Süddeutsche Zeitung: ETA, fantasía del siglo XIX; reacción al miedo de los vascos a hundirse como etnia
El periódico alemán Süddeutsche Zeitung publica un texto sobre ETA y el nacionalismo de Sebastian Schoepp titulado: ??La ira de la ruina de un pueblo?. Según el autor, ??tras el nacionalismo del grupo terrorista ETA se esconde una ideología de sangre y tierra del siglo XIX […] reacción al miedo de los vascos a hundirse como etnia?. El texto recoge las tesis de Antonio Elorza.
El Süddeutsche Zeitung afirma:
??En el fondo, a ETA le da igual si se trata de democracia o de dictadura. Sea lo que sea lo que viene de Madrid, tiene que ser combatido. ??El odio a los españoles es el momento constituyente del nacionalismo vasco??, escribe el politólogo y especialista en ETA Antonio Elorza. ETA sería la ??focalización de las fantasías de violencia del nacionalismo vasco??. Estas fantasías tienen su origen a mediados del siglo XIX; son la reacción al miedo de los vascos a hundirse como etnia. Friedrich Engels denominaba en 1851 a los vascos como ??ruina de un pueblo?? que, al igual que los corsos, estaría condenada a desaparecer con el progreso. De ahí provendría la tendencia de los vascos a ser reaccionarios. Durante varios siglos, los pastores, pescadores y granjeros vascos habían sobrevivido como minoría obstinada en su lluviosa situación geográfica periférica entre Vizcaya y las montañas costeras. ??El aislamiento dio lugar a una sensación de superioridad??, sostiene Elorza, aunque por otra parte también sería el motivo de un cierto complejo de inferioridad. En realidad, los vascos no han encontrado nunca la unidad. Su zona de asentamientos siempre se ha encontrado en un vaivén entre España y Francia. La pobreza obligó a muchos a emigrar. Tan sólo su idioma arcaico y completamente independiente, el euskera, ha definido su identidad?.
??El planteamiento étnico ha puesto en descrédito el nacionalismo vasco al convertirlo en una ideología de sangre y tierra. Aún hoy en día se debate intensamente sobre el significado de la llamativa frecuencia del factor Rh negativo en el País Vasco. También resulta especialmente importante la relación con la naturaleza. En los años 20 surgieron los ??mendigoxales??, que practican un deporte que de español tiene muy poco: la escalada conjunta, considerada como foco de cristalización de los valores vascos. Aún hoy, ETA recluta a menudo a los futuros miembros de su cantera en campamentos clandestinos en las estribaciones de los Pirineos. En realidad, las ideologías tan solo han rozado el deseo vasco de ??estar a solas?? (Elorza). Este deseo es más antiguo que ETA y sobrevivirá a ella, puesto que es imposible de cumplir. Jorge Oteiza escribe que el alma vasca vive en una tensión continua entre polos opuestos complementarios como lo viejo y lo nuevo o lo rural y lo urbano. Para denominarlo emplea el término vasco huts: una especie de vacío interior, la falta de algo que se echa en falta pero a lo que no se puede poner nombre.?
Esa tesis bien podría aplicársele a todo pueblo del mundo que se resiste a ser fagocitado. Ejemplos hay millones -y ahora con la globalización veremos aún más-. Pero el problema del terrorismo no está relacionado con las ideas, sino con la abrumadora incapacidad por comprender el dolor que provocan sus acciones. El problema de ETA no es que defienda una identidad propia, una cultura propia o que desee que tal cultura permanezca en los tiempos. Todos los nacionalismos, -incluidos los nacionalistas españoles, que en Madrid los hay a patadas- creen que su cultura es grande, que merece permanecer.
El problema de ETA es que se ha autoconvencido de que para conseguirlo debe provocar dolor. Por tanto, no se trata de un ejercicio identitario. Se trata de la violación sistemática y sostenida de los derechos humanos.
Hoy, tras Internet, la carrera espacial, la revolución de las telecomunicaciones, de los transportes, la biotecnología, la nanotecnología y la realidad virtual, el nacionalismo tal y como lo conocemos parece primitivo. Además, el futuro pertenece a las culturas incluyentes, las que prometen acoger, dar calor y proteger a quien se suba, las que no desconfían del forastero.
Pero ni siquiera eso es importante. Si el pueblo vasco quiere algún día iniciar el camino de la independencia tendrá que empujar fuera de ese camino a ETA. No puedes permitir que nadie construya los cimientos de tu sociedad desde el desprecio a la vida, al dolor y a las lágrimas.