos que los demás -sean del color que sean y procedan del lugar q procedan- son merecedores de nuestro modo de vida y solidaridad, las fronteras y sus puertas no pueden tener cabida.
«No pasa nada, señora Pastor, no pasa nada». No pasa nada, señor Mas, porque es usted el que se queda con el presupuesto. Pero creame, pasar, pasa.
En todo caso, lo que si está claro es lo mucho que nos habríamos ahorrado si hubiéramos aprobado aquel Estatut. Pero para eso se necesitaba altura de miras.