Una de las últimas veces que ví a Ángeles González Sinde fue en la sala de autoridades del Ayuntamiento de Lisboa, en junio de 2010, durante el funeral a José Saramago. Pilar del Río, la mujer del Nóbel, me cogió de la mano, me acercó a ella y me dejó allí, frente a la ministra, en esa habitación -¿vosotros podeis estar juntos, no? dijo sonriendo cariñosa, conocedora del desencuentro. Pilar es la conciliación humana en apariencia de mujer. Se marchó, y me dejó a solas con la Ministra.
Había pequeños grupos, dispersos, de dos o tres personas que hablaban cogiéndose las manos, o con los brazos cruzados. Pero no había mucha gente en la estancia, solo grandes paredes que recogían los ecos de los ciudadanos que se concentraban en las puertas del funeral de Estado.
Sinde y yo apenas intercambiamos unas frases educadas sobre el Nobel, Pilar, el día, Lisboa y el funeral, porque cuando la conversación se hizo silencio nos fuimos girando disimuladamente y zanjamos con un tradicional nos vemos ahora.
Nunca hubo nada personal contra ella y de hecho cuando la miraba allí, de reojo, en ese salón de anchas cortinas coloradas, y maderas nobles, en ese lugar en el que retumbaba Lisboa recordando a su Nobel, solo veía a una mujer tímida, sola, que se miraba las manos y trataba de estar atenta a los movimientos de Pilar.
8-4-2009 Nombramiento y reto para Sinde
Ángeles González Sinde fue nombrada el 7-4-2009 por Zapatero para abordar la materia de la piratería. Tengo la convicción de que ella asumió su papel con buena fe, y con la esperanza de estar haciendo una contribución a la sociedad y a la pedagogía sobre la importancia de la cultura, siempre tan despreciada. Pero aquello, en mi opinión, se afrontó equivocadamente: se hizo sin el consenso de la cultura emergente, sin analizar en profundidad las posibles consecuencias de una ley nada progresista y que podía ser utilizada de forma perniciosa; pero sobre todo, Ángeles González Sinde se equivocó entregándose a las prácticas de los industriales y las multinacionales.
Y si la Ley tenía flancos inquietantes, se volvió tenebrosa tras descubrir las maniobras de los EE.UU, y la connivencia del Ministerio pidiendo presiones a EEUU, para sacarla adelante, como reveló wikileaks, rompiendo toda ensoñación de soberanía nacional.
Sólo ví una vez más a la ministra, el 17 de febrero de 2011, en Los Desayunos de TVE, donde, en directo, le regalé un pendrive con el libro en Pdf de Richard Stallman, ??Software libre para una sociedad libre? (aquí en Pdf) y un libro que a su vez me había regalado Iñaki Gabilondo hace algunos años ??Yo y tú, objetos de lujo? de Vicente Verdú, para explicar lo que, en mi opinión, estaba en juego. El ambiente de aquel encuentro fue tan frio como las veces anteriores pero confieso que, paralelamente, yo volví a ver a aquella mujer sola, tímida, que se miraba las manos.
Ángeles González Sinde ha sufrido en su persona el enfado de ese nuevo poder llamado opinión pública. Estoy seguro de que no ha sido una experiencia cómoda, pero el objeto que persiguió aquella movilización no tenía nada de personal. En lo que a mi respecta, por lo menos, nunca fue nada personal. Mi desencuentro ha estado relacionado con la defensa de unos valores de progreso y libertad cuya transformación está siendo vertiginosa. Nunca fue nada personal, porque ella siempre me pareció una mujer tímida, sola, que se miraba las manos. Le deseo lo mejor, honestamente, aunque mejor si no es en este ámbito.