El comunicado de cese definitivo de la violencia de ETA es una noticia importantísima, la más importante. ETA ha matado de forma atroz, provocando un gran sufrimiento, a casi 900 personas, pero todo indica que ya no serán más. Las personas de bien tienen que celebrarlo.
Y mas allá de la dialéctica de la «derrota», de los «vencedores» y de los «vencidos», que tanto se escucha a estas horas, lo verdaderamente relevante es que se trata de una victoria democrática. Eso es lo importante. La «democracia», que se basa, precisamente en conseguir abrazar incluso a quienes lucharon contra ella. La democracia frente a las armas. Esa es la que ha vencido.
Pero este es un momento para acordarse de mucha gente. De las víctimas los primeros, por supuesto, pero también de todos aquellos que han defendido y apostado por la paz -desde el Presidente Zapatero al último responsable político- y que han recibido todo tipo de infamias por hacerlo.
«Era Eguiguren el que decía desde hace un año que ETA abandonaba las armas. Oreja, hasta este lunes, decía que iban ganando» -recuerda con razón Nacho Escolar.
Hoy la historia les mira a todos ellos: a los que apostaron por la paz y a los que pusieron zancadillas por intereses partidistas.
Algunos dirán que el comunicado no incluye la palabra disolución, ni «entrega de armas». Sin embargo ETA ha hecho exactamente lo que se le decía en el pacto de Ajuria Enea -año 88- cuando se le exigía el cese definitivo de la actividad armada.
ETA, además, no se disolverá seguramente mientras queden presos suyos en las cárceles, por una razón meramente simbólica. De la misma forma que el IRA tampoco lo hizo.
Ahora hay que abrazar a las víctimas pero a todas ellas porque también en ellas hay pluralidad: No ven la situación de la misma manera la viuda de Buesa o Gorka Landáburu, o incluso Eduardo Madina, que algunos representantes de la AVT. Pero abrazar no significa ni utilizarlas, ni supeditarse a su templanza pues la polítitica antiterrorista corresponde y debe corresponder a los gobiernos.
Ahora se abren dos retos. El primero, para el partido que gane las elecciones, que consistirá en gestionar el asunto de los presos y de la vuelta de los que estaban huidos en el exterior.
El segundo reto, para la sociedad, convivir con un independentismo democrático fuerte y con presencia institucional. No será fácil, pero nadie dijo que fuera a serlo.