Todos somos «ojeadores»
Este texto será leído este jueves 8 de abril a las 20:00 de la tarde en la concentración en memoria de José Couso, que tendrá lugar frente a la embajada de Estados Unidos en Madrid
Esta semana ha salido a la luz pública un vídeo que muestra cómo el ejército estadounidense dispara contra dos periodistas desarmados, mata a uno en el acto y remata al otro cuando se arrastra herido por el suelo, dispara contra varios civiles más que llegan para socorrer al herido, entre ellos dos niños a los que altos mandos estadounidenses optan por entregar a la policía iraquí en vez de trasladarlos a un hospital militar norteamericano, demorando de este modo su atención médica y negándoles atención médica de primera calidad.
Al ver este vídeo es inevitable recordar lo ocurrido el 8 de abril de 2003, cuando el ejército estadounidense mató al cámara español José Couso.
Y es probable que sea más fácil entender por qué la familia Couso y los periodistas testigos del ataque seguimos teniendo dudas razonables sobre la versión de los hechos ofrecida por el Pentágono.Aquél día, hace ya siete años, unos doscientos periodistas europeos y estadounidenses nos alojábamos en el hotel Palestine de Bagdad, una circunstancia que conocían perfectamente los altos mandos del ejército de Estados Unidos.
Esa mañana del 8 de abril de 2003 estábamos en los balcones del hotel grabando las imágenes de los carros de combate norteamericanos que se encontraban en uno de los puentes sobre el río Tigris. Filmamos durante horas. Igual que nosotros vimos y registramos sus movimientos, los ocupantes de dichos carros de combate observaron durante horas cómo decenas de periodistas con sus cámaras trabajábamos en los balcones del hotel, algunos de nosotros con chalecos en los que se podía leer PRESS, prensa en inglés. Estábamos por tanto perfectamente identificados por los militares estadounidenses.
Sin embargo, uno de los tanques pidió permiso para disparar. No había combates en la zona, pero aún así giró su cañón hacia el hotel y esperó a que sus superiores le dieran el visto bueno. La respuesta tardó en llegar diez minutos. Durante esos diez minutos no hubo ninguna batalla, ni un solo disparo. Tras ello el soldado del tanque recibió el OK y disparó. Así lo ha reconocido el propio alto mando estadounidense. No fue por tanto un disparo motivado por el nerviosismo que puede causar el fragor de una batalla. Fue un disparo estudiado y meditado durante diez minutos.
El proyectil lanzado alcanzó los pisos catorce, quince y dieciséis del hotel. En el balcón del piso catorce estaba José Couso, que resultó gravemente herido y murió dos horas después. En el balcón del piso quince estaba el periodista de Reuters Taras Prosyuk , quien murió en el acto. Del balcón piso dieciséis, por pura casualidad, acabábamos de salir hacia la habitación un cámara mexicano y yo misma, salvando así nuestra vida o evitando graves heridas.
Poco antes de este ataque el ejército estadounidense había disparado contra la sede de Al Jazeera, donde murió un periodista, y contra las oficinas de la televisión de Abu Dhabi. De este modo en el plazo de menos de tres horas el ejército estadounidense atacó las tres sedes de la prensa independiente internacional que había en Bagdad, matando a tres periodistas e hiriendo a varios más. La consecuencia, buscada o no, fue que ningún reportero pudo filmar la ocupación de Bagdad llevada a cabo esa misma mañana por el ejército norteamericano, ya que todos estábamos tratando de ponernos a salvo y de ayudar a nuestros heridos.
En un primer momento el Pentágono justificó el ataque al Palestine asegurando que había hombres armados en el hotel. Cuando todos los periodistas que estábamos allí -europeos y estadounidenses- aseguramos que en aquél lugar no había personas armadas ni amenaza alguna para las tropas norteamericanas, el Pentágono cambió su versión y afirmó que si el tanque disparó fue porque había un hombre con unos prismáticos -un ojeador, le llamaron- que podía estar transmitiendo información sobre las posiciones del ejército estadounidense. Es decir, según la versión de Washington, la única amenaza que justifica el ataque es que había un hombre con unos prismáticos.
La posición de las tropas estadounidenses era visible desde diversos puntos del centro de la ciudad. No hacía falta un hombre con prismáticos para localizar las coordinadas del ejército norteamericano. Todos veíamos los tanques a simple vista. Todos éramos ojeadores. Por tanto, siguiendo el razonamiento del Pentágono, habría sido legítimo disparar y matar a todos los habitantes de Bagdad que estuvieran viendo las posiciones de los militares estadounidenses, algo absolutamente condenable por la ley internacional.
Hay más puntos oscuros: Hace un par de años la ex sargento Adrianne Kinne explicó en un canal de televisión norteamericano que en 2003 ella trabajaba para el servicio de inteligencia militar estadounidense. Una de sus tareas consistía en escuchar todas las conversaciones telefónicas por satélite procedentes del hotel Palestine. De ese modo esta militar escuchó día tras día las palabras que los periodistas intercambiábamos por teléfono con nuestros jefes, con nuestros amigos o con nuestros padres. Un día la sargento recibió un listado de los posibles objetivos militares estadounidenses en Bagdad. Entre ellos estaba el hotel Palestine. Acudió a su superior para recordarle que en ese hotel solo había periodistas: así lo comprobaba ella día tras día escuchando nuestras conversaciones. El superior le ordenó que se ocupara solo de sus asuntos. Días después el hotel Palestine fue bombardeado.
Para licenciarse en la carrera militar, los futuros soldados estudian las reglas de la guerra, porque incluso en las guerras hay normas, y la más importante es evitar la muerte de civiles. Sin embargo, en los últimos años se ha disparado de manera escandalosa el número de inocentes que mueren en los conflictos. Lamentablemente algunos de ellos fallecen a causa de las acciones de ejércitos que representan a Estados presuntamente adalides de la libertad, la democracia y la justicia.
Han pasado siete años y la muerte de José Couso, como la de tantos otros, sigue sin ser investigada de manera adecuada. Las relaciones políticas y comerciales de España con Estados Unidos parecen pesar más que la defensa de los derechos de un ciudadano español como José Couso. Aún así el caso no está completamente cerrado y la lucha por la justicia continúa, no solo por José Couso, sino por la libertad de información, por la protección de los periodistas, por el respeto de las leyes internacionales y por la protección de todos los civiles víctimas de ataques injustificados, civiles cuyos familiares no tienen la suerte de poder escapar de la guerra sin más ni de disponer de un altavoz como éste.Estados Unidos y sus aliados europeos deberían demostrar que quieren un mundo más justo. Mientras sus ejércitos tengan comportamientos condenables como éstos, estarán dando argumentos a sus enemigos.
Volvamos al vídeo del que hablaba en un principio: Si casos como el ataque al hotel Palestine hubieran sido juzgados quizá lo que este vídeo muestra nunca habría ocurrido. Es probable que los militares estadounidenses se lo hubieran pensado dos veces antes de solicitar disparar contra periodistas, civiles y niños. Es probable que sus superiores hubieran preguntado antes si los objetivos eran personas armadas o civiles. Quizá hubieran intentado comprobar si esas personas suponían realmente una amenaza.
La justicia sienta precedentes. Exijámosla para evitar futuros crímenes y la impunidad de los mismos. Para que las leyes internacionales sean algo más que tinta sobre papel.